Washington pide a Bruselas que deje de comprar energía rusa para garantizar que adquiere combustibles estadounidenses
Donald Trump prometió acabar con la guerra de Ucrania en horas. Sin embargo, fracaso tras fracaso, ha constatado que Vladimir Putin parece no tener nunca suficiente y no quiere poner fin a la invasión. Así, poco a poco, el presidente de los Estados Unidos ha ido cambiando de posicionamiento respecto a Moscú y ahora incluso parece dispuesto a coordinarse con la Unión Europea para sancionar conjuntamente al Kremlin.
Ahora bien, como es habitual, el magnate neoyorquino no hace nada gratis y ya está pidiendo a los líderes europeos contrapartidas a cambio de castigar conjuntamente la economía rusa, como garantías de que la Unión Europea (Ue) comprará gas y petróleo estadounidenses.
El presidente estadounidense se mostró muy claro cuando un periodista le preguntó si, tal como le pide Volodimir Zelenski, está dispuesto a sancionar el régimen de Putin. «Sí», respondió sin tapujos el dirigente de los Estados Unidos. Al cabo de pocas horas, Bruselas ha anunciado que su enviado especial para las sanciones contra Rusia, David O’Sullivan, ya se encuentra en Washington para discutir con las autoridades estadounidenses el próximo paquete de restricciones a Moscú.

En todo caso, esta invitación de Trump constata que las relaciones entre las dos potencias han mejorado últimamente, sobre todo después del acuerdo comercial con el que la Ue se comprometió a rebajar los aranceles extraordinarios contra los productos estadounidenses al 0% mientras que Estados Unidos solo los bajará al 15%. De hecho, el presidente del Consejo Europeo, el socialista portugués António Costa, ha asegurado en una entrevista al periódico Financial Times que los peores momentos en la relación con la Casa Blanca ya han pasado y ha dicho que «han pasado página» del mal inicio de mandato de Trump con la Unión Europea.
Las contrapartidas de Trump
El presidente de Estados Unidos no da ningún paso sin nada a cambio y el secretario de Energía estadounidense, Chris Wright, que se reúne este lunes con las autoridades comunitarias, aseguró en el Financial Times que «ayudaría» de forma «absoluta» a las relaciones con la Ue que el bloque europeo deje de comprar combustibles fósiles en Rusia en beneficio de EU. «Creemos que sería económicamente positivo para la Ue», asegura el miembro de la administración Trump, quien sostiene que su país «garantizaría el suministro energético» del club comunitario.
Por este motivo, tal como apunta la agencia de noticias Reuters, las dos potencias ya están estudiando cómo restringir o prohibir las transacciones en la Unión Europea de gas y de petróleo ruso, y evitar que las empresas de Rusia sorteen estas sanciones. Así, entre otras sanciones, Washington y Bruselas pretenden castigar a compañías chinas que comercializan combustibles fósiles y a los llamados barcos fantasma rusos, que transportan gas y petróleo sorteando las autoridades europeas.
Cabe recordar que el presidente de Estados Unidos ya amenazó al Kremlin el pasado marzo con imponer nuevas sanciones a su economía, especialmente al gas y al petróleo, pero de momento solo ha aplicado sanciones que afectaban de manera indirecta a la economía rusa. Por ejemplo, Trump aplicó aranceles extras a los productos que importan los Estados Unidos de la India como castigo por comprar hidrocarburos en Rusia. Por contra, Trump se negó incluso a aplicar las sanciones contra Rusia acordadas por el G-7 y que tenían un mayor afecto y más directo contra el régimen de Putin, como establecer un tope en el petróleo proveniente de Rusia.
Las voces más críticas del pacto comercial entre las dos potencias vienen, sobre todo, de los partidos de izquierdas y progresistas, pero también desde una parte de la extrema derecha.

Los dirigentes de la Unión Europea repetían como un mantra que habían aprendido del primer mandato de Donald Trump y se mostrarían mucho más contundentes con el magnate neoyorquino.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, insistía desde el principio en que ahora sí que estaban preparados para manejar al líder republicano y que, a pesar de que querían una solución acordada en la guerra comercial, estaba dispuesta a aprobar duras contrapartidas a los productos estadounidenses. Incluso había amenazado con ir más allá de responder con un incremento de los aranceles y, por ejemplo, atacar a las grandes tecnológicas de Estados Unidos.
Sin embargo, la Unión Europea ha acabado aceptando un acuerdo de mínimos con Estados Unidos y, a pesar de que Trump ha mantenido en gran parte el incremento de aranceles (un 15%), el bloque comunitario ha eliminado por completo las tasas con las que pretendía atacar a Estados Unidos. Por este motivo, una parte importante del Parlamento Europeo, que tendrá que votar la eliminación de los aranceles a los productos estadounidenses durante los próximos días, se ha rebelado contra el pacto comercial entreBruselas y Washington, y pide modificaciones en el acuerdo final.
Las voces más críticas del pacto comercial entre las dos potencias vienen, sobre todo, de los partidos de izquierdas y progresistas, pero también desde una parte de la extrema derecha. Sin ir más lejos, la presidenta del grupo europarlamentario socialdemócrata, Iratxe García, ha cargado contra el hecho de que la Comisión Europea de Von der Leyen haya aceptado casi sin rechistar las condiciones de Trump, y le ha advertido que el magnate neoyorquino no dejará de atacar a la Unión Europea.
«Trump aprovechará cualquier signo de debilidad para intensificar la guerra comercial», alertó la líder socialdemócrata.
El grupo socialdemócrata ha ido perdiendo influencia durante los últimos años, pero aún sigue siendo el segundo partido político con más representación el Parlamento Europeo y más influencia en la Unión Europea. Así, el posicionamiento de la dirección del grupo europarlamentario socialdemócrata choca directamente con las tomas de decisiones de algunos de sus principales dirigentes del bloque comunitario.
Entre otros, la del presidente del Consejo Europeo, el socialista portugués António Costa, que ha defendido en todo momento el acuerdo con Trump. Además, todos los gobiernos estatales han dado su visto bueno al acuerdo comercial, también el de Pedro Sánchez o el de la danesa Mette Frederiksen.
Más allá del partido socialista europeo, también se ha mostrado muy duro con el acuerdo el partido de La Izquierda en el Parlamento Europeo. Y, a pesar de que no lo hayan hecho a nivel de grupo europarlamentario o de sus direcciones, también se han pronunciado en este sentido europarlamentario de la familia de los verdes, los liberales (que también dan apoyo parlamentario a la Comisión Europea de von der Leyen) y de la extrema derecha.
También intervinieron en este sentido eurodiputados de los socialdemócratas y los verdes. Y, por lo tanto, una gran parte de los grupos europarlamentarios a priori se oponen al acuerdo comercial de la Unión Europea con Estados Unidos. Ahora bien, no quiere decir que acaben votando en contra y bloqueando la rebaja de los aranceles a productos estadounidenses.
Cabe recordar que el sentido del voto en los grupos europarlamentario es bastante líquido y pueden no seguir las órdenes de la dirección. Es decir, que unos cuantos eurodiputados critiquen el acuerdo no quiere decir que todo su grupo europarlamentario se oponga y ni mucho menos acabe poniendo problemas serios a un acuerdo comercial de una gran importancia.
Además, el acuerdo negociado y firmado por la Comisión Europea no es obra solo de Von der Leyen y su Ejecutivo, sino que ha contado con la participación y el visto bueno de todos los Estados miembros. De hecho, gobiernos de un peso tan determinante dentro de la
Unión Europea como el alemán o el italiano, por ejemplo, presionaron desde un primer momento a Bruselas para que aceptara un acuerdo con la Casa Blanca y evitara una guerra comercial, aunque fuera de mínimos y en los términos del que se ha acabado cerrando.
Por lo tanto, como es habitual, es probable que las direcciones estatales de las familias políticas presionen a sus formaciones a nivel europeo o a sus eurodiputados para que también acaben agachando la cabeza ante Trump. En este contexto, y como también es habitual, el Parlamento Europeo tiene poco margen de maniobra (el acuerdo ya viene hecho) y poco peso en la mesa de negociación con las otras instituciones, sobre todo delante de los gobiernos estatales.
Es decir, lo tiene muy complicado para conseguir introducir ni siquiera pequeñas mejoras en la letra pequeña del acuerdo comercial con Estados Unidos.
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