Trump entró en campaña a los tropiezos, pero metiendo miedo
Incentivar el miedo a los inmigrantes, al desorden en las calles y a China parece ser la gran estrategia electoral de Donald Trump de cara a las elecciones del 3 de noviembre. A los tropiezos, el mandatario inició formalmente su campaña para la reelección -en realidad siempre está en campaña- hurgando en todo lo que pueda polarizar.
Trump utiliza el poder para figurar y no deja que ninguno de sus movimientos pase inadvertido. En el primer acto de campaña para la reelección, en Tulsa, una ciudad de Oklahoma que guarda en el recuerdo una de las peores masacres supremacistas en el siglo pasado, no solo desafió al extendido movimiento antirracista, también desafió a los consejos científicos y de salud, de evitar aglomeraciones en pabellones cerrados, donde el virus puede seguir multiplicándose en el país del mundo donde más contagios y muertes se han registrado: un record que ningún otro podrá alcanzar.
La estrategia de guerrillas conduce a su meta de polarización, y para eso juega con el miedo de la gente, ayudado por los medios hegemónicos, sobre todos los televisivos, y los trolls en redes sociales. Y cuenta con una gran ventaja: no hay mucho para elegir. Será Trump o el poco carismático Joe Biden, exvicepresidente demócrata, quien por ahora encabeza las encuestas. Ninguno de los dos va cambiar la situación de injusticia.
Trump, con poco tiempo para imponer en el imaginario colectivo los ejes de su campaña -el supremacismo ultranacionalista, el rechazo absoluto a los inmigrantes presentándolos como el gran enemigo de las capas más desfavorecidas, y la guerra (por ahora) fría contra China, acusándola de todos los males del mundo- espera que el caos en las calles y las multitudinarias manifestaciones enciendan en los electores la creencia que lo que se necesita es más orden y fuerza para frenar las protestas.
Echando leña al fuego no parece que el presiente sea el mejor candidato para reconducir estos problemas, pero si la gente tiene miedo, entonces arrasará. Miedo: esa será su estrategia.
Tras superar con éxito el juicio político (impeachment) que intentaron realizarle los legisladores demócratas, Trump, parecía encaminarse a una relección inevitable, sin más obstáculos que un candidato opositor tan gris e insustancial como Biden, pero los acontecimientos de los tres meses recientes han colocado al magnate neoyorquino en una súbita posición de debilidad.
Su debilidad quedó demostrada en Tulsa, donde realizó un mitin de campaña en un auditorio con capacidad para 19 mil personas al que sólo asistieron poco más de seis mil, pese a que el propio Trump había alardeado que había recibido un millón de solicitudes para ingresar al acto. Pareciera que fue víctima del troleo de jóvenes que reservaron lugares en masa por medio de la red social TikTok con la consigna de no asistir a fin de dejar semivacío el local, una versión que los estrategas republicanos desmienten de manera enfática.
Pocos días después, Trump realizó un acto electoral en Arizona y, cerca de Yuma se fotografió en un tramo del muro que separa a EU de México, donde afirmó que el cierre de la frontera frenó «las amenazas que provienen del sur», en las que incluyó a la inmigración ilegal y el coronavirus. «Detuvo al Covid, detuvo todo», sostuvo. Pero la realidad es que en Arizona se reportan incrementos de 20 por ciento en los contagios por la pandemia.
O sea, retomó su caballito de batalla de su primera campaña electoral: las amenazas vienen del sur. Según él, el muro no solo frenó la inmigración sino también el coronavirus: las cifras de contagiados y muertos no parecen darle la razón. Pero en estos años de trumpismo, solo se construyeron unos 20 kilómetros del muro de 700 kilómetros.
Lo cierto es que Trump trataba de hacer olvidar a la ciudadanía una semana marcada por derrotas, que incluyen su fracaso en la Suprema Corte para cancelar la protección a dreamers, frenar la publicación del libro de su ex asesor John Bolton, quedar a la defensiva ante la masiva ola de protesta contra el racismo institucional y el desastre público de su mitin en Tulsa.
