UN GAUCHO RECORRE EL MUNDO

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Nos instalamos a conversar en un lugar íntimo, bueno: dentro de la posible intimidad que un sitio público puede ofrecer. Eduardo, gaucho** de tomo y lomo. Pañuelo al cuello y poncho de lana, mirada transparente, hombre directo, gozador de la vida, un observador, coqueto como un gallo de pelea que exhibe su plumaje.

fotoCuenta que al salir de Argentina, le hicieron una despedida, donde desfiló de a caballo con todas las banderas de los países que pensaba recorrer. Su hijo menor, que a la época tenía 14 años, no quería ni que le hablaran del tema, “seguro sus amigos y compañeros se lo cargaban”, dice Eduardo, “debe haber pensado ¡mi viejo se volvió loco!»

Claro que a cuatro años de comenzado el periplo, con un sitio-web que alberga el diario de viaje, las fotos, entrevistas y el apoyo gubernamental, es otra cosa. “Y… seguro que ahora está orgulloso de este viejo loco…”, se pavonea el gaucho, que alguna vez ejerció como perito judicial.

Por cierto que algo de eso, de orgullo, debe haber: imposible que sus hijos no sientan orgullo, cuando la comunidad argentina en pleno se ha sumado a este Quijote moderno, pero a la antigua.

Eduardo dice que : “no es lo mismo dar la vuelta al mundo en bicicleta que hacerlo a caballo”, sin contar el costo económico y afectivo por el amor que tiene por sus animales, amor que se refleja en su convicción de que “si llego a algún sitio donde los caballos tengan un techo y comida y estén bien… el resto no importa yo puedo arreglármelas como sea, lo primero son ellos”. Salió de sus pagos de la provincia de Buenos Aires El Chaja, El Chalchalero y Niño Bien. (Arriba monta al Chalchalero, El Chajá a la izquierda, más abajo, y por último Niño Bien).

En pampa y la vía

A meses de salir de Argentina, se produjo el llamado corralito –un efecto «colateral» de la crisis económica y financiera que azotó al país a principios del siglo XXI– y se quedó con lo que tenía en el bolsillo. Sus ahorros, venta de casa y todo lo que vendió para concretar su aventura, lo perdió. Pero no perdió su garra, y continuó adelante.

A poco andar se dio cuenta que debía solicitar certificados de las alcaldías por las que pasaba, como testimonio de su viaje. Las autoridades de su país le fueron dando apoyo, “los que tienen amor por los caballos, se las juegan más, pero todos me han tratado magníficamente bien y me han apoyado mucho”, confiesa.
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Así pasó, no sin un poco dificultad las fronteras latinoamericanas. El sitió geográfico que más le impresionó fue Machu Pichu. Colombia lo vio cruzar su territorio bajo la protección de la Cruz Roja ecuatoriana; perdió un caballo, pero ganó otros cuatro que le fueron obsequiados, respectivamente, en Perú, Colombia, México y Estado Unidos, donde le obsequiaron a Jerónimo, un. «mustang» de pura raza india.

México y 60 cuates. En Chiapas su travesía se realizó acompañado de 60 jinetes. “Imposible que en un país como México, donde tienen una tremenda cultura de crianza de caballos, mi paso fuera inadvertido, fueron muy cariñosos y ¡bebí del mejor Tequila!”.

Respecto de la acogida en los países latinoamericanos, confiesa que debió enfrentarse al estereotipo que la gente tiene del argentino porteño: prepotente, canchero y déspota. “Ahí, cuando sabían que era argentino había un poco de reticencia, pero una vez que hablaban conmigo ya la cosa cambiaba y se daban cuenta que soy un hombre de la Tierra…”

Son gente muy cariñosa., pero…En los Estados Unidos de Norte América, la embajada de su país jugó un rol fundamental y le consiguió que pudiera atravesar el charco –desde el país del norte hasta Europa– gracias a la Coca Cola, la que paradojalmente no le solicitó que se pusiera una polera, ni que le hiciera propaganda indirecta. Incluso “todos los que me han entrevistado no mencionan esto, y es cierto, no me pidieron nada a cambio…”

De los «gringos» : “la gente fue conmigo muy cariñosa, pero es un país donde no viviría jamás. Están obsesionados con el trabajo, no porque amen trabajar, sino para tener más cosas, cosas que a la final no saben disfrutar…”

