Sudáfrica, la barbarie: lesbianas sometidas a «violación curativa»

Nathalie Rosa Bucher.*

Están matando mujeres en Ciudad del Cabo, aseguró Ndumie Funda, directora de un proyecto de apoyo a lesbianas en el vecindario de Gugulethu, cerca de esta ciudad sudafricana. Su novia, Nosizwe Nomsa Bizana, fue violada por cinco hombres al igual que su amiga Luleka Makiwane. Una murió de meningitis criptocócica y la otra contrajo el vih y falleció a causa del sida.

En honor a ellas, Funda llamó al proyecto LulekiSizwe, dedicado a atender principalmente a adolescentes y jóvenes de ese distrito, la mayoría a punto de terminar sus estudios secundarios. Las lesbianas de entre 16 y 25 años son las más vulnerables y suelen ser rechazadas por sus familias, explicó.
   
No hay estadísticas serias acerca de la frecuencia de lo que se llama "violaciones correctivas".

Un delito con varios nombres

"El problema existe desde hace muchísimo tiempo, pero nuestra comprensión del asunto emergió en los últimos años", indicó Emily Craven, coordinadora del Joint Working Group (grupo de trabajo conjunto),organización de lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI) de Sudáfrica.
Hay más denuncias, apuntó, incluso a principios de junio se hizo el primer juicio por violación a un "gay". Craven sostiene que es apenas la punta del iceberg.

"No hay consciencia sobre los delitos homofóbicos y violaciones ‘correctivas’", subrayó la activista Ndumine Funda. "Necesitamos un plan de acción, intervenir e investigar, y un presupuesto para analizar los problemas que deben afrontar las lesbianas".

El término violación curativa es más fuerte, según Bernedette Muthien, cofundadora y directora de la organización Engender. "Es una violación que pretende curar a la víctima de su ‘rareza’", explicó. La campaña 07-07-07, llamada así por el asesinato de Salome Masooa y de Sizakele Sigaza el 7 de julio de 2007, empleó el término violación de odio.

"La policía suele actuar con negligencia en las investigaciones y los oficiales homofóbicos suelen someter a las víctimas a una doble discriminación", señaló Emily Craven. "El sistema judicial es lento y está plagado de casos de agresiones. Además es difícil convencer a los fiscales de la motivación homofóbica de los delitos".

No existen cifras confiables de cuántos delitos se cometen por discriminación en Sudáfrica. Pero el horror de la violencia sexual en este país está bien documentado y se ha difundido. El Servicio de Policía de Sudáfrica registró 36.190 violaciones y agresiones sexuales entre abril y diciembre de 2007. Pero se cree que hay 10 veces más casos.

De los 1.738 hombres entrevistados para un estudio del Consejo de Investigación Médica, divulgado en junio, 27,6 por ciento reconoció haber violado a una mujer o una adolescente.

"Participé en muchas conferencias, de Nueva York a Afganistán, pasando por los Balcanes, África y hasta América Latina, y pregunté. Las violaciones existen en todo el mundo y suelen ser perpetradas por amigos y familiares", señaló Bernedette Muthien, cofundadora y directora de la organización no gubernamental Engender, con sede en Ciudad del Cabo.

"Existe desde el inicio del patriarcado y se ha usado para controlar la sexualidad de la gente, en especial de las mujeres, pero también de algunos hombres. Muchísimas amigas y compañeras sobrevivieron a una violación ‘curativa’", añadió.

El estudio de MRC urge a adoptar un enfoque mucho más amplio para prevenir el flagelo, como "intervenir en las principales causas del problema, desde las concepciones de masculinidad, erigidas sobre una jerarquía de género, hasta la primacía de la sexualidad del hombre".

La ley no protege

Una de las particularidades de Sudáfrica es que se trata de uno de los siete países donde el casamiento entre personas del mismo sexo es legal, indicó Craven. Su avanzada Constitución y legislación contempla a la comunidad LGBTI, pero sus miembros viven con miedo. "La gente confía en las leyes y su decisión de revelar su condición termina dejándolas expuestas a las agresiones", señaló.

"No comprendemos del todo la Constitución, en especial en materia de igualdad de derechos. Todo el mundo tiene una dignidad inherente", subrayó Nozizwe Madladla-Routledge, ex viceministra de Salud y miembro del Comité Ejecutivo del Congreso Nacional Africano en la marcha contra el odio en la provincia de Cabo Occidental, el 7 de agosto.

Además, propuso elaborar pautas de conducta. "Tenemos que incluir el asunto en los planes de estudio escolares e incluir temas de educación sexual y de género que han sido descuidados".

