José 1823, un filme mendocino que va tras el enigma de San Martín

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Es el proyecto cinematográfico más ambicioso de los últimos años en la occidental provincia argentina de Mendoza, con dos millones de dólares, de costo. Es la historia del libertador José de San Martín, desde su regreso de Guayaquil, previo paso por Santiago de Chile, para recalar en Los Barriales, al este de su paraíso mendocino.He aquí la entrevista a Cristina Raschia, la directora.

Quedó encantada con la última película de Tarantino, «Django», aunque está lejos de ser una fanática del director. Está viendo, como siempre, mucho, todo el cine que puede. Además de la última de Tarantino, ha visto en estos días la película «Aballay», de Fernando Spinner, sobre el cuento homónimo de Antonio Di Benedetto. Cristina Raschia es un animal de cine y de los western, claro. El cine como entretenimiento. Si no, ¿qué es la filmografía de John Ford? Así es que ella ha recorrido un largo y exitoso camino en la industria. Desde Mendoza, pese a que sus viajes son constantes.

Pero la charla comienza con Stella Artois y no es que se beba cerveza. La referencia es por su trabajo para dos comerciales de una de las marcas  con mayor reputación  a la hora de producir sus cortos publicitarios, en todo el mundo. De allí trabó relación con Jonathan Glazer, una especie de monstruo de la industria audiovisual del planeta, que hasta hoy prosigue dirigiendo para la marca.

Glazer es un director «publicitario». Quizá sea más conocido por varios de sus clips. Es difícil no haber visto alguno de los que llevan su firma. Lo más conocido ya es, de por sí, bastante abrumador:  «Karmacoma», de Massive Attack; «The Universal», de Blur, «Street Spirit (Fade Out)» y el inolvidable «Karma Police», de Radiohead; «Virtual Insanity» y «Cosmic Girl» para Jamiroquai,  además de haber dirigido clips para Thom Yorke o Richard Ashcroft. Nunca mejor dicho lo de monstruo («puede usarse de modo positivo, para referirse a personas que descollan en alguna disciplina», dicen las enciclopedias y, también, el sentido común).

Lo cierto es que Raschia trabajó con Glazer, a instancias de la productora TangoFilms Argentina, la misma que ahora conforma el trípode de producción del proyecto más audaz y de mayor envergadura que ha enfrentado la cineasta en su carrera profesional: dirigir el largometraje «José, 1823».

O la historia de José de San Martín, desde su regreso de Guayaquil, previo paso por Santiago de Chile, para recalar en Los Barriales, al este de su paraíso mendocino. El fin del guión es la salida del Libertador: de Mendoza hacia Buenos Aires, a fines de 1823. No volvería jamás a pisar estas tierras. Tras ese enigma va el film: ¿Por qué la retirada? ¿No era acaso Mendoza el lugar en el que San Martín quería quedarse por muchos años? ¿Por qué se fue? ¿Qué lo apuró?

La película es en serio: el costo ronda los dos millones de dólares y se trata de la sexta co-producción entre Argentina y Chile. Acá, la productora local está formada por Marcelo Ortega y el periodista Marcelo López Álvarez. «José, 1823» aún no tiene al actor protagónico y resta definir varias locaciones, que hasta incluso pueden traspasar las fronteras del país. El plan de producción estipula el comienzo del rodaje a fines de este año. Si todo marcha bien, su estreno sería en 2015 o, quizá, 2014.

La película cuenta con el decidido respaldo del Gobierno de Mendoza y especialmente del gobernador Pérez. Fue él mismo quien hizo el primer anuncio, en diciembre último, durante un acto oficial en San Martín. ¿Es acaso el sueño del gobernador? Probablemente. Algunos aseguran que esta película sería una de sus debilidades, de allí que haya dado el máximo apoyo a los productores y se haya auto-elegido como portavoz del proyecto. En estas horas no pocos hombres cercanos a Pérez han escuchado sus íntimos deseos: ser candidato a vicepresidente en las próximas presidenciales. Una película de esta magnitud acaso sea parte de una estrategia mayor: gestor y épico.

Los vientos de la historia dan protagonismo a la revisión histórica, en varias disciplinas, aunque a veces sean apenas productos antojadizos, infantiles y hasta ingenuos (la televisión pública no deja mentir en este aspecto). ¿Por qué no pensar que el gobernador ultra K quiere una versión heroica, en pantalla grande, como símbolo de una gestión más cerca al show que a la cultura? Fue en vano consultarlo: el silencio de sus funcionarios de prensa fue bastante ruidoso.

Extraño. En especial porque fue el propio Pérez quien hizo el anuncio, bastante errático en detalles. Dijo, en su momento, que la película iba a filmarse íntegramente en el Departamento de San Martín. Más allá del tono fantástico y sus ganas, sería muy interesante saber cómo imagina la historia de una película que, principalmente, sucede en su tierra natal, teniendo a uno de sus antecesores más ilustres como protagonista.

Muy lejos de estos planteos, la directora Cristina Raschia parece haber arg san martinencajado en un proyecto que la entusiasma desde hace bastante tiempo. Quizá deba anotarse que Raschia, que no nació en Mendoza, pasó aquí varias vacaciones de su infancia, precisamente entre Junín y Rivadavia, zona central de la ruta sanmartiniana. El núcleo de su guión: los alrededores del último rastro del general en Mendoza.

«Una de las razones por las cuales yo no había encarado antes un largometraje era porque producirlo me agobiaba. Yo veía a mis compañeros y colegas que se metían con el Incaa, en ese doble rol de directores y productores y me decía: nunca voy a poder hacer las dos cosas», explica Cristina Raschia, una de las que más experiencia tiene en el campo audiovisual en Mendoza. «Yo lo más que puedo hacer de ese modo es un corto», reafirma. Esto explica su ingreso al proyecto de la película «José, 1823».

En verdad, Raschia y Ortega se conocen desde hace mucho tiempo. Ambos fueron, allá por los 90, los promotores de la primera Film Commission Mendoza, en tanto Ortega era miembro del Consejo Asesor del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) y  Consultor del Consejo Federal de Inversiones. Ambos, junto a  Diego Conejero, uno de los propietarios de TangoFilms, vienen de realizar un cruce a caballo, cordillera mediante, siguiendo el periplo sanmartiniano, casi dos siglos más tarde.

El guión de Raschia está terminado, o casi, salvo algunos detalles que no van a modificar el planteo inamovible de la directora: «Un San Martín cotidiano», al que hay «sacarle el bronce y ponerle sangre en las venas», afirma la autora. Aspira a una historia que entretenga, que movilice y hasta que pueda ser capaz de provocar el debate o la polémica.

Es una artista madura: no sólo sabe lo que quiere sino que, además, quiere compartir sus deseos. Tal vez allí aparezca la Raschia no tan entregada a ocupar con ficción las hendijas de parte de la historia del máximo héroe patrio. Y sí, entonces, aquella mujer que, además de cineasta, es licenciada en Ciencias Sociales y Humanidades.

De algo existe certeza: este San Martín será más José, un tipo que apenas en una sola escena aparece con atuendos militares, para convertirse en un hombre de carne y hueso, sexual y todo, que durante casi un año elige vivir una especie de exilio absoluto, allá en Los Barriales, o acá nomás, al compás de una vida extraña para un héroe. Un hecho lo marca así, más allá de cualquier opinión: es aquí y en ese año, cuando lo encuentra la muerte de su esposa Remedios de Escalada. Es aquí donde decide dejar pasar unos meses, ante la fatalidad, para recién volver a Buenos Aires y así grabar el epitafio que hasta el día de hoy se mantiene en la tumba de su mujer: «Aquí yace Remedios de Escalada, esposa y amiga del General San Martín».

La directora se muestra entusiasmada y también expectante. Es consciente de la estatura del héroe, así como de su impronta, a la que cree constitutiva de la cultura cívica de los mendocinos hasta hoy.

Ha preferido ahondar en aspectos de un hombre nada común, que, sin embargo, lo era, a su modo. «No me pude escapar de la seducción», repite, contenedora y desbordada, al mismo tiempo. Todas las miradas ahora están puestas en la suya. Y en Mendoza, mirar lo ajeno, es, por el momento, lo más cercano al mundo del cine. Ojalá «José, 1823» sea aquello que trascienda el voyeurismo provinciano. Y también el camino para forjar una industria difícil: la del cine y sus aledaños. La épica sanmartiniana siempre nos dice que todo es posible.

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2 Comentarios
  1. Alberto Giménez dice

    Nunca son buenas las películas hechas por encargo sobre los héroes patrios. ¿Será esta la excepción? Lo dudamos. Quienes promueven propagandísticamente este film están siendo investigados por corruptos (el gobernador de Mendoza y dos senadores). La ciudadanía de la ciudad de Mendoza lo sabe.

  2. alberto giácomo dice

    Ojalá no sea otra de esas bazofias sobre próceres que el cine nacional nos tiene acostumbrado. Dado que tiene el apoyo del gobernador y de uno de los senadores más corruptos de mendoza, todo parece que será plata dilapidada, si no hay blanqueo de dinero.

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