Tronador II: un nuevo paso hacia la fabricación de un lanzador de satélites argentino
Se prevé que el lanzador de satélites Tronador II-250 podría estar listo para el final de la década y ello constituye una buena noticia para la soberanía espacial. Argentina, a partir de ese momento, formará parte del selecto grupo de 10 naciones (la única en Latinoamérica) que realizan el ciclo espacial completo: no solo diseñará sus propios satélites, sino también los enviará al espacio. Desde Córdoba, en las instalaciones de la empresa Valthe, la Comisión Nacional de Actividades Espaciales coordinó la realización de las pruebas de motores y “fueron exitosas”.
Se espera que el Tronador tenga la capacidad de enviar satélites de entre 500 y 750 kilogramos a una distancia de 600 kilómetros de la Tierra. Ello representa una serie de ventajas para el país: ya no será necesario recurrir al servicio prestado por otras naciones, ni tener que aguardar a sus tiempos para el despegue. Soberanía espacial que se traduce en dejar de depender de otros actores para realizar avances científicos y tecnológicos en el área.
“Estamos contentos, salieron muy bien las pruebas del motor de segunda etapa. La particularidad que tiene es que es el primero realizado en Argentina con técnica aditiva y además refrigerado”, explicó a Página 12, Marcos Actis, presidente de VENG, quien forma parte del proyecto Tronador desde 2007. La iniciativa avanzó hasta 2015, luego se vio interrumpida durante el macrismo y desde mediados de 2020 volvió a adquirir fuerza. Luego sostuvo: “Los motores utilizan oxígeno líquido y kerosene, algo similar a lo que usa Space X (de Elon Musk). Podemos decir que a partir de este momento hemos madurado la tecnología del motor. El paso siguiente es avanzar sobre el desarrollo de turbobomba y luego realizar el motor de primera etapa”.
El cohete tiene dos etapas: la primera que llega hasta 100 kilómetros de altura (es la que consume la mayoría del combustible porque debe frenar la aceleración de la Tierra y la resistencia de la atmósfera) y la segunda que inicia cuando se separa el cohete y sigue camino el motor (que este martes fue testeado) que conducirá el satélite a órbita, a unos 600 kilómetros.
Pruebas de fuego
Desde temprano en la mañana, los equipos de VENG (empresa estatal y principal contratista del proyecto) se reunieron en General Ordoñez (Córdoba) para evaluar las condiciones de posibilidad de la prueba del motor bautizado «RS2» por su nombre técnico. Con toda la expectativa que generan los ensayos de las innovaciones tecnológicas, el nuevo sistema de inyección y las cámaras de empuje (espacio en el que se realiza la combustión) respondieron con éxito.
“Hace poco estuvimos en Pipinas (Buenos Aires) porque estaban terminando la soldadura de los tanques. Es un prototipo del artefacto que llevará el combustible para el Tronador II. Lo que hoy se estuvo probando fue un prototipo de motor para la etapa 2 del cohete. Es un hito importantísimo porque es la primera vez que llegamos a este punto del lanzador argentino”, apuntó Daniel Filmus, ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación. Estos ensayos, como se puede aventurar, son vitales por el nivel de complejidad que tiene la industria aeroespacial. Sencillamente, cuando se ponga en funcionamiento la versión final del Tronador II-250 nada podrá salir mal y motores similares a los que este martes exhibieron su potencia (necesaria para trasladar el lanzador) serán los protagonistas de la hazaña futura hacia finales de la década.
En paralelo, la Conae avanza en los ensayos de vehículos experimentales. Denominados TII-70 y TII-150 constituyen versiones previas al lanzador que son diseñadas y serán probadas con el objetivo de ganar experiencia, hasta que el artefacto definitivo esté listo para ser utilizado. Con 70 centímetros de diámetro, el primero en ser lanzado hacia 2026 desde el Centro Espacial Punta Indio será Tronador II-70. Se espera que alcance los 140 km de altura y permitirá monitorear aspectos como la microgravedad. Luego, el Tronador II-150, de 1 metro y medio de diámetro, pondrá a prueba el motor de primera etapa de 30 toneladas de empuje, y será alimentado por turbo-bombas. En este caso, será lanzado desde el Centro Espacial Manuel Belgrano, en Bahía Blanca.
La articulación es el motor
El trabajo que realiza Conae y que incluye a la empresa VENG como principal contratista, también involucra los esfuerzos de investigadores e investigadoras de 50 empresas nacionales y de instituciones públicas del sistema de CyT. Destacan, entre otras, las universidades nacionales de La Plata y de Mar del Plata, y empresas de base tecnológica como Valthe Ingeniería (sede de este ensayo), FAdeA, Inoxpla, 2G Composites, INTEMA o Kohlenia. Desde esta perspectiva lo destacó Filmus: “El desarrollo del presente es el fruto de la articulación entre la Conae, la empresa estatal VENG y Valthe, una institución de altísima tecnología aquí en Córdoba que está liderando la tarea. La industria espacial tiene una capacidad de derrame impresionante, con el diseño de tecnologías que luego se utilizan y aprovechan en diferentes industrias”.
Quizás como ningún otro sector, el aeroespacial permite evidenciar los modelos de país subyacentes en pugna. En Argentina, tanto históricamente como en el presente prevalecieron esencialmente dos: uno que apuesta a la gestación del conocimiento propio y que confía en que la ciencia es una inversión a futuro, y otro que concibe el financiamiento de las actividades científicas y tecnológicas como un gasto. Los tiempos que maneja la ciencia no son los tiempos de la política; por este motivo, con normas como la Ley de Financiamiento (que prevé el incremento plurianual de la inversión en CyT hasta llegar al uno por ciento del PBI en 2032), se busca convertir en política de Estado.
“Es clave el largo plazo. El Plan Espacial es estratégico porque nos permitirá antes del final de la década contar con una plataforma de lanzamiento y el lanzador propio en Argentina. El país pasaría a completar todo el ciclo espacial: no solo fabricamos nuestros satélites, sino que en poco tiempo podremos enviarlos al espacio por nuestros medios”, recalcó el ministro.
Incluso, una vez lograda esa capacidad de lanzamiento, hacia 2029 Argentina estará en condiciones de prestar el servicio a otras naciones que así lo requieran. Por eso la insistencia en construir un apoyo que sea independiente de las intenciones de los gobiernos de turno.