Solución temporal en EU: se logra acuerdo de última hora en el Congreso
Al borde de lo que se proclamaba como el precipicio de un caos económico y financiero internacional, y 16 días desde una clausura parcial del gobierno más poderoso del mundo, el disfuncional Congreso de Estados Unidos logró un acuerdo esta noche para evitar el primer incumplimiento de obligaciones en la historia del país y reabrir el gobierno, pero todo esto es sólo una solución temporal.
La solución fue la autorización para elevar el techo de la deuda, es decir, la capacidad de endeudamiento del gobierno federal, hasta el 7 de febrero, y financiar el gobierno federal hasta el 15 de enero, reabriendo con ello sus operaciones.
La medida fue aprobada esta noche primero en el Senado con una votación de 81 contra 18, y unas horas más tarde por la cámara baja con 285 votos a favor y 144 en contra, todo por una vía rápida poco usual en el tortuoso proceso legislativo.
Por separado, el acuerdo también ordena que las dos cámaras del Congreso inicien negociaciones para lograr un acuerdo para el 13 de diciembre sobre un marco de largo plazo para políticas de impuestos y gastos, o sea, sobre el asunto del déficit y la deuda.
El presidente Barack Obama agradeció a los líderes del Senado por alcanzar el acuerdo y, al hablar después de la aprobación del acuerdo por el Senado, pero antes de que la cámara hubiera votado, anunció que promulgaría el proyecto de ley inmediatamente al llegar a su escritorio. Esperemos que la próxima vez no lo hagamos a la última hora. Tenemos que dejar el hábito de gobernar por crisis, comentó.
Pero todo este gran drama podría repetirse en unos tres meses. Muchos legisladores advierten que el acuerdo sólo abre una próxima ronda del mismo debate, y nadie podía asegurar que no habrá el mismo resultado desastroso, ya que serán los mismos actores en esta obra de teatro.
El final de esta crisis empezó después de 24 horas de alta tensión con anuncios de acuerdos que de inmediato se convertían en nuevos desacuerdos durante el martes, y con los medios del país presentando todo como si fuera una de esas series de suspenso, o un thriller, con un reloj marcando las horas y los minutos antes de lo que se afirmaba sería algo potencialmente catastrófico, los legisladores –que por ahora sólo cuentan con un índice de aprobación de 11 por ciento, uno de los más bajos– anunciaron que tenían una solución.
Lo que descarriló el intento final del martes en la cámara baja, de promover una vía para salir de la trampa creada por un sector reducido, pero obviamente poderoso de ultraconservadores (bautizados como el Tea Party), fue lo que se describió como una rebelión abierta de ultraconservadores y sectores más tradicionales de la bancada republicana, dejando claro que el liderazgo no está en control.
Ante ello, y advertencias por el sector financiero de que Estados Unidos podría perder su calificación crediticia, lo que algunos llaman los adultos, por fin se encargaron de negociar la salida la noche del martes. El líder de la mayoría demócrata Harry Reid, y el de la minoría republicana Mitch McConnell, anunciaron un consenso esta mañana, el cual casi dejó anuladas todas las principales demandas del Tea Party, incluida la postergación de la implementación de la reforma de salud, que habían llevado a este desastre político. Por lo tanto, el acuerdo fue una derrota casi total para los ultraconservadores.
El presidente Barack Obama, tras el acuerdo logrado en el Senado, expresó: tenemos que dejar de hacer un gobierno de crisis. Los legisladores republicanos aceptaron que esta situación llevada al tope tendrá un costo electoral para su partido. El presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner (izquierda), reconoció la derrota. Luchamos, pero simplemente no ganamos, dijo. Sin embargo, une co de los artífices de esta tormenta económica, el senador ultraconservador y representante del Tea Party, Ted Cruz (derecha), rehusó aceptar el golpe político
Pero los costos de esta crisis políticamente manufacturada no sólo se registran en la reprobación de la opinión pública, de sus representantes y su pueblo, sino para el Partido Republicano en particular, en lo que todos, incluidas varias de sus figuras más destacadas, reconocen como una derrota para el partido. Todas las encuestas recientes muestran que el público culpa más a los republicanos (aunque nadie salió ganando).
El propio líder de la cámara baja, el republicano John Boehner, reconoció la derrota: luchamos la buena pelea. Simplemente no ganamos. Tal vez preocupante para él es que la cámara aprobó el acuerdo sólo con una minoría (87) de su bancada –todos los 144 votos en contra eran de republicanos– y casi todos los 200 votos demócratas.
Para otras figuras influyentes del partido, como el senador John McCain, fue algo peor. Fue un error terrible. Infligimos dolor sobre el pueblo estadunidense de manera totalmente innecesaria. Agregó que toda esta crisis ha sido uno de los capítulos más vergonzosos que he visto en los años que he estado en el Senado.
Sin embargo, uno de los líderes de la estrategia que detonó esta crisis, el senador ultraconservador y representante de la corriente Tea Party, Ted Cruz, de Texas, rehúso aceptar la derrota. “Desafortunadamente, el establishment de Washington está fracasando en escuchar al pueblo estadunidense”, afirmó.
Todo indica que la polarización entre los republicanos continuará presentando un desafío para la cúpula tradicional del partido.
Pero más allá del costo político, también hubo un costo económico por el estancamiento de Washington. Economistas y analistas consideran que la economía perdió miles de millones de dólares por esta crisis política. La calificadora Standard & Poor’s calculó que todo esto costó el equivalente de 24 mil millones de dólares para la economía, y que eso se reflejará en una reducción en el crecimiento del PIB para el cuarto trimestre.
Sin embargo, tal vez el costo económico más severo es que este acuerdo temporal de última hora continuará generando incertidumbre, algo que siempre preocupa a los encargados del sector financiero internacional.