Europa, los niños y las mujeres

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El gaucho llegó a Holanda con dos de sus caballos, los otros debió dejarlos al cuidado de amigos: “era muy caro traerlos a todos, sin contar que los pobres hubieran sufrido mucho con las bajas temperaturas, espero poder hacer que me los envíen a España o Marruecos en primavera…” Y, aunque no tiene que hacer publicidad a la transnacional, sí se la hace a dos organizaciones sin fines de lucro cuyo eje de acción está centrado en los niños: la Fundación Manos del Sur
(www.manosdelsur.org)
y la Fundación Children’s Rights
(www.childrensrights.org).
Ambas instituciones trabajan por la protección de la infancia y tienen una red de apadrinamientos de niños abandonados o en condiciones de desprotección social.

Eduardo, hace énfasis en lo contento que está con el apoyo recibido por centros ecuestres y academias de caballería que lo han acogido; por ejemplo, en Bélgica el Club Militar de Tervuren hospeda a sus caballos : “Ellos están atendidos al más alto nivel”, dice feliz su aventurero propietario.

¿Y el corazón?. “Ah… las mujeres… Lo más increíble es ver las diferencias de las mujeres latinoamericanas con las del norte y sobre todo las europeas”. Eduardo se acomoda para continuar el tema, que –evidentemente- no le incomoda. Considera a las europeas más liberadas, “ellas te invitan a la casa sin consultarle al marido, no les importa, ellas llevan las riendas y toman las decisiones no más”.

Divorciado dos veces, y con el corazón a buen ritmo asegura que no podría enamorarse, que no tiene nada que ofrecer y que su objetivo es continuar el viaje por Europa, Francia, la ruta de Santiago de Compostela, España, Portugal, Italia, Alemania, Turquía, Asia: Contsantinopla, y Alejandría y el norte de África: Túnez, Marruecos.

También encontrarse con su hija –de 26 años– que vive en Tenerife, y volver pisar el continente americano por el extremo sur, entrando por Chile. “Con ese periplo marcado no creo que ninguna mujer quiera arriesgarse, además las mujeres necesitan estabilidad y eso yo no lo puedo ofrecer…”

Aunque no niega que ha conocido mujeres fascinantes y sus amorcitos, como buen marinero, ha dejado, se pregunta a sí mismo qué pasaría si se enamora… ahí, deja su mirada vagar y vuelve cable a tierra: “debo llegar al objetivo final y escribir mi libro, muchas personas están involucradas, ya no me pertenece sólo a mi…”

¿Y entonces?

“… Bueno, si me enamoro… ¡Tendría que volver!”

(Con su colección de banderas de los sitios visitados y a horas de partir, vuelve su mirada transparente y me pregunta para quién escribo, para qué medio. Le respondo que se trata de una revista digital llamada Piel de Leopardo. Sonríe y con el brillo en los ojos me asegura que eso era lo que le faltaba.

“…Pero ya no, ahora tengo mi piel de leopardo”.

Portal de Eduardo Díscoli: www.deacaballoalmundo.com.ar

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* Periodista chilena, reside en Bélgica.
La imagen de apertura es de Díscoli ante el monumento ecuestre a José de San Martín en Bruselas (©Cut.com).

** Gaucho: vocablo de dudoso origen y aunque se utiliza en todo el río de la Plata –y sur del Brasil– no existe absoluta certeza sobre la raíz de esta palabra.
Una de las hipótesis, apunta a que los criollos y mestizos comenzaron a pronunciar así (gaucho, gaúcho en Brasil) la palabra chaucho, introducida por los españoles como una forma modificada del vocablo chaouch, que en árabe significa arreador de animales.
Los gauchos –hombres del campo argentino, principal escenario de su vida legendaria y real–, hábiles jinetes y criadores de ganado, se caracterizan por su destreza física, su altivez, su carácter reservado y melancólico. Y antaño por su vida solitaria y nómade en la pampa sureña.

Nota
Cuando los argentinos salen a cabalgar pueden llegan muy lejos. Entre 1925 y 1928, por ejemplo, el profesor suizo-argentino Félix Tschiffely, con Gato y Mancha –dos caballos nacidos de yeguas tehuenches, en la pampa patagónica– lo hizo hasta Nueva York. Y regresó.

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