SOBRE CENSURA, GRITOS Y SILENCIO

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

En octubre de 2007 un «show man» español, Alejandro Sanz, debía cumplir un contrato y dar un recital en Caracas; el lugar elegido era el Poliedro, suerte de gimnasio cerrado y lugar tradicional para este tipo de espectáculos. Diversas razones –que se explican más abajo– impidieron que el bueno de Sanz ganara sus centavos actuando allí. Le ofrecieron otras salas, se negoció y se buscaron soluciones.

Al final se consiguió el Poliedro de Caracas, pero Sanz desistió. Para entonces el «affaire» se había convertido en un escandalete internacional. Medios de comunicación periodísticos en Europa y América –no sabemos si en Asia y África, quizá no– sustentaron la infiormación del caso con comentarios y opiniones variadas sobre lo que se calificó de censura.

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Chávez censura a Alejandro Sanz, Chávez no quiere a Alejandro Sanz, Venezuela es un país sometido, etc…, etc… fueron las líneas directrices argumentales. Siempre recordando que allá por 2004 Sanz había dicho que Chávez no le gustaba, la prensa infirió una venganza del dictador y conculcador de las libertades cívicas venezolanas. Todo un festín.

Luego el asunto, como suele pasar con estas cosas, cayó en el limbo de un ocaso permanente; la jauría encontró otras hilachas para continuar con su intento de despedazar a Chávez. Quizá Chávez merezca se lo combata. ¿Por qué no tendrían derecho ciudadanos, periodistas, prostitutas, observadores, turistas, cantantes, astrónomos, futbolistas marineros, políticos, gobernantes, en fin, de cualquier sexo a declararse anti chavistas? Nadie, cantaba Cuco Sánchez, es monedita de otro para caerle bien a todos.

Para combatir alguien tanto como para ensalzarlo es, primero, menester hablar con la verdad. La duda es el mejor estimulante intelectual, el otro la buena fe. No se excluyen. Veamos una carta. Está dirigida a Joan Manuel Serrat.

Escribe un ministro

Querido amigo:

Permíteme que te llame de esa manera porque de verdad lo eres, aunque no lo sepas. Tus canciones, la imagen de tu sencillez y tranquilidad de espíritu, así como la referencia del compromiso tuyo con una visión incluyente del mundo, han sido algo importante en mi vida, como lo ha sido en la vida de muchas personas que me rodean.

Además somos, por así decirlo, de la misma camada. Pues yo nací en octubre y tú en diciembre de 1943. Viejos camaradas a distancia, uno de ellos sin conocer al otro, en una relación asimétrica.

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La primera noticia tuya la tuve, creo, a mediados de los sesenta, a través de un disco de 45 revoluciones con canciones en catalán. Me acuerdo todavía de Les Sabates: «Quanta gent que passa amb l’ull sorrut!..Quanta gent l’esperança ha perdut!…». Y luego te fui siguiendo a lo largo de estos cuarenta y tantos años, comprando casi todos los discos que sacabas y asistiendo a tus conciertos. El último fue el que nos ofreciste en Caracas en noviembre pasado, junto a ese otro gran amigo y camarada (aunque él tampoco lo sepa) que se llama Joaquín Sabina. Acudí como un espectador más, entremezclado entre el público al que pertenezco. Aún siendo ministro del poder popular para la cultura, no hice ningún esfuerzo por saludarte ni por hacerme notar. Tampoco estuve en los lugares preferenciales. En ese momento yo era únicamente un espectador agradecido por el hermoso regalo que nos estaban dando Serrat y Sabina. Y lo cierto es que lo disfruté bastante.

Hoy, sin embargo, una piedrecita se me metió en el zapato causándome una molestia que me impulsó a escribir esta carta. Acabo de leer una noticia en un periódico caraqueño con fecha 14 de febrero, en la que se comenta que entre los firmantes de la carta de solidaridad con Alejandro Sanz, aparecen tu nombre y el de Joaquín Sabina.

No me incomoda ni puedo criticar, ciertamente, la solidaridad entre colegas. Es natural y comprensible. Lo que me preocupa es que puedas haber firmado esa carta a la luz (o a la sombra) de la campaña mediática nacional e internacional que, desde hace años, se ha desatado contra nosotros, pueblo y gobierno de Venezuela.

Yo quiero explicarte bien este caso. Por un lado, para que conozcas la verdad. Y por el otro para poder seguir disfrutando de tus canciones sin sentir un mal sabor, una amargura, en el alma. Es por mí, por quien lo hago. Perdóname esa.

