Teódulo López Meléndez / El discreto encanto del perseguidor
De la vieja acepción griega el héroe apenas conserva el enfrentamiento con el villano. Ya no es un semidiós (ἥρως hērōs), ya no es la concepción de una diosa que tuvo a bien refocilarse con un mortal. El héroe de ahora quizás se acerca un poco más a la concepción literaria de encarnación de cualidades –aunque los héroes de las novelas son variados y variopintos.
Madame Bovary es una heroína en el sentido literario, pero no es a eso a lo que me refiero. Ya Aristóteles había hecho amplias disquisiciones sobre el tema adelantándose a los novelistas. En el medioevo era la materialización de los valores positivos prevalecientes, esto es, la figura del caballero.
Hoy día los valores –afortunadamente- van por los caminos de la libertad y del respeto a los derechos humanos, aunque Touraine advierta sabiamente que hay peligro totalitario en el horizonte y los lectores alarmados vuelvan a las páginas de Hannah Arend.
No pretendo perderme en disquisiciones sobre el concepto de heroísmo ni introducirme en sesudas incisiones literarias, mitológicas o filosóficas. Es, simplemente, que estos días me ronda el nombre de Luis Moreno-Ocampo, el Fiscal de la Corte Penal Internacional, esto es, el perseguidor.
He dicho muchas veces que, para mí, Nelson Mandela fue el último héroe del siglo XX. Su dimensión moral y ética, su desprendimiento del poder, su larga cárcel y su lucha contra el apartheid y, sobre todo, la búsqueda de la unidad racial y política de Sudáfrica –sin retaliaciones ni venganzas posteriores- lo convierten en un héroe viviente, pero si bien lo marca la pasada centuria, deja su huella para considerar quién es un héroe en estos inicios del siglo XXI.
Creo que el calificativo de primer héroe de este siglo se lo merece Luis Moreno-Ocampo, el perseguidor. Cuando el Derecho Internacional avanzó de tal manera que fue posible establecer el Tribunal Penal Internacional se abrió una espita donde los crímenes contra la humanidad ya no serían asuntos locales, sino que una justicia podría perseguir más allá de los límites geográficos. Esto es, del planeta todo pasaba a ser el escenario de la condena.
Luis Moreno-Ocampo es un abogado argentino que desde el inicio de su ejercicio como tal dio muestras de hacia donde se inclinaba. Fue ayudante del Procurador General de su país y luego fue el Fiscal –es necesario recordarlo- en el famoso “Juicio a las Juntas” contra los nueve integrantes de las juntas militares que gobernaron Argentina y entre los cuales se encontraban algunos ex-jefes de Estado.
El único antecedente que había entonces era el Juicio de Nuremberg. Moreno-Ocampo fue luego contra el alto mando de la Policía de Buenos Aires por crímenes contra los derechos humanos, luego contra los “carapintadas” por sus dos intentos de golpe de Estado y luego contra los mandos castrenses en la Guerra de Las Malvinas por incumplimiento de deberes militares.
Este profesor visitante de las Universidades de Harvard y Stanford tomó posesión el 16 de junio de 2003 del cargo de Fiscal Jefe de la Corte Penal Internacional, por elección de 70 países y sin oposición alguna.
Ha tenido trabajo desde entonces el fiscal de discreto encanto. Slobodan Milosevic y de Liberia Charles Taylor, los casos de Uganda y del Congo. El perseguidor no descansa. El último villano al que ha enfrentado se llama Omar al-Bashir, el presidente de Sudán, el mismo que estuvo sentado entre Jefes de Estado en esa lamentable conferencia árabe-latinoamericana, el mismo que ha sido invitado a visitar Venezuela por nuestro candidato a mirar a los ojos al Fiscal Moreno-Ocampo.
En 2005 el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ordenó a la Corte investigar el caso de Darfur, donde se calculan unos 400 mil muertos y millones de refugiados. El Fiscal entró en acción y consiguió lo que hasta ahora era inédito en el Plano del Derecho Internacional Público: la condena y orden de arresto a un Jefe de Estado en ejercicio. Obama al-Bashir todavía está libre, mientras algunos países africanos y árabes lo apoyan bajo el argumento de que su prisión podría empeorar las cosas en Darfur. Vaya manera de concebir el respeto al hombre.
Tarde o temprano al-Bashir caerá. Luis Moreno-Ocampo no es hombre de montarse pajaritos en el aire. Sabe que la decisión implica primero una justificación fuerte para una acción interna y que caerá tarde o temprano. Si el genocida de Darfur decide salirse de los países que lo protegen y da un mal paso será arrestado. La Corte Penal Internacional no tiene una policía para ir a arrestarlo. Ahora lo importante es detener lo que ocurre en Darfur. Ahora lo importante es que se ha dicho de manera clara “no más crímenes de guerra, no más crímenes contra la humanidad, no más genocidios”.
En el documental Darfur Now se trata al perseguidor Luis Moreno-Ocampo como a un héroe. Estoy de acuerdo. El perseguidor de discreto encanto, el fiscal implacable, es el primer héroe del siglo XXI.
* Escritor.