Casos emblemáticos como el asesinato de Eudy Simelane, jugadora de fútbol de la selección femenina de Sudáfrica, de Zolizwa Nkonyana y el doble crimen de Masooa y Sigaza se utilizaron en la campaña para crear mayor consciencia y reclamar justicia. "Esos casos fueron muy importantes, no sólo para reclamar justicia, pese a que fue nuestra principal prioridad, sino para sentar precedentes legales en torno a delitos por discriminación y para que los responsables sepan que por más que odien a los gay no pueden agredir, violar y asesinar con impunidad", subrayó Craven.

"La legislación no contempla delitos por discriminación en Sudáfrica, por lo que es muy importante conseguir un juez que dictamine y registre que la homofobia fue el móvil de una agresión", puntualizó.

Justicia demorada

Los delitos por odio no son "asesinatos comunes", subrayó Craven en su alocución en la Marcha contra el Odio. "La policía y la fiscalía se niegan a investigar casos motivados por odio, el sistema de justicia suele ser lento y vivimos en una sociedad violenta. Por cada asesinato hay muchas más víctimas", añadió. El juicio por el caso de Nkonyana se aplazó 20 veces.

"Zolizwa no es el único caso. La gente es reacia a hacer denuncias", relató Funda. "No te toman en serio, la policía se burla y te dicen ‘te lo buscaste por actuar como un hombre’ (…) La cuestión de la masculinidad es clave para comprender los delitos de homofobia y todo tipo de violencia de género, que incluye a los otros", explicó Craven.
"No se trata sólo de que una persona confiese ‘soy lesbiana’ y de que otra diga ‘odio a las lesbianas’ y la mate o la viole".

"Se trata de una cuestión de género, de subvertir el poder masculino en la sociedad, se trata de una mujer que no necesita a un hombre ni para el sustento económico ni para lograr placer sexual, se trata de mujeres que visten de una forma que no se considera femenina o que beben en tabernas hasta tarde o se defienden si las atacan", explicó.

Consultada por las causas de raíz de la violencia contra la comunidad LGBTI, Funda explicó que los agresores tienen miedo de algo que no conocen y su incapacidad de aceptar su propia sexualidad. Las mujeres que son abiertamente lesbianas deben ser cuidadosas. Las que tienen un perfil más masculino desafían a las tradiciones patriarcales africanas. "No estuve en el bosque", apuntó Funda, en alusión al rito de iniciación xhosa tras el cual los varones jóvenes circuncidados van al monte.

"No soy un hombre", remarcó. "Soy muy cuidadosa. No voy a los ‘shebeen’ (bares ilegales). Evito zonas muy concurridas. Tengo cuidado con quién me relaciono", añadió.

"En las zonas rurales y los distritos de mayoría negra hay muchos casos de violencia homofóbica", indicó Craven. "En las escuelas se perpetran muchas violaciones correctivas y otro tipo de abusos contra los jóvenes que comienzan a definir su sexualidad (…) En áreas rurales, fuera de la mirada de organizaciones defensoras de los derechos LGBTI, al apoyo a las víctimas es frágil".

El rol del periodismo

Los medios de comunicación contribuyeron a difundir el problema y le dieron mayor visibilidad, señaló Bernedette Muthien, de Engender. "Pero la cobertura no ha sido buena, sino sensacionalista y descontextualizada. No se exhorta a la gente a actuar cuando aparecen esos casos. No se dice que la lesbiana que fue brutalmente asesinada tenía una madre, podría tener hijos, un padre, hermanos y hermanas y vecinos".

"En ciertas comunidades activas, la cantidad de casos de violencia de género y de violaciones curativas es baja. Tenemos que trabajar más en ese sentido y hablar de cómo el sistema judicial nos falla", indicó Funda.

"La gente se calla, pero nunca me amenazaron", añadió. Ella logró obtener respeto dentro de su comunidad e insiste en que para poder hacer el trabajo que hace debe vivir a Gugulethu. Además de dar apoyo, y a veces refugio, a algunas mujeres necesitadas, también formó un equipo de fútbol y está vinculada a varias organizaciones de LGBTI. "Incluso conmemoramos un día del orgullo gay en 2005 y 2006 en el complejo deportivo de Gugulethu y la respuesta de la gente fue increíble".

"Mandela dijo ‘mi camino es largo’. Lo mismo pasa en este caso. Nadie conocía a Madiba (como se lo llama a él) ni a Biko. Pero peleamos por ellos. Lucharé hasta que me quede la última gota de sangre", aseguró desafiante.

* Periodista.
Despacho de InterPress Service (http://ipsnoticias.net).

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