Lo primero que debes saber es que el incidente Sanz se produce en un momento en el cuál el Poliedro de Caracas acababa de cambiar de manos. Hasta entonces el Poliedro era una fundación adscrita al Ministerio de la Cultura y en esos días, se había concretado su adscripción al Ministerio de Educación Superior. De manera tal que todo en el Poliedro estaba en revisión profunda para adecuarlo a unas nuevas funciones, analizándose desde su razón de ser, hasta la propia organización gerencial. Ese es un dato importante del asunto.

Fue en esos días cuando, ante la solicitud de una determinada compañía productora de espectáculos, la nueva autoridad decide no darle el visto bueno a la presentación de Alejandro Sanz en el Poliedro.

Debe quedar claro que en ningún momento se censuró su presentación, ni se le impidió presentarse en otro lugar ni, mucho menos, se le negó la entrada a Venezuela. Ningún tipo de prohibiciones. Sólo dificultades para usar un espacio, el Poliedro.

A partir de allí comenzó el tsunami mediático a tergiversar las cosas. A mentir descaradamente, como es su costumbre. Pero eso no es nada para nosotros. Lo vivimos todos los días.

El caso es que muy pocas semanas después se superó el incidente y se autorizó la presentación de Alejandro Sanz en el Poliedro de Caracas. Eso es historia documentada. Pero, en un cierto momento, habiéndose comenzado incluso a vender las entradas, al cantante ya no le pareció interesante o conveniente venir a Venezuela. Desconozco las razones por las que no quiso actuar aquí. Comenzó entonces a improvisar excusas. Dijo que ninguno de los grandes hoteles de Caracas quería darle alojamiento, cosa que de inmediato fue desmentida públicamente por el Meliá Caracas, el Embassy Suites, el Tamanaco y el Eurobuilding. Poco después salió en televisión con una camiseta en inglés insultando soezmente al presidente Chávez. Y desde este lado para no quedar en desventaja, la Cámara Municipal del Municipio Libertador declaró a Alejandro Sanz persona no grata. Bueno, la vida es así. Donde las dan, las toman.

Y luego, como en un coro bien dirigido, comenzaron a aparecer en todo el mundo las voces contra la censura en Venezuela, involucrando en la crítica al propio presidente Chávez que, me consta, no tenía arte ni parte.

Hoy mismo salen dos entrevistas a Fito Páez, en su paso por Caracas. En El Nacional dice: «Chávez no tolera la disidencia, es intolerante…Uno tiene derecho a pensar, hacer y decir lo que quiera, mientras eso no afecte a los demás». En El Universal declara: «Chávez debería meterse con gente más pesada, como yo».

Bueno, la verdad, Joan Manuel, es que ni Chávez ni nadie aquí se mete con los intelectuales, ni con los artistas ni con ninguna persona en particular por sus ideas o sus creaciones. Yo no estoy seguro de poder calificar a Venezuela como el país más libre del mundo, pero de lo que, sí, estoy seguro, es que éste es un país tan libre como cualquiera pueda serlo. Y desde luego mucho más, por ejemplo, que los EEUU o que la propia España, donde a cada rato, y tú lo sabes, se cierra o se multa un periódico, se prohíbe un partido o se enjuicia a unos muchachos por quemar una fotografía en público.

Yo puedo jurar y juro, como ministro del Poder Popular para la Cultura y como ciudadano, que en nuestro país la libertad de creación, de opinión y de información es absoluta, sin otro límite que el de las propias leyes. No conozco aquí, en esta época, ningún ejemplo de censura por parte del Gobierno. Esto es un hecho que cualquier visitante o, incluso, cualquier usuario de internet que no crea en chismes y vaya a las fuentes, puede constatar. Basta con leer los periódicos (para muestra las entrevistas de hoy a Fito Páez, el peso pesado) o sentarse por unos minutos ante un canal de TV tan venenoso como Globovisión.

Y por último ¿sabes una cosa?: si algún funcionario público pudiera cometer un error de ese tipo en algún momento, esa persona no sería precisamente el presidente Chávez. Nunca él. No va con su naturaleza. A Hugo Chávez, como persona y como político, le gusta jugar limpio y ganar en buena lid. Es fuerte en la batalla de las ideas, sin otorgar concesiones innecesarias a la retórica académica o cortesana, pero dentro de la confrontación no hace trampa, no mueve las fichas, no compra al árbitro, no le amarra las manos ni la boca a nadie. Lo digo con propiedad, porque lo conozco, creo, bastante bien. Y este es otro dato del asunto.

De modo que así están las cosas.

Yo me saqué una piedrecita del zapato escribiendo esta carta y, si no hay novedad, podré seguir escuchando tus discos, queriéndote y admirándote, como siempre lo he hecho. Y lo mismo con Joaquín Sabina.

Vaya un saludo cariñoso para los dos.

Farruco Sesto.
Ministro del Poder Popular para la Cultura de la República Bolivariana.

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