Un martes que puede conmover al mundo
El próximo martes 8 de noviembre se realizarán las elecciones en Estados Unidos. En esta oportunidad ellas adquieren un valor especial. Usualmente las ofertas electorales eran parecidas o, por lo menos, previsibles. Se sabía que los republicanos expresan, dentro del país, a la franja más pro-mercado y conservadora.
En cambio los demócratas, muy vinculados a los sectores financieros, aparecían como más abiertos y con la perspectiva de darle al Estado un rol más activo. La política internacional de ambas fuerzas es –tradicionalmente- bastante parecida, como también lo es su política de destinar gigantescos recursos al aparato militar lo que les permite constituirse en “gendarmes del mundo”.
El sistema electoral de los Estados Unidos tiene algunas características que es bueno recordar. La elección presidencial no es directa, se votan electores por Estado y éstos eligen al Presidente reunidos en un Colegio Electoral, donde cada elector conserva su libertad de voto. El voto no es obligatorio y lo podrán ejercer los mayores de 18 años que –previamente- se hubieran inscripto en el registro respectivo. La población actual de los Estados Unidos supera los 320 millones de personas, de los cuales unos 245 millones se encuentran en edad de votar. Tradicionalmente votan algo más del 50% de la población en edad de hacerlo.
En medio de la crisis en la que -desde hace varios años- está envuelto el capitalismo actual y su propuesta de globalización mundial, se está dando un fenómeno político que particularmente afecta a países europeos y que ahora se ha extendido a los Estados Unidos. Se trata del auge de diferentes particularidades de un nacionalismo que no acuerda con las propuestas globalizadoras y que practica políticas de tipo xenófobo. La reciente votación en el Reino Unido contra la perspectiva de seguir permaneciendo dentro de la Unión Europea es una rotunda manifestación de esa tendencia.
Si bien el resto de los países de Europa, a excepción de Hungría, sostienen políticas globalistas, en varios de ellos esta expresión de nacionalismos locales avanza con fuerza. Esa tendencia llegó a los Estados Unidos, primera potencia mundial y cabeza indiscutida del mundo occidental. La candidatura, que originariamente parecía carecer de toda posibilidad, