Ucrania, el dramático capítulo de la lucha por la hegemonía mundial
En las últimas semanas, toda la población mundial está en vilo ante la posibilidad de que el conflicto entre Rusia y Ucrania pueda culminar en un enfrentamiento bélico generalizado de carácter nuclear. Este lamentable y evitable conflicto tiene variados antecedentes históricos. Si bien todos los analistas citan al más reciente del año 2014, existen otros que vienen de siglos atrás.
Si bien cualquier reseña histórica sería más o menos arbitraria en cuanto a «cuándo darle comienzo», nunca mejor aplicado que en este caso; ya que recientes estudios demuestran fehacientemente que fue en Ucrania, a orillas del mar Negro, donde comienza la era neolítica, donde el hombre pasa de cazador y recolector a agricultor. Esto tiene fundamentos muy fuertes y causalidades de por qué sucedió ahí, pero no es del caso extenderse en ellos.
Es de orden al menos citar, que no narrar, tres acontecimientos históricos, dejando la prehistoria de lado.
1) Siglo XI de la era cristiana. El imperio romano de oriente, cristiano ortodoxo, con capital en Constantinopla (hoy Estambul), cae bajo el avance musulmán otomano. El patriarca del cristanismo ortodoxo huye a Kiev, capital de Ucrania. El rey de Kiev adquiere el título de «Zar» (César, según el alfabeto cirílico). César era un título equivalente a emperador – y se hace llamar «zar de todas las rusias»- «heredero del imperio romano de Oriente».
2) En el siglo XIII, un zar que sí, se llamaba Iván, dividió el imperio en tres reinos entre sus tres hijos para que no hubiese dicordias; pero cada uno se declaró independiente y le declaró la guerra a los otros dos. Allí aparece por primera vez el reino de Ucrania. Esto continuaría con muchas idas y venidas, guerras y más guerras, hasta que
3) En 1918 -a fines de la Primera Guerra Mundial- junto a la desaparición del imperio otomano, que tomaba buena parte de Asia menor y la Europa balcánica además de Turquía, y la del imperio austrohúngaro, surge nuevamente una Ucrania independiente. Será por poco tiempo, ya que allí se conforma uno de los cinco ejércitos que ataca a la triunfante revolución bolchevique de 1917.
Este ejército es vencido y Ucrania es anexada a la Federación Rusa. No será por mucho tiempo; ya que 1922, tras un informe de Stalin (ministro del poderoso Ministerio de Nacionalidades) al pleno del Comité Central de PCUS, éste resuelve separar a Ucrania de la Federación Rusa, e integrarla a la URSS como una República.
Es por eso que Putin, irónicamente le echa las culpas a Lenin del actual conflicto, ya que sin esta resolución de 1922, Ucrania seguiría siendo hoy parte de Rusia. En consonancia con los antecedentes históricos mencionados, lo que queda claro hoy, es que en este diferendo existe un innegable y enorme componente emocional, afectivo, que la histeria occidental desatada por la OTAN no pone en la balanza.
Los levantamientos en Donesk y Luhansk -lo que se conoce como la región del Donbass- al igual que el de Crimea, no se explican si no hubiese en la mayoría de la población de estos lugares este sentimiento profundo de pertenencia a Rusia. Y esto sigue pesando y estando sobre la mesa hoy.
Las «condiciones» planteadas por Rusia para desactivar el conflicto: a) reconocimiento de Crimea como parte indisoluble de Rusia, b) el reconocimiento por parte de Ucrania y occidente de las repúblicas independientes de Donesk y Luhansk, y c) el no ingreso de Ucrania a la OTAN, parecen absolutamente razonables, y de a poco se abren camino aún en las mentes más obtusas.
Resulta que hoy el presidente Zelenski ve estas tres condiciones como «posibles». Sin embargo antes del conflicto -alentado desde Occidente- vociferaba permanentemente que recuperaría Crimea con apoyo de la OTAN, y lo mismo respecto al territorio del Donbass.
El “golpe blando” en Ucrania
En el año 2014, bajo la presidencia de Barak Obama, Estados Unidos propició un golpe de estado con la participación de bandas neonazis locales que derrocó al gobierno legítimo de Víktor Yanukovich (aliado de Rusia) –que ya había convocado a elecciones presidenciales para el año siguiente– instalando primero a Petro Poroshenko y luego a Volodímir Zelenski a partir de 2019.
Los verdaderos motivos del conflicto
En nuestra opinión, el motivo de fondo -el verdadero y que por supuesto no se menciona en los grandes medios de comunicación masivos- es la lucha desesperada de los Estados Unidos por mantener su hegemonía en el mundo (con el apoyo de sus aliados europeos en la OTAN); hoy declinante y en un escenario multipolar, amenazada por China y Rusia.
Luego de la desintegración de la Unión Soviética y el llamado “socialismo real” del este europeo, se reinstala en Rusia un sistema capitalista bajo un gobierno en manos de una oligarquía mafiosa que cuenta con muchos ex dirigentes de la antigua URSS. Una de las primeras medidas adoptadas fue la disolución del Pacto de Varsovia. Con esta medida, ya no tenía sentido mantener a la OTAN, su contrapeso durante el período de la guerra fría.
Sin embargo, los dirigentes de los países europeos, haciendo gala de una lamentable miopía política, no apostaron a una política inteligente de distensión que incorporara a la nueva Rusia capitalista al bloque europeo.
Por el contrario, obedientes a los mandatos de Washington, lejos de disolver la OTAN (o en su defecto de incorporar a Rusia en su seno), la mantuvieron y avanzaron hacia las fronteras de Rusia –cercándola de hecho- mediante la cooptación como nuevos miembros de Polonia, Rumania, Estonia, Letonia y Lituania.
La pretensión de incorporar a Ucrania operó como el disparador del conflicto.
Si lo lograban, podrían instalar misiles con capacidad de llegar a ciudades vitales rusas como Moscú o San Petersburgo en menos de 10 minutos. En los hechos, el significado de la sigla OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) ha pasado a ser Organización Terrorista para el Asedio a las Naciones.
El cinismo de los organismos internacionales
Lamentablemente, la Organización de Naciones Unidas, creada en 1948 para preservar la paz luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial en 1945, ya nos tiene acostumbrados a su incapacidad de cumplir con su principal cometido y a la hipocresía de su doble rasero para considerar o adjetivar hechos similares. Hoy, muchos países miembros condenaron durante una sesión extraordinaria enfáticamente la invasión de Rusia a Ucrania.
Nos sumamos a ella en tanto condenamos todo acto bélico que pone en riesgo el supremo valor de la paz en el mundo y viola principios que son pilares del derecho internacional como el de la solución negociada de los conflictos.
Justamente este principio vela por la seguridad y la vida de lo que eufemísticamente los atacantes de turno denominan “daños colaterales”: es decir la población civil conformada por mujeres, hombres y niños indefensos.
Ahora bien; nunca los vimos pronuciarse en el mismo sentido cuando la OTAN arrasó Yugoslavia en 1999 durante la guerra de Kosovo. Bajo el nombre clave de “Operación Fuerza Aliada”, durante 78 días (24 de marzo al 10 de junio de 1999) lanzaron sin misericordia alguna 2.300 misiles y 14.000 bombas. En la ciudad de Nis, el 12 de abril bombardearon un tren de pasajeros y el 7 de mayo el mercado y la estación de autobuses.
En total atacaron a unas 40.000 casas residenciales, más de 300 escuelas y más de 20 hospitales con un saldo de más de 2.000 civiles muertos incluyendo a 88 niños y más de 6.000 heridos.
Por el contrario, en este caso, hubo un silencio atronador en la ONU. Tampoco podemos olvidar cómo la ONU miró para otro lado en el 2001 cuando se invadió a Afganistán con el pretexto de capturar a Osama Bin Laden, o dio luz verde para la invasión a Irak en 2003 y Libia en 2011.
Irak acusado de poseer armas de destrucción masiva. La destrucción masiva -más de 460.000 iraquíes muertos- fue causada por la invasión; las tan mentadas armas nunca aparecieron ya que jamás existieron.
En Libia en marzo de 2011 dada la lucha entre el gobierno de Muamar el Gadafi y facciones rebeldes, el Consejo de Seguridad de la ONU votó el 17 de marzo una resolución que autorizaba a sus países miembros a “tomar todas las medidas necesarias para proteger a los civiles”.
El 19 de marzo, la OTAN dio comienzo a la invasión de Libia con el verdadero objetivo no declarado de derrocar a Gadafi.
Las fuerzas especiales de EU y del ejército de Egipto dieron instrucción militar a los rebeldes libios. Ya previamente al 19 de marzo, fue descubierta la presencia de comandos especiales británicos y miembros del servicio secreto MI6 que habían ingresado clandestinamente. En siete meses perpetraron 10.000 misiones de ataque aéreo con bombas y misiles, causando según cifras de la Cruz Roja Internacional, 120.000 muertos.
Adivina quiénes nos redactan las noticias
Por último no podemos dejar de mencionar el nefasto papel que jugaron y siguen jugando los grandes medios masivos de comunicación en la construcción y difusión de los “relatos” y terminología para dar cuenta a lo largo y ancho del mundo de estas invasiones; que dejan de ser tales para ser definidas como “operaciones” “intervenciones” u “ocupaciones” (como la israelí en la franja de Gaza, sin ir más lejos). Así el vergonzoso e inhumano bloqueo de 60 años a Cuba es un “embargo”.
La enorme y cada día creciente concentración de los medios de comunicación facilitan la uniformidad de los relatos hegemónicos a los que estamos sometidos.
Y para que no queden dudas “para qué lado juegan”, digamos que en EU, según datos del año 2019, seis empresas controlan el 90% de los medios de comunicación. Ellas son: Comcast, Disney, AT&T, 21 Century Fox, CBS y Viacom. Los mayores accionistas de estas seis empresas son los conglomerados Vanguard, Black Rock, Fidelity y State Street.
No por casualidad también son los mayores accionistas de las empresas fabricantes de armas Lockheed Martin, Boeing y Raytheon. Y como si fuera poco muchas plataformas o redes como You Tube entre otras, se arrogan el derecho de censura, bloqueando todo contenido que no esté acorde con sus contenidos informativos. Por ende, crear nuestras propias fuentes alternativas de información y análisis pasa a ser una cuestión vital de soberanía.
* Flanagan fue embajador de Uruguay ante el Estado Plurinacional de Bolivia. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la). Rosa es Ingeniero naval, docente y asesor económico.