Trump: misterio, amenaza o ‘bunga bunga’/ Un fascista en ruta a la Casa Blanca

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Aunque aún queda mucha leña por cortar, la carrera por el relevo de Barack Obama en la Casa Blanca ha despejado en buena medida el panorama y ha colocado como máximos favoritos al populista republicano de nuevo cuño Donald Trump y a la exsecretaria de Estado demócrata Hillary Clinton.

Si finalmente se convierten en candidatos de los partidos a través de los cuales se articula oficialmente la política norteamericana, los votantes tendrán ante sí una decisión ardua: optar por más de lo mismo (Clinton) o por la incógnita teñida de amenazas alarmantes y bunga bunga al estilo Berlusconi que encarna Trump.

Sobre Clinton hay poco por añadir. Se conocen sus puntos fuertes y débiles, se sabe lo que puede dar de sí. Ha pasado por el Congreso y el Gobierno, está vinculada al entramado de intereses políticos y económicos que se conoce como el establishment de Washington. Es la garantía de una transición tranquila y sin sobresaltos, de una gestión interna moderadamente progresista –solo en el contexto norteamericano y comparación con su alternativa-, de una acción exterior ambigua, de tiras y aflojas con Irán y con el aliado estratégico israelí, de dudas sobre cómo responder al desafío del Estado Islámico y la guerra en Siria. Y también de equilibrios en el alambre para responder a los desafíos estratégicos de Rusia y China y preservar el papel de Estados Unidos como superpotencia hegemónica incluso en un mundo que tiende a la multipolaridad.

El misterio, si acaso, no es Clinton, sino Trump, sobre todo porque el magnate inmobiliario, propietario de casinos y showman televisivo, intenta dar la impresión de que tiene un proyecto claro cuando, en realidad, va dando tumbos, soltando insultos y mentiras flagrantes, convirtiendo la campaña en casi un espectáculo de telerrealidad, falseando datos y haciendo promesas de gran impacto mediático, muchas de las cuales deberían espantar a los votantes, aunque paradójicamente ocurra justo lo contrario.

Muy podrida tiene que estar una sociedad para que sea posible que llegue a la Casa Blanca un individuo con una fortuna de 10.000 millones de dólares que proteger y sin ninguna experiencia de Gobierno, que llama violadores a los inmigrantes, promete frenarlos con un muro cuya factura milmillonaria pasaría a México, amenaza con expulsar a más de diez millones de sin papeles y prohibir la entrada de musulmanes en EE UU, quiere deshacer el pacto nuclear con Irán, defiende el uso de la tortura contra presuntos terroristas y el exterminio de los militantes del Estado Islámico y sus familias, no tiene empacho en sostener que su país debe apropiarse del petróleo de Oriente Próximo y propugna la guerra comercial con China con un arancel para sus productos del 45%.

Aparte de ser disparatado y reaccionario en gran parte de su contenido, este esbozo de programa está construido con eslóganes, no con propuestas meditadas y estudios de viabilidad . Y, en contraste descabellado, incluye alguna que otra promesa de tinte progresista como la eliminación de exenciones para los más ricos (en un país de lacerante desigualdad) y el mantenimiento sin recorte de las pensiones de jubilación y de la sanidad pública para los mayores de 65 años, lo que hace compatible con la condena sin paliativos de la reforma sanitaria de Obama.eeuu donald trump16

Para rizar el rizo, en un viraje que sorprende porque refleja cierto pragmatismo, no solo saca a Rusia del nuevo eje del mal en el que se le incluyó por la crisis de Ucrania, sino que ve en Vladímir Putin un aliado y un estadista de altura necesario para resolver los conflictos internacionales. Por supuesto, el líder del Kremlin le ha devuelto los piropos.

Por si faltaba algo para desconcertar a los analistas, Trump se declara neutral en el contencioso palestino-israelí. De ser cierto, resultaría suicida en un país donde siempre se ha dicho que es imposible conquistar la presidencia con el rechazo del poderoso lobby judío, pero el magnate es capaz de decir una cosa y la contraria sin que aparentemente eso le pase factura. Así que, después de señalar que no es cuestión de hablar de buenos y malos en la madre de todos los conflictos, hace una pirueta y afirma que es “totalmente pro-Israel”.

Si Trump dice tantas cosas tan a las claras, a grito pelado incluso, ¿dónde está el misterio, aparte las incongruencias? En que, una de dos, o revela una escandalosa improvisación que aterra en alguien con poder para definir en buena medida el destino del mundo, o una preocupante agenda oculta. Ambas alternativas son alarmantes. La primera amenaza con un Gobierno incompetente y una gestión errática, aunque por supuesto, si llega a la presidencia, tendrá tiempo de refrenar su carácter y rodearse de un equipo de consejeros y gestores eficaces. La segunda opción, hasta que no se resuelva la incógnita, es objeto de múltiples especulaciones, pero cabe imaginar que hay otro Trump detrás del que usa en campaña la brocha gorda a troche y moche.

No sería raro, incluso puede que fuera lo más probable, que una vez en la Casa Blanca, se mostrase como un presidente como la mayoría, continuador más que rupturista con la difusa línea ideológica de los republicanos. Porque la historia demuestra que, más allá de las diferencias de matiz, los emperadores norteamericanos no se apartan en lo esencial de una dirección que ellos solo marcan parcialmente, porque en buena medida  les viene impuesta por los grandes intereses económicos y políticos que sostienen el sistema. Y habría que irse muy atrás –y ni aun así- para encontrar un presidente que haya sido capaz de resistirse a esa dinámica.

Trump no ha ganado aún la nominación, pero la tiene más cerca, lo que no es poco si se recuerda que hace apenas unos meses casi parecía una anécdota o una anomalía sin apenas recorrido. Ha llegado a donde está no sólo porque tiene dinero de sobra para financiar su campaña, sino porque ha aplicado con gran pericia sus habilidades de comunicación como showman televisivo. Y porque ha logrado entroncar gracias a su estilo populista, su rechazo de la política convencional y esa imagen de triunfador que tanto rédito rinde siempre en EE UU con un segmento importante de la población que reniega del conservadurismo puro y duro, aún a costa de dejarse seducir por profetas que ocultan ideologías reaccionarias.

Ahora mismo, y pese al rechazo que todavía suscita Trump en gran parte de los votantes, las encuestas reflejan que en un hipotético enfrentamiento con Clinton por la Casa Blanca, perdería por tan solo tres o cuatro puntos. Una nadería con todo lo que queda por delante de campaña, y con algunas amenazas que penden sobre la ex secretaria de Estado, como las dudas sobre su gestión en el asalto al consulado norteamericano en Bengasi o el uso de su cuenta personal de correo electrónico personal para el tráfico de mensajes sobre asuntos de Estado confidenciales o secretos.

Podemos echarnos las manos a la cabeza, escandalizarnos ante la magnitud de la amenaza, pero eso no alterará el hecho de que, hoy por hoy, Trump tiene opciones serias de convertirse en presidente del país más poderoso del planeta. Por si acaso se concretan habrá que ir haciéndose a la idea.

*Publicado en publico.es

Addendo

Un fascista en ruta a la Casa Blancaeeuu donald trump1
Ángel Guerra Cabrera|La rotunda victoria de Donald Trump en el supermartes de las elecciones primarias en Estados Unidos lo colocan ya como muy probable candidato a la presidencia por el Partido Republicano, como vaticinan las encuestas. Faltan meses de aquí a noviembre pero, si no ocurre un imprevisto, no se ve otro personaje en el campo republicano que pueda hacerle frente con posibilidades de éxito.

En todo caso, Ted Cruz y Marco Rubio, sus contrincantes en la contienda interna, no están lejos de las posturas extremistas de derecha del multimillonario, pues también se pronuncian en contra de los musulmanes y los migrantes, a favor de las políticas más belicistas, de la guerra comercial contra China, además de que, con marcado énfasis se oponen ferozmente a cualquier entendimiento con Cuba, Venezuela y los demás países de la ALBA.

Podrá Rubio, un político surgido de y estrechamente ligado a la desprestigiada y corrupta industria anticastrista, atemperar algo sus palabras para complacer a la cúpula del stablishment republicano, pero sus actitudes políticas son parecidas a las de Trump. Por no hablar del fanatismo religioso y patriotero de Ted Cruz. Pero ninguno de los dos exhibe el fuelle creciente de Trump y Rubio se ve tan desinflado que algunos han hablado de la posibilidad de que pierda Florida, su base política.

En la mayor democracia del mundo, que diariamente nos desnuda el corresponsal de La Jornada en Estados Unidos, David Brooks, sigue vivo el racismo como en los tiempos de la Guerra de Secesión. Más de 50 años después de las grandes luchas por los derechos civiles y el supuesto fin de la segregación racial, parte considerable de la población negra vive en guetos y está sometida a un deterioro considerable de sus condiciones educativas, laborales y sociales. Negros y latinos constituyen 39 por ciento de la población carcelaria. No es un dato menor en este análisis que Estados Unidos posea la mayor cifra de encarcelados en el mundo, 2.2 millones de personas, y que se hable ya de complejo industrial carcelario; es decir, la privatización del sistema penal, con ganancias de 170 mil millones de dólares al año.

El viejo y acendrado racismo de grandes sectores de la población blanca en el sur, el medio oeste y, en menor medida, en todo el país, y el mito del excepcionalismo estadounidense han creado el clima propicio para que las clases obrera y medias de origen anglosajón, blancas e ignorantes, golpeadas por el desempleo y cuyos ingresos han caído significativamente con las políticas neoliberales, sean receptivas a discursos como el de Trump, que echan la culpa al otro de todos sus males.

No es de menor importancia en el humor actual de esos sectores, el individualismo y la ideología de sálvese el que pueda fomentada deliberadamente por el sistema educativo y los grandes complejos mediáticos desde la presidencia de Ronald Reagan.

También abonan a ese estado de ánimo revanchista, como el de la Italia de los años 20 y la Alemania de los 30, los descalabros militares de Washington y su crisis de hegemonía ante la emergencia de potencias nucleares y económicas como Rusia, India y China, esta última cómodamente la segunda economía del mundo. Devolver a Estados Unidos su grandeza, es el lema de Trump.

Ello tal vez pueda explicar que en un estado de rancia reputación liberal como Massachusetts, haya conquistado la mitad de los votos pese al inaudito desprecio con que ha llegado a calificar a los mexicanos decorruptos, delincuentes y violadoresy, a su proyecto favorito, consistente en construir un muro de mil 600 kilómetros entre su país y el vecino del sur, que según sus palabras México lo va a pagar.

En el campo demócrata, después del supermartes la también multimillonaria Hillary Clinton se perfila como favorita, aunque su rival Bernie Sanders continúa colectando el voto juvenil y logró asignarse cuatro estados, por lo que tomando en cuenta el carácter popular y activista de su campaña –en constante ascenso político y de fondos– puede asegurarse que continuará en la pelea.

A partir de ahora se ve venir una guerra sucia contra Clinton en la que Trump utilizará el tema de los correos electrónicos de la ex secretaria de Estado, que investiga la FBI y podría hacerle mucho daño, pero la exprimera dama no se cruzará de brazos y quién sabe si algún ominoso asunto del magnate inmobiliario salga a flote y lo desequilibre. Ojalá. Sólo imaginar a Trump dueño del botón nuclear es una pesadilla.

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