Tres escenarios sobre la batalla de la ciudad de Gaza

Alfredo Jalife-Rahme*

Se deben colocar en perspectiva las desproporcionadas dimensiones del ejército invasor israelí, dotado de un máximo de 400 ojivas nucleares frente a la guerrilla islámica Hamas: se trata de una guerra entre un elefante militar (Israel) y la hormiga palestina (Hamas).
¿Qué dicen los mapas? Los mapas en el cuerpo de este artículo ilustran sobre quienes ocupaban el territorio de Palestina en 1946 y quienes a partir de entonces se enseñorean en ellos; la simpleza de su trazo infográfico bien puede valer más de mil palabras.

 

 La Franja de Gaza no es un país –hoy sitiado por cielo, mar y tierra y carente de agua y alimentos, no se diga de ayuda humanitaria sanitaria–, sino un dantesco campo de refugiados cuya aplastante mayoría, de millón y medio del total de sus habitantes, vive en condiciones infrahumanas de hacinamiento en la ciudad de Gaza, también cercada por el ejército invasor israelí.

De allí el gran número de víctimas civiles de su población, entre la que se ha guarecido el grueso de las cinco brigadas (alrededor de 25.000 combatientes) Ezza e-Din al Qassam del grupo guerrillero Hamas. Israel cuenta con 168.000 tropas activas y 408.000 reservistas (Globe and Mail, 16/9/07), ¡casi 25 veces más de soldados profesionales que los guerrilleros de Hamas!

Se trata de una “Guerra de la Cuarta Generación” de guerra asimétrica –cuyo teórico es William S. Lind– entre el ejército israelí, el más poderoso de Oriente Medio gracias a su apoyo exterior (Bajo la Lupa, 4/01/09), y Hamas, cuyo máximo arsenal consiste de cohetes de corto alcance comprados de contrabando, probablemente en Sudán, a través de la ruta Philadelphi y Rafah, mediante túneles en la frontera de Egipto con la franja de Gaza (Stratfor, 3/1/09) que a duras penas asestan rasguños a Israel.

La triste realidad es que en una guerra convencional, como ha sido demostrado en los pasados 60 años, la fuerza armada israelí dispondría letalmente del equivalente a los ejércitos regulares de los 22 miembros juntos de la Liga Árabe.

El inmisericorde sitio a la ciudad de Gaza no pertenece a la clásica guerra regular, sino al género de guerra asimétrica, en donde Hamas desea emular las hazañas de Hezbolá en Líbano, que inflingió la primera derrota histórica al omnipotente ejército israelí.

Hamas no dispone de fuerza aérea –y el único aeropuerto en la franja de Gaza se encuentra cerrado– frente a la fuerza aérea más poderosa de Oriente Medio del ejército invasor israelí cuyos pilotos son considerados mejor preparados que sus instructores de Estados Unidos.

En el mar no existe comparación cuando Israel detenta submarinos dotados con ojivas nucleares frente a las “lanchas” palestinas.

Ante el despliegue masivo de tanques israelíes tampoco hay proporción. Hamas, parapetado entre la población civil del campo de refugiados de la megaldea de Gaza –quizá la más densamente poblada del planeta–, solamente dispone de cohetes de corto alcance (que, por cierto, la propaganda israelí pretende haber destruido en su mayoría en los primeros días de su masiva destrucción celestial) y de cohetes antitanque que pueden resultar la gran sorpresa, además, de las consabidas armas urbanas (bazucas, ametralladoras, explosivos, fusiles, pistolas, etcétera).

A Hamas, como último recurso de supervivencia le conviene atraer al ejército invasor israelí a los dédalos callejeros de la megaldea de Gaza, para inflingirle el máximo de bajas posible (al estilo Hezbolá), donde sus suicidas “hombres-bomba” ofrendarían sus vidas como característica de su cultura del martirologio.

Stratford, centro de pensamiento muy cercano a Israel, comenta que el soldado de infantería israelí se ha vuelto muy “temeroso al riesgo”; es decir, prefiere usar al máximo su asombrosa panoplia tecnológica en lugar de enfrentarse en un combate cuerpo a cuerpo con sus enemigos.

En este contexto de guerra asimétrica se vislumbran tres escenarios:

1. Aniquilamiento total de Hamas;

2. Atracción del ejército israelí a una guerrilla urbana en la ciudad de Gaza, y

3. Un intermedio entre el 1 y el 2, donde Israel se quedaría en las afueras de la zona urbana por temor a sufrir severas bajas.

Si la invasión militar israelí, entre sus múltiples causales, se debió también a las próximas elecciones del 10 de febrero –donde Bibi Netanyahu, encabeza(ba) las encuestas–, entonces es probable que el ejército invasor israelí se atenga a nuestro escenario mixto “número 3”.

Aunque provoque justificada hilaridad en los lectores, el trío Olmert-Livni-Barack es más “moderado”, relativamente, que el superhalcón Bibi Netanyahu, líder del fundamentalista partido Likud de oposición.

El primer Ehud Olmert (atrapado en un fraude por lo que anticipó las elecciones) y su canciller Tzipi Livni pertenecen al partido Kadima que gobierna en coalición con el ministro de Defensa y ex primer general, Ehud Barack, líder del partido Laborista.

Cada implementación de los tres escenarios conlleva(rá) ajustes dramáticos en la geopolítica regional.

En el primer escenario, el aniquilamiento de Hamas implicaría una derrota de sus aliados Siria e Irán, y la “victoria” de los países árabes pro-EEUU (v.gr Egipto, Jordania, etcétera), lo cual daría luz verde a Israel a imponer su solución –prácticamente la paz de los sepulcros– al contencioso palestino, avalada por la Autoridad Nacional Palestina que gobierna en Cisjordania y preside Mahmud Abbas, aliado de EU. De paso, Egipto (principal potencia militar árabe) eliminaría la presencia “molesta” de un aliado iraní en su frontera de Gaza.

El segundo escenario constituiría en una apoteosis de Hamas, en caso de detener el avance de Israel en la megaldea de Gaza, lo cual tendría repercusiones tanto en Cisjordania, donde los palestinos de Fatah no tendrían otra opción que emular las hazañas de sus compatriotas, como en el mismo Israel, donde se ha mostrado muy inquieta el 25% de su población árabe.

El tercer escenario, el más probable debido a la épica resistencia de Hamas, sería un empate técnico que representaría una victoria táctica palestina, que con el simple hecho de haber sobrevivido obliga a tomar en cuenta su invaluable presencia simbólica, en el caso de una solución negociada que sería menos dañina a los intereses integrales de su nación.

Una vez más Israel pierde su “guerra de propaganda” ante la opinión pública regional e internacional cuando detrás de su enésima guerra de Gaza y sus “limpiezas teológicas” concomitantes, se perfila una “guerra demográfica” que no se atreve a pronunciar su nombre.

Los "daños colaterales" estratégicos han sido perjudiciales para Israel, según la confesión misma de su portal Debka (5/01/09), lo que coloca en relieve la probable ruptura de sus relaciones militares con el primer ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, mientras el gobierno francés de Nicholas Sarkozy se ha distanciado de los excesos bélicos de Tel Aviv.

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