Siempre los infantes de marina: desde 1915 que “no se van”

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Luis Hernando Restrepo*
A los haitianos siguen castigándolos por haber sido los primeros revolucionarios de América Latina. Un día la ocupación militar llegó, y ahí está. Todo sea en nombre de la “sensibilidad humanitaria”. Hace 500 años, el primer contingente militar llegó a la región que hoy se conoce como las Antillas, en el mar Caribe, y la isla que contiene a Haití y a la República Dominicana se convirtió en un manjar de negocios para Francia y España: la primera para la perdición esclavista de los galos y Dominicana para la lujuria colonial ibérica. Fue así como las metrópolis comenzaron a ejercer su eterno dominio sobre el pequeño y castigado país de Henry Christophe.

En el siglo XX irrumpió Estados Unidos y a veces con la anuencia de la propia Naciones Unidas (ONU), en un proceso por el cual los sujetos de más peso económico y político del sistema internacional intervinieron con claro detrimento para la vigencia y el respeto de los derechos humanos.

Los infantes de marina de Estados Unidos ocuparon Haití entre 1915 y 1934, “para contener revueltas políticas” y, de una forma u otra, nunca se fueron.

A partir de la década del ´90, la diplomacia de Washington logró la concurrencia al unísono de la ONU, y por supuesto de la Organización de Estados Americanos (OEA). En septiembre de 1993, el Consejo de Seguridad estableció la primera operación de “mantenimiento de la paz”, mediante la Misión de las Naciones Unidas en Haití (UNMIH).

La ineficacia de las misiones internacionales siempre fueron ocultadas tras el mismo argumento: falta de cooperación de las autoridades haitianas. En 1994, otra vez Estados Unidos procede a la intervención militar y desembarca sus tropas el 19 de septiembre.

Desde entonces, la presencia armada de Estados Unidos y de la ONU es una constante. Reiterados casos de violaciones, pedofilia, tráfico humano para la prostitución y delitos contra la población vulnerable, protagonizados por personal de las tropas intervinientes, han puesto en duda las verdaderas intenciones de los contingentes que se autodenominan “humanitarios”.

Entre aquellas exacciones se recuerda la no muy informada masacre llevada a cabo en Cité Soleil, un barrio de Puerto Príncipe. En declaraciones a la prensa, el premio Nóbel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, había anunciado que, sólo en 2004, murieron 1.200 personas por actos de violencia.

Tras la catástrofe de enero pasado, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, expuso que la intervención de Estados Unidos consiste en una clara ocupación militar.

Por su parte y al exponer sus quejas oficiales cuando el ejército de Estados Unidos controló el aeropuerto de Puerto Príncipe, el ministro de Cooperación de Francia, Alain Joyandet, dijo: "se trata de ayudar a Haití, no de ocupar a Haití".

"Haití es un país soberano, todo el mundo respeta la soberanía de Haití, Estados Unidos respeta la soberanía de Haití”, afirmó en tanto el gobierno de Washington, en su afán por ocultar lo inocultable: miles de sus infantes de marina tomaron posiciones en territorio del maltratado país caribeño.

Sólo en ese contexto son explicables las palabras de la secretaria de Estado Hillary Clinton, quien afirmó que su gobierno no tiene intención alguna de hacerse con el poder de los funcionarios haitianos. "Estamos trabajando para respaldarlos, no para sustituirlos", dijo.

A su vez, el encargado de la diplomacia norteamericana para América Latina, Arturo Valenzuela, habló de la "obligación moral" de Estados Unidos para ayudar a las víctimas de la nación caribeña. A fines de diciembre último, Valenzuela cumplió una gira por distintos países suramericanos con un claro mensaje y una más clara actitud: Washington defenderá los intereses de sus corporaciones transnacionales y alentará a las fuerzas conservadoras, que por todos los medios intentan interrumpir los procesos democráticos abiertos en la región en los últimos años.

No parece existir ayuda humanitaria en Haití por parte de Estado Unidos y la ONU. La sociedad latinoamericana exige auxilios verdaderos, no futuros paralelos con Irak y Afganistán. Haití es la tierra del olvido, donde se borraron los caminos de sus ahora derrumbadas y militarizadas calles.

*Periodista de la Agencia de Prensa del Mercosur 

 

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