SÓLO PARA ADULTOS: LOS NIÑOS Y EL TIEMPO LIBRE

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

fotoLa infancia es un estado de gracia. Edad para jugar, soñar, para vivir ente risas, melancolía, enredos y barullos. El ocio de los niños es parte importante de su formación integral. Pero para que el recreo se convierta en estado de festividad del espíritu infantil, se requieren ciertas condiciones, entre las cuales el espacio físico, la vinculación con sus contemporáneos y la comprensión de los adultos con quienes vive, son fundamentales.

Esa actividad romántica, espontánea del niño en sus momentos libres ese «plan de la calle» –como decían antes los muchachos que paseaban– germina si hay condiciones precisas.

A grandes rasgos identificamos tres factores que confabulan entre nosotros contra el desarrollo de esa cultura del tiempo libre en el niño, en contra de su sana y natural recreación que da base al desarrollo de la fantasía, invención y creatividad.

Estos elementos son:

Crisis de la comunidad: La desaparición del vecindario como consecuencia del crecimiento irracional de la ciudad, la falta de una acción estimuladora de vida, y de organismos comunitarios y, como consecuencia el aislamiento de la familia. El niño vive solo: sus compañeros son la empleada domestica, la televisión y la computadora en el mejor de los casos, o la miseria de los alrededores y la soledad del rancho en la inmensa mayoría.

Descomposición familiar. Incide en lo que se ha dado en llamar en esta forma: el divorcio, las discordias, la irresponsabilidad de los padres y representantes, los traumas provocados por el desempleo, los falsos valores impuestos por la sociedad y la falta de una política eficaz de protección a la infancia, que debería resolver no solamente los problemas relativos al aprendizaje, sino también a suplir a las madres que trabajan durante el tiempo de su ausencia y dar metas para el estudio.

La escuela en crisis. Nuestra escuela, ha sido llevada con frecuencia al banquillo de los acusados. Podemos señalar sus pobres estructuras culturales, carentes de estímulos e interés para los niños. A todo esto, hay añadirle la contribución de los medios de comunicación a la alienación colectiva.

Desaparecido el espacio físico y las condiciones propicias para el juego libre y espontáneo; ausente la familia como consejero y orientador que, dentro de un disfrute marcado por el compañerismo y la alegría, enseña a construir juguetes tradicionales y las destrezas necesarias para divertirse con ellos, aislados al llegar a su casa, sin grupos, ni compañeros, ni amigos, es presa de la televisión, la computadora, el cine, los comics, la pereza y el aburrimiento.

El predominio de la imagen y su increíble fuerza de atracción en los medios de entretenimiento hace que la palabra escrita sea lenta y descolorida. Si el vocablo es el elemento esencial de la cultura, nos preguntamos ¿es posible que impunemente asistamos a la disolución de la expresión en el niño? Y esto no está tan lejano como creemos. Cada día aumenta el número de chiquillos con trastornos de aprendizaje de la escritura. Es el mensaje que sufre los impactos del lenguaje, y de la imagen.

Necesidad imperiosa. En este sentido, se plantea la necesidad de un plan de recreación dirigido con organismos preescolares que podría apoyarse en la escuela como institución, para irradiar a toda la colectividad y llevar al niño al descubrimiento de sí mismo, de los otros y del mundo exterior a través de lo que podemos llamar «cultura del ocio. Esto es: enseñar al chico el acertado empleo y aprovechamiento del tiempo libre como forma de ampliar su universo de experiencias y relaciones, de descubrir sus capacidades individuales de inventar, combinar, crear y del desarrollo de su potencialidad intelectual libre, espontánea y gozosamente, aprovechando su actividad natural: el juego.

Para el niño vivir es recrearse, él se divierte siempre. Y entretenerse es ver, oír, pensar, experimentar, criticar, expresar pensamientos. Es la actividad que le da la conciencia de su individualidad, la ocasión para que emerjan sus más íntimas emociones, sus más escondidos sueños, sus acuciantes ansias, sus fantasías más descabelladas. Y también sus razones lúcidas, sus críticas sinceras y sus verdades contundentes.

El juego es el camino de la libre expresión y en él entran una amplia gama de actividades corporales y procesos mentales; es el camino hacia la recreación dirigida, hacia la cultura del recreo del niño.

Un programa de esta índole debería contemplar sitios o lugares libres, parques distribuidos proporcionalmente por número de familias y con instructores para orientar los juegos de los niños. Parques de recreación deportiva, es decir que funcionen alrededor de las actividades escolares en o después de las mismas. Bibliotecas infantiles, donde encuentre un ambiente estimulante y oportunidades de expresión en diversas formas. Talleres de expresión creativa que se orientarían por las premisas de la enseñanza por el arte: educar, dar al pequeño medios de expresión.

Un niño que aprende a vivir espontáneamente, exteriorizando libremente todas las actividades intelectuales, es un niño con sólidas bases de salud mental. Un cine infantil, que salvaguarde los intereses de la patria, la defensa de las tradiciones, la siembra del optimismo, el señalamiento de los más claros ideales como pueblo.

Televisión educativa. Convendría la necesidad de programas infantiles producidos por equipos profesionales, orientados principalmente por las opiniones de expertos de la conducta infantil, acompañados de campañas de concientización de los padres: sobre los daños y perjuicios de una televidencia excesiva y sobre la forma de orientar el tiempo libre.

Y un teatro con claros objetivos de sana diversión. Colonias vacacionales donde los chicos disfrutarán en grupo, de acuerdo con sus necesidades físicas, de la montaña o el mar, dentro de un plan de conocimiento de la geografía del país.

Rol de los adultos

La actitud dominante y autoritaria de los representantes arrasa con los objetivos que dan validez a estas acciones. La tradición cultural presenta al adulto como el que sabe y a que se maneje al niño como ser obediente, sumiso y pasivo, tanto en la familia, la sociedad o la escuela.

Es necesaria la modificación de tales patrones de conductas tradicionales a través de los más variados medios. También se debe aclarar la relación entre guías y monitores de las nuevas tendencias educativas para las que «expresión libre no es dejar al niño dejado a sus propios recursos que puedan estar distorsionados».

«Expresión libre» es una actividad disciplinada en la cual la personalidad del maestro y sus dotes imaginativas juegan un importante rol.

Los padres, y educadores, son transmisores culturales, íntimamente ligados a los procesos de desarrollo del infante, y como tales deben tener un claro concepto de las características de su misión: conocer al niño, atender sus necesidades e intereses, darle las opciones y elementos útiles a su mejor desarrollo y los estímulos necesarios para su proceso de crecimiento físico y psíquico.

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* Periodista.

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