Estados Unidos activó el miércoles un incremento de los aranceles sobre las importaciones del acero y el aluminio, que pasan a duplicarse hasta el 50% y añaden más incertidumbre a las negociaciones con China o la Unión Europea (Ue) para alcanzar acuerdos que pongan fin a la guerra comercial. Su orden ejecutiva precisó que la medida es necesaria para que dichas importaciones «no amenacen con perjudicar la seguridad nacional».
De acuerdo con el presidente Donald Trump, este nuevo golpe ilegal al comercio internacional se debe a que los aranceles previamente impuestos a dichos metales aún no han permitido que estas industrias desarrollen y mantengan una tasa de utilización de la capacidad de producción necesaria en EU. En un decreto, el mandatario aseguró que el incremento proporcionará un mayor apoyo a estas industrias y reducirá o eliminará la amenaza para la seguridad nacional que suponen las importaciones de artículos de acero y aluminio y sus derivados.
Trump consideró que aunque los gravámenes del 25% han facilitado «un sostenimiento crítico de los precios» en el mercado nacional, todavía no han permitido que estas industrias desarrollen y mantengan las tasas de utilización de la capacidad de producción que son necesarias para su fortaleza y las necesidades de defensa nacional. El Reino Unidos no se verá afectado por la subida del 50% y sus aranceles se quedarán en el 25%, en virtud de un acuerdo bilateral del que se revisará su cumplimiento en julio.
A su vez, la Unión Europea ha lamentado el incremento de los aranceles al acero y al aluminio, sobre todo después de que una reciente llamada entre el mandatario estadounidense y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ayudara a acercar posturas después de que el propio Trump amenazara con activar gravámenes generalizados del 50% para la Ue por la falta de avances.
El incremento al resto llega después de que los tribunales en EU hayan comenzado a poner trabas a gran parte de su política arancelaria –la referida a los mal llamados «aranceles recíprocos»– o de que el propio presidente, sin dar detalles, haya acusado a Pekín de vulnerar un acuerdo alcanzado a principios de mayo para rebajar temporalmente los gravámenes mutuos. Su arrebato fue replicado el martes por las autoridades chinas, que dijeron que fue EU quien ha violado el pacto de Ginebra al imponer lo que calificó de medidas de»supresión extrema», como nuevas restricciones sobre chips o la cancelación de visados a estudiantes chinos anunciada en la última semana.

La subida decidida por Trump, promete afectar especialmente a países como Canadá, el gran suministrador de ambos metales a EU, a grandes productores de acero como México, Brasil, Corea del Sur o Vietnam, y también a China, el segundo país que más aluminio vende a la primera economía mundial. El aumento «contrarrestará con mayor eficacia a los países extranjeros que continúan descargando excedentes de acero y aluminio a bajo precio en el mercado estadounidense, socavando así la competitividad de las industrias estadounidenses» del sector, señaló el mandatario.
El problema es que el arancel prexistente no sólo no dio impulso alguno a la base industrial estadounidense, sino que la ha frenado en seco: el día anterior al anuncio, el Instituto de Gerencia y Abastecimiento mostró que el sector manufacturero se contrajo por tercer mes consecutivo en mayo y que los proveedores tardaron el mayor plazo en casi tres años en entregar insumos a las fábricas.
Los analistas económicos estadounidense coinciden en que la flagrante contradicción entre los fines declarados por Trump y los medios que usa para alcanzarlos: el acero y el aluminio son insumos primordiales en cualquier proceso de industrialización o reindustrialización, porque se requieren para levantar las plantas y construir las máquinas que habrán de elaborar los productos finales.
Mientras, el secretario de Comercio, Howard Lutnick, anunció que Washington impondrá nuevos estándares en los aranceles sobre las piezas de aviones importadas a fin de asegurarse de que «quienes comercian con nosotros nos traten equitativamente». Nadie cree que hay algún trato equitativo, ya que los países proveedores de la industria aeronáutica venden a Estados Unidos piezas y le compran aviones terminados, los cuales tienen el enorme valor agregado de contratos de mantenimiento y actualización que se prolongan por décadas y significan ingresos constantes para el fabricante.
Hablar de aviones estadunidenses es hablar de Boeing, compañía que lucha por recuperar la posición perdida por su desastre criminal en el diseño de los modelos 737 Max, que causaron la muerte a centenares de personas y han padecido incontables incidentes.
El aumento «contrarrestará con mayor eficacia a los países extranjeros que continúan descargando excedentes de acero y aluminio a bajo precio en el mercado estadounidense, socavando así la competitividad de las industrias estadounidenses» del sector, señaló el mandatario en la misma.
En su red social, Trump afirmó que es extremadamente difícil negociar con el dirigente chino, Xi Jinping, con quien no necesitaría conducir ninguna negociación si hace ocho años no hubiera emprendido una guerra comercial insensata contra la mayor potencia manufacturera y no insistiera en usar a Pekín de chivo expiatorio por el declive estadounidense.
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