TIEMPO DE PESADILLAS

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Normalmente, a los políticos se los acusa de acomodar la realidad para convencer a electores desinformados. Otros se refieren a ellos directamente como mitómanos. A unos pocos, se los califica de ilusos. Y en contadas oportunidades se los apoda de soñadores.

Éstos últimos, constantemente están pensando en una sociedad mejor y, por eso, se despegan de la realidad. Se ponen por encima de las prebendas con que tienta el poder. Sueñan. Están en la utopía de Tomás Moro. Pero, a la vez, se preocupan de dar respuestas adecuadas que, ¡ojalá!, se acerquen lo más posible a sus sueños.

Ese es el ideal. Y las sociedades se debaten entre tal cima y el abismo en que están todos los que cosechan los otros epítetos.

Es el transcurrir normal. De vez en cuando, sin embargo, las tentaciones del poder arrasan y las locuras de los sueños ponen el ambiente irreal. El escenario se llena de una espesa neblina. Aparecen monstruos que nos muestran sólo desastres. Que nos llevan volando a parajes desconocidos, en que engendros maléficos intentan arrastrarnos con ellos al averno. El resultado son largas pesadillas.

Es lo que estamos viviendo en Chile.

Ayer, lunes 14 de mayo de 2007, una nueva falla en el tren metropolitano dejó a miles de santiaguinos indignados. Tuvieron que caminar hacia sus trabajos. Y debieron hacerlo en medio de una de las peores emergencias ambientales que ha vivido Santiago en los últimos años. Pero como en las pesadillas las cosas no son simples, el aire se puso más venenoso cuando las fuerzas policiales lanzaron gases lacrimógenos.

Así respondieron a la ira de ciudadanos que aún no se han dado cuenta que pronto despertarán y el sol estará alumbrando.

El domingo 13 de mayo, el ex presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle hizo una de las apariciones mediáticas más destacadas de su vida política, incluyendo los seis años de su administración. Durante la Junta Nacional de su colectividad, la Democracia Cristiana (DC), declaró que era partidario de estatizar el sistema de locomoción de la capital.

Sus razonamientos, como en los sueños, saltaron de la realidad de naciones desarrolladas como Francia, Inglaterra o España, a lo inexplicable de que el Estado chileno le regale dinero a los privados ineficientes que operan el Transantiago.

Desde quién sabe dónde, surgieron voces que preguntaban, como en sordina: ¿Por qué no hizo eso cuando fue Presidente? El problema de la locomoción ya estaba latente. Fue creado durante la dictadura, cuando los empresarios del gremio de camioneros recibieron como premio a sus desvelos golpistas, la destrucción de la red ferroviaria y la privatización total de la locomoción colectiva.

La derecha reaccionó airada contra Frei. Carlos Larraín, presidente de Renovación Nacional (RN), dijo que éste sería el último zarpazo socialista. El primero habría sido la implementación del Transantiago. Estamos en plena pesadilla.

Como en todo mal sueño, los terrores amenazan constantemente con desbordarse. En la previa a la Junta DC, el senador Adolfo Zaldívar abrió su boca y, casi en un rugido, dijo por El Mercurio que “esta Concertación de pituteros (…) no da para más”. Y como los sueños, sueños son, yo podía escuchar la voz del senador Andrés Allamand hablando del “desalojo”. En la pesadilla, un eufemismo para referirse al golpe de Estado.

Superponiéndose a estas visiones, Adolfo volvía a la carga anunciando que “un quinto gobierno de la Concertación le haría mal a Chile”. Según él, la derecha también está agotada. Y no esperemos propuestas constructivas. Las pesadillas son así.

Es cierto que en un momento pareció que salía un rayito de sol. Fue cuando la presidenta llamó a dejarse de leseras. Pero los nubarrones taparon rápidamente el hueco y nadie le hizo caso. Siguieron en la pelea chica. Parecía que la presidenta Michelle Bachelet era militante del Partido Radical Social Demócrata (PRSD). No la tomaron en cuenta.

fotoComo las pesadillas juegan con el tiempo, de repente la mandataria apareció diciendo que ella intuía que lo del Transantiago sería un fiasco, pero que no le hizo caso a su intuición. Un coro de monstruos aulló amenazante. Uno, incluso, dijo que ahora habría que consultar chamanes. Poco después, el ministro de Transporte, René Cortázar, confesaba que todas las noches rezaba para que no lloviera. Clamaba por la ayuda divina para que los sufridos pasajeros del Transantiago no se mojaran.

Dios parece que le escuchó y aquí estamos con el aire que amenaza la vida de niños y ancianos. Y como si esto de las plegarias fuera contagioso, el ministro de Agricultura, el veterinario Álvaro Rojas, dijo que oraba para que lloviera. Ahora se trataba de darle una mano a los agricultores.

En los sueños, la razón no corre, así es que las contradicciones son pelos de la cola. Que a nadie le preocupara el aire que se respira, otro elemento más de pesadilla. Hasta ahí todo de sueño, pero ningún monstruo bramó por esto de rezar. Eran dos ministros varones que mostraban su sensibilidad católica. La intuición de la señora Bachelet era una debilidad femenina insoportable.

Estoy empezando a sentir frío. Debe ser el sudor que se hiela en la mañana. Confío en despertar y que el sol alumbre, aunque sea entre la bruma de la contaminación. Las pesadillas se terminan cuando uno despierta. ¿O no?

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* Periodista.
wtapiav@vtr.net.

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