Al igual que en Tulsa, Trump evitó referencias al asesinato de George Floyd en Minneapolis a manos de un policía blanco y al movimiento de protesta que detonó por todo el país, mientras alababa a los jóvenes «patriotas» que «rehúsan arrodillarse a la izquierda radical» y que «son los guerreros» contra aquellos, en aparente referencia a los manifestantes, que «odian nuestra historia, odian nuestros valores y odian todo lo que premiamos como estadounidenses».
Acusó a los medios, a las fake news de distorsionar todos sus éxitos y a la «izquierda radical demócrata» de poner en riesgo a todo el país. Defendió a la policía y acusó que sus opositores “son motivados por el odio, nosotros por el amor… el amor a nuestra nación” y hasta se atrevió a citar al reverendo Martin Luther King.
Pero todo no paró allí. Prometió una orden ejecutiva para penalizar con condenas de 10 años a manifestantes que se atrevan a dañar o derribar monumentos históricos federales y amenazó con el uso de la fuerza contra «estos vándalos, rufianes y estos anarquistas y agitadores», mientras ampliaba el congelamiento de visas para algunas categorías de trabajadores inmigrantes con el pretexto de la pandemia.
Ante las encuestas que muestran ventaja de Biden en varios estados claves, así como a escala nacional, y un desplome en la aprobación de su presidencia, decidió intensificar su retórica y se atrevió a acusar a su antecesor, Barack Obama, de «traición», sin dar detalles.
También se mostró preocupado por el hecho de que en muchos estados se habla de emplear y ampliar el uso del voto por correo en el contexto de las condiciones de salud pública y señaló que eso es un complot demócrata para promover fraude: «Este será el desastre electoral de nuestros tiempos. Las boletas por correo llevarán a una elección fraudulenta», tuiteó el lunes.
La estrategia republicana es tratar de suprimir el voto de las bases demócratas a través de diferentes requisitos y por eso señaló que “millones de boletas para enviar por correo serán impresas en países extranjeros… Será el escándalo de nuestros tiempos”. En su discurso en Arizona este martes, reiteró el punto: “Será fraude por todas partes… Será la elección más corrupta de nuestra historia”.
Otro factor de debilidad es la divulgación de algunos pasajes de las memorias de John Bolton –un prominente halcón de la ultraderecha estadunidense y su exasesor de Seguridad Nacional– en el que se describe a Trump como corrupto, incompetente, errático y en extremo inescrupuloso. De inmdiato, el magnate-presidente ordenó al Departamento de Justicia que impulsara la censura del libro, petición que fue rechazada por el Poder Judicial.
Pero sus acciones, tanto para enfrentar la pandemia del coronavirus –desautorizando a sus propios asesores médicos y recomendando fármacos por lo menos inadecuados- como sus reacciones frente a las protestas antirracistas tras el asesinato del afroestadunidense George Floyd a manos de varios policías de Minneapolis, Minnesota, que se expandieron por más de un centenar de ciudades de Estados Unidos, fueron marcando su derrotero.
Trump se mostró insensible ante las decenas de miles de muertes ocasionadas por el Covid-19 y también ante el sufrimiento de los 50 millones de nuevos desempleados y millones de personas que han quedado en el desamparo económico total. Y se atrincheró en la descalificación de las protestas y buscó reprimirlas incluso con las fuerzas armadas, a lo que el propio secretario de Defensa se opuso contundentemente.
Hasta su sobrina Mary Trump lo describe como “el hombre más peligroso del mundo”, en un libro de próxima aparición. El mundo se encamina a vivir meses difíciles y riesgosos, señala un editorial del diario mexicano La Jornada.
Conforme avancemos hacia la fecha de las elecciones, la peligrosidad de Trump irá en aumento, teniendo en cuenta su demostrada vocación a las huídas hacia adelante y a la creación permanente de tensiones al límite, como recursos de distracción de su catastrófica gestión presidencial.
* Economista del Observatorio de Estudios Macroeconómicos (Nueva York), Analista de temas de EU y Europa, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)