Sin desperdicio: 2012, apocalipsis comentado

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Marselo*

El imperio recurrió a sus reflejos usuales ni bien la crisis de capitales sacudió al sistema, y produjo una película apta para todo el público que deba ser consolado ante el decaimiento económico; porque, en esta peli, como suele suceder, una vez más se vuelve a terminar el mundo. Así que… ¿crisis? ¿cuál crisis? ¡Crisis son éstas! Ciudades que se desmoronan, kilómetros de edificios que lentamente se reconvierten en montoncitos de cascotes; las calles y las autopistas cayendo a pique y los adorados autitos que vuelan a estrellarse hacia todos los abismos.

Un escenario de regreso al caos primordial en el cual sólo el empeño, la decisión y la tenacidad de los típicos norteamericanos de película podrá lograr que unos pocos elegidos de la humanidad sobrevivan junto a las más valiosas obras del arte y la cultura, para garantizar que la civilización capitalista tal cual la conocemos continúe medrando sobre el planeta, ¿o acaso no es esto por lo que trabajamos día a día?

Claro que, tratándose del imperio evangélico industrial estadounidense no va a resultar un fin del mundo así nomás, sino que se presenta con todas las claves que renuevan en la población las credulidades básicas que le brindan al sistema su compostura mítica, de modo que esta pecaminosa generación perecerá bajo las aguas en redivivo anegamiento de todo territorio, aunque más a tono con la modernización de las ideas, porque hoy en día cualquier simplón sabe que las nubes se forman por la evaporación del agua, y ya resulta difícil hacernos creer en un nuevo diluvio que pueda cubrir a tope los continentes.

Eso era cosa de otros tiempos, en los que podía aceptarse que la naturaleza actuara con toda desmesura, porque por entonces no se regía por las leyes físicas sino por la pura voluntad divina.

Pero como a esta altura estamos enterados de que Dios nunca realiza su despliegue de grandes producciones sin respetar las reglas de la materia, para esta oportunidad las causas del desastre radicará en portentos menos conocidos, como son los fenómenos del sol, al cual le han brotado unas llamaradas descomunales que, por otra parte, reducirían a Mercurio a polvillo cósmico, y de ahí que hayan salidos disparados hacia el espacio unos neutrinos medio raros, como fallados (total, la gente qué sabe?), y que extrañamente no desintegran a nuestros organismos, pero que, al atravesar la Tierra, le recalientan el núcleo y ya está la explicación de porqué la corteza terrestre empieza a desmoronarse y se abren enormes grietas en todos los continentes.

Y con este envase viene envuelto todo un manual de símbolos acerca de las moralejas sociales y de las reorientaciones políticas de última moda, en manera tan elemental que se hace evidente que los guionistas reconocen que los grandes públicos ya alcanzan un punto de evolución mental fronterizo con la imbecilidad.

De estos muchos símbolos y modelos a divisar es dable resaltar la ya asentada noción de que el tipo afro y el tipo anglosajón comparten en igualdad de derechos las dignidades sociales, reiterándose el ahora muy previsible presidente afro, con el muchachito afro científico salvador que no es tan genio porque en algo se equivocó, pero que es noble y reconoce sus limitaciones.

Para quienes sí no habrá salvación (supervivencia) será para el espécimen hippoide, referente de una cultura underground, muy loco, un extasiado que se cree talentoso y seguro se droga, pero tiene de útil que acopia una información que le va a servir a la gente buena de veras.

Al parecer tal vez se salvarán el cirujano de implantes mamarios y la chica que se operó con él, y quien, pobre, se sentía a gusto con su cuerpo, hasta que, débil ella, aceptó siliconarse por presión de un hombre inescrupuloso. Tanto el cirujano como la chica son buenos pero sin mucho carácter y lujuriosos y llegarán hasta ahí, pero no, tampoco para ellos habrá.

¿Y quiénes se salvan? Pues, los principales gobernantes, un montón de seleccionados por su excelente bagaje genético y además los multimillonarios del planeta, que con el aporte de sus fortunas proveen a la construcción ultra secreta de gigantescas arcas modernas anti-sunamis que salvaguardarán este semillero para una nueva era de oportunidades. Y es gracias a esta película que nos enteramos lo beneficioso de que existan estos potentados (qué equivocado estaba Jesucristo acerca del tema), porque sino fuera por el dinero y la sana cuota de egoísmo de los ricos no hubiera habido ni barcos ni futuro para nadie, porque, como se sabe, no se podría confiar en que un Estado se ocupara de toda la cosa, siendo como son los Estados de corruptos e ineficientes, no?

¿Puede el pueblo de los EE.UU. creer que su país está en condiciones de concretar este colosal mega-proyecto en un secreto absoluto? ¡No! Donde puede creerse que suceda es en la China, gracias a que hoy en día ambos países andan con tantos buenos lazos; como, por ejemplo, el que cierra el circuito de la fabricación yanqui de granos transgénicos para que la China compre soja para forraje, y todo esto, a no dudarlo, muy bien visto por Dios.

Y entre medio una perla maravillosa: ¡Una mención para la Argentina! ¡Sí! ¡Nos nombran! Un mimo que nos otorga el primer mundo en función de haber puesto nuestros campos al servicio del monocultivo y del envenenamiento agroquímico. Similar situación a la de aquel otro engendro fílmico de Invasión a Marte, donde nos hacían el honor de que Buenos Aires fuera destruida por los disparatados bombazos interplanetarios de unos bichos marcianos, como pago a nuestro ingreso noventista en la guerra del Golfo. Y tenemos muchos más mensajes que se derraman desde 2012.

Aparecen los trabajadores, así, con todas las letras, quienes construyeron las arcas pero están destinados a quedarse afuera, aunque a último momento podrían ser incorporados gracias a los generosos oficios del muchachito afro y a pesar de la oposición del frío anglosajón que organiza todo, mediante las conmovedoras palabras pronunciadas por el digno representante de ese pueblo que ha sabido lo que es sufrir la exclusión, y ganando el favor de los gobernantes del mundo ahí reunidos, que dan su aprobación paran que las compuertas se reabran y los laburantes que se quedaban afuera mirando también puedan pasar, junto con los escogidos para formar parte de una de las arcas que ha quedado inutilizada.

Sin embargo observamos con claridad que cuando la masa de esta gente desesperada se acerca hasta el arca que se está cerrando, un individuo con casco y uniforme de obrero cae al vacío que separa a la nave del andén de embarque (como un foso de castillo medieval), dando la impresión de que esa clase social en realidad no tiene muchas esperanzas.

No se salvará la Iglesia Católica, ya que en Vaticano se quedan rezando confiados en la piedad divina, lo mismo que el presidente italiano, que perecerá por representar la devoción de ese pueblo tan devoto, y eso que aún no lo habían aporreado. Y para dar un guiño de complicidad con la potencia amiga también se salva la humilde familia de campesinos chinos, pero, eso sí, no sin un sacrificio, porque a pesar de sus venerables valores ancestrales, claro, todavía les falta evangelizarse.

Y se salvan los hijos del mafioso ruso, que a pesar de ser mafioso tiene la nobleza propia de todos los millonarios y sabe dar su vida para que sus hijos trepen (al principio los rusitos parecían jodidos, pero al contacto con la familia norteamericana elegida se vuelven de buena madera).

Y esta familia estrella de la peli se salva por el heroísmo de papá anglosajón, que tras mil peripecias en pos de colar a su familia en el arca (hecho que, además, requiere una mano de la suerte-Dios que siempre va al lado de ellos), y de paso logra salvar al arca misma, justo cuando todo estaba perdido (y acá se ve que el frío anglosajón organizador no estaba del todo errado, ya que por haber hecho entrar a los que quedaban en banda casi se provoca un desastre, vieron?), y cuando papá anglosajón, que parecía haber muerto, surge de las aguas con el último aliento, todos en el arca festejan y ríen como chifladitos, como si eso fuera lo importante y no el que miles de millones de personas estén muriendo en ese instante, tal como el sabio hindú que fue el cerebro que anticipó este apocalipsis y que muere porque, bueno, los hindúes son admirables pero aún no cuentan entre los grandes-grandes del mundo.

Y un saludito también para Brasil y chau Río de Janeiro.

No obstante, acá lo más importante de todo es que cuando empieza el reflujo de las aguas, resulta que la nueva tierra prometida resulta ser el lugar de África donde aparecieron los primeros homínidos, lo cual queda debidamente explicitado, para así dejar por zanjado el enojoso asunto ése entre evolución o creacionismo, respaldando el punto de vista científico y que se termine el conflicto ideológico entre las distintas posturas evangélicas en los EE.UU.

Y quedarán otras cosas más por sumar a este ligero análisis, pero no tengo más tiempo, así que les dejo el encargo de encontrar los mensajes que faltan. Hasta aquí llego. Gracias por atenderme y habrá que ir pensando en cómo vendrá la siguiente superproducción de cine catástrofe evangélico, ya que no sabemos si habrá un próximo fin del mundo, pero seguro lo que sí va a haber serán nuevas crisis del capitalismo, y no porque los mayas las hayan profetizado, sino porque Carlos Marx las predijo.

* En Magia Crítica.
El texto lleva la siguiente introducción del periodista Alejandro Agostinelli:

"Mi amigo Marselo (como Marcelo, pero con ese) es escritor. Escritor, amante de las buenas lecturas y fervoroso pensador de pavores mundanos y espirituales. Fue a ver la megaproducción del título y soltó un rollo anarco-marxistocalíptico que deseo compartir con los mansos fans de esta pantalloplatea.

"No sé si alguna vez subí un post tan extenso. Por eso, busquen un rato libre, aspiren una larga bocanada de smog y lean. Luego suelten ese aire sucio y disfruten de alguna otra cosa. Ya se va a acabar. Pero no el mundo, precisamente. En cuanto a la película en sí, ojo: tein spoiler".
 

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