Transición

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Álvaro Cuadra.*

Los chilenos estamos convocados a votar por dos candidatos que no satisfacen las demandas de cambios a la que aspira uno de cada cuatro electores. Este segmento de izquierdas, por llamarlo así, está formado por un espectro variopinto de partidos, movimientos e independientes. Las opciones ante las “candidaturas reales”, son básicamente dos: votar por el “mal menor”, o bien, desentenderse de la dicotomía planteada y votar nulo. Examinemos sucintamente las dos argumentaciones.

Votar nulo obedece a un diagnóstico según el cual, un sistema perverso como el binominalismo nos ha llevado, por enésima vez, a elegir entre una derecha neopinochetista y una candidatura que representa el continuismo de una fórmula concertacionista desprestigiada como modo de administrar el modelo neoliberal. Desde este punto de vista, los dos candidatos se equivalen, en cuanto ambos son los rostros pseudo democráticos que buscan perpetuar el modelo económico vigente, así como el modelo político amparado en el actual orden constitucional.

En pocas palabras, la mentada transición ha sido un fracaso o, peor todavía, nunca fue. Por tanto, lo políticamente correcto para la izquierda sería anular el voto.

La tesis del “mal menor” reconoce la precariedad del sistema democrático vigente y los vicios que ello ha engendrado en la coalición gobernante, sin embargo, no establece, de buenas a primeras una equivalencia entre el neopinochetismo y el candidato oficialista. Esta opción supone que si bien la transición es un proceso todavía inconcluso, existen en él una serie de elementos que deben ser valorados y revitalizados.

En este sentido, un gobierno concertacionista es el espacio político real, aquí y ahora, para profundizar un proceso de democratización del país, mientras que el neopinochetismo es la clausura de toda posibilidad a ese respecto.

Los dilemas políticos no se resuelven tan sólo en el plano de las argumentaciones, bien sabemos que ellas traducen, en último trámite, las fuerzas e intereses en pugna en un momento de la historia. La izquierda chilena hoy se encuentra dividida, a lo menos, en tres grandes ejes, a saber:

– Una izquierda concertacionista que forma parte del proyecto oficialista y que ha adherido a la figura del ex presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle desde el inicio de su campaña.

– Una izquierda disidente que formó parte del proyecto oficialista la misma que levantó la candidatura de ME-O y que en su mayoría se muestra reacia a votar por el candidato oficialista o por el neopinochetismo.

–Por último, está la izquierda tradicional que se organizó en torno a la candidatura de Jorge Arrate y que hoy, tras una rápida negociación de aspectos fundamentales para el país, se muestra dispuesta a apoyar las pretensiones del ex mandatario para llegar a La Moneda.

Desde una perspectiva amplia de izquierdas, lo más sensato parece oponerse al neopinochetismo, reclamando su espacio político al interior de un sistema democrático que, por precario e insano que sea en el presente, abre la posibilidad cierta de profundizarlo.

El voto nulo, por el contrario, es un gesto políticamente incierto y riesgoso. Sostener que la izquierda se fortalecería en un escenario de hegemonía neopinochetista es ingenuo. No nos engañemos, un triunfo de la derecha sólo fortalece a la derecha.

En la actual coyuntura política electoral, la responsabilidad que le cabe a la izquierda es hacerse cargo de su propia historia como antagonista de los poderosos parapetados hoy detrás del rostro sonriente de su candidato Sebastián Piñera.

* Doctor en semiología, Universidad de La Sorbona, Francia. Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados, Universidad ARCIS, Chile
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