¿Sistema de producción sin sentido?

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Carlos Santiago*

 ¿Hoy se abren multiplicidad de caminos? El derrumbe de Wall Street y la extensión sin pausa de la crisis global, está cerrando el telón de la desastrosa presidencia de George W. Bush, simbolizando metafóricamente el fin de una era marcada por la dominación unilateral de EE UU y sus aliados europeos. Bush un presidente que cumplió estrictamente los mandatos de los grupos ultraderechistas que lo sustentaron y que son los responsables, en evidencia, del actual descalabro.
 
A ello se suma la próxima asunción de Barak Obama que, con una evidente seriedad y una más que reconocible modestia, está tratando de plantear un equipo de colaboradores sólidos y probados. Parece evidente que el poder mundial se desplaza y las relaciones internacionales entran en ebullición, situación que no es comprendida por todos. Por ejemplo el comentarista de anticipación ultra-ultra, James Petras, sostiene que Obama está engañando a todos los que los apoyaron y que sus nombramientos contentan a todos los sectores de Wall Street.
 
Claro, las esperanzas que abrigamos muchos hace cuarenta años sobre el cambio cualitativo del mundo, confiados en las reformas revolucionarias que comenzarían al interior del sistema bajo la presión de las luchas de los sindicatos, y que según nuestra ingenua creencia, terminarían por transferir a los trabajadores (la clase obrera, como gustábamos denominarla en nuestro ya perimido lenguaje clasista que todavía es utilizado malamente en algunos ámbitos para definir malamente a los trabajadores), ya no existen más. Se han derrumbado en el enorme océano del mercado de la globalización. Pero, ¿este mecanismo de continuo recalentamiento, de lucha por ampliar el consumo, es viable? ¿Podrá mantenerse en el tiempo?
 
Hoy algunos pensadores de la cosa económica prevén para el futuro la existencia de un mundo nuevo multipolar, de imprevisibles consecuencias para el desarrollo de la humanidad. El ascenso de China, el poder de los movimientos de izquierda en América Latina, la afirmación de la diplomacia india trastornan la geopolítica planetaria en todos los planos: financiero, comercial, político, militar. Este 15 de noviembre, el G8 y los principales países emergentes negociaron sin éxito un nuevo paradigma financiero. Es que la trampa neoliberal se ha desarmado y los Estados regresan con fuerza. ¿Es que se acerca el fin de la economía de continua acumulación?
 
Es más que difícil predecirla larga vida. Y no lo decimos nosotros, ni lo sostenemos por lo visto en la actual crisis cíclica del sistema, quizás una de las más hondas que se tenga noticia.
 
Hay también pensadores de la enjundia y profundidad del desaparecido André Gorz, que tienen una visión aguda y prospectiva, estampada en negro sobre blanco en uno de sus últimos trabajos conocidos, que ya reseñamos en una nota anterior, reflejando una realidad incontrastable: la producción en el sistema capitalista necesita cada vez menos trabajadores activos, afirmación qué perfectamente podemos trasladar con lo que ocurre en nuestra producción agropecuaria, en que la mano de obra permanente, el viejo campesino, es sustituido de manera creciente por empresas que realizan tareas zafrales.
 
La producción dice Gorz solicita cada vez menos trabajo, distribuye cada vez menos poder de compra y necesita cada vez de menos trabajadores activos . Este es un primer el mal síntoma para la salud del actual sistema, hoy envuelto en otras de sus crisis periódicas, inmerso ya en la etapa recesiva.
 
El trabajo aparece en el sistema cómo cada vez más discontinuo, disperso entre prestatarios de servicios externos o zafrales sin comunicación entre sí (en nuestro país tenemos más ejemplos insipientes al respecto), relacionados por un contrato comercial en lugar de un contrato de trabajo. (Las tercerizaciones, los contratos de servicio y de obra, etc., modalidad inclusive utilizada para el rubro servicios por organismos públicos)
 
Gorz no es nada optimista en este proceso, dice: Las promesas y los programas de retorno al pleno empleo son espejismos , cuya única función es mantener el imaginario salarial y mercantil , es decir, mantener la idea de qué el trabajo debe ser necesariamente vendido a un empleador y los bienes de subsistencia comprados con el dinero ganado.
 
Para el pensador, esto está demostrando que dentro del sistema no hay otra salida que no sea el sometimiento del trabajo al capital, y que no hay vida y sociedad más allá de las necesidades del consumo de mercaderías No hay vida ni sociedad más allá de la sociedad de consumo y del trabajo mercantilizado, ni otro modelo que no sea el del capitalismo agrega.
 
Esta realidad que, sin duda, es la hegemónica, e impide vislumbrar cualquier posibilidad de salir rápidamente del capitalismo cerrando, también, todo camino distinto, inclusive alguno construido en un imaginario anticapitalista.
Un sistema, claro, con pies de barro. Con una vida claramente limitada por la necesaria reestructuración ecológica que se producirá indefectiblemente en el planeta, rompiendo la lógica económica del crecimiento permanente que se mantiene desde hace 150 años. Verdadero paradigma del capitalismo en el que se avanzó mecánicamente y que, parece, está llegando a etapas finales.
 
Si la tendencia actual del crecimiento se prolonga, el Producto Interno Bruto (PIB) se multiplicará por un factor de 3 o 4 de aquí al año 2050. Pero, ahí está la cosa: Según el informe del Consejo sobre el Clima de las Naciones Unidas, las emisiones de C02 deberán reducirse en alrededor de un 85% hasta esa fecha límite, siempre que antes de esa fecha no se supere un calentamiento climático a 2°C como máximo. Más allá de esa temperatura, las consecuencias serán irreversibles e incontrolables para la vida sobre el planeta tierra. Este tema fue abordado hace algunas semanas por el ex presidente de Chile, Ricardo Lagos, en el marco de una reunión del Grupo de Montevideo.
 
De seguir las cosas como hoy, la reestructuración del sistema se hará imprescindible y con ella un cambio en las condiciones de vida, que no podrán seguir atadas al consumo.
 
Ello supone otra economía, otros objetivos de sociedad, otro estilo de vida y, quizás, otro tipo de civilización. En ausencia de esa reestructuración, el decrecimiento corre el riesgo de ser impuesto por la vía de los hechos, a fuerza de restricciones, racionamientos y asignaciones de recursos características de una economía de guerra.
 
¿Cómo será el futuro? Lo decimos porque el 2050, si bien es inalcanzable para nosotros, no lo es para muchos de nuestros jóvenes, quizás nuestros nietos. Faltan tan solo 41 años de la fecha límite manejada por los teóricos del cambio climático, entre los que se encuentran los más conservadores estudiosos que arribaron alarmados a estas conclusiones. El sistema de sociedad basada en el crecimiento continuo, no tiene futuro, de no adoptarse medidas de fondo que contengan el calentamiento climático.
 
Sin embargo, la base del capitalismo financiero, sus formas y mecanismos, hacen muy dificultoso el camino de la contención de las emisiones de C02. El ejemplo está incluso entre nosotros, en donde las fuentes de energía son administradas monopólicamente por un organismo del Estado (UTE), que parece no tener en claro todavía la necesidad que existe de no contaminar la atmósfera con emanaciones indeseables de C02.
 
Incluso, actualmente, mientras tímidamente alienta que se levanten algunos parques de producción eólica, prefiere licitar la colocación de diez pequeñas centrales movidas con combustible diesel (altamente contaminantes), que está proyectando, paralelamente a lo cual interconectará a nuestro sistema de alta tensión con el brasileño, con obras millonarias en dólares, por la cual recibirá kilovatios producidos en base a combustibles no renovables, soldando además nuestra dependencia energética a otro país vecino.
 
No es nada fácil entender la problemática planteada y su significado de cambio hacia el que camina indefectiblemente el sistema. Es que la sociedad de consumo nos acompaña desde la infancia. Es ella las nos da referencias que nos permiten situarnos, compararnos y valorizarnos y la que moldea nuestras costumbres y formas de vida, construyendo un sistema de socialización completo que ahoga el sentido de la adquisición y corrompe, como dice Gorz, la noción del deseo.
 
El capitalismo provoca en esencia necesidades y objetivos para el ser humano que hacen a los objetivos de toda una vida. La lógica de las necesidades se extiende a la totalidad de las necesidades humanas, distorsionándolas, transformándolas y situándolas en objetivos de consumo.
Los seres humanos se transforman en productores/consumidores. En alguna manera no es aventurado señalar que se pasa toda la vida tratando de satisfacer esos objetivos de consumo, cuya no satisfacción provoca graves consecuencias en la sociedad misma, pues los excluidos sienten la necesidad de lograr algunos símbolos que el consumo otorga, violentando las leyes de convivencia.
 
El condenado al trabajo y los forzados al consumo son dos caras de un mismo rostro, el del homo economicus – dice Paul Aries, agregando Se comienza por consumir objetos, luego otros seres humanos (violencia, presiones) y finalmente se consume a sí mismo en drogas, sectas y suicidios.
 
No cabe duda, como dijimos en una nota anterior, el consumo se ha transformado en un nuevo opio de los pueblos.
 
* Periodista uruguayo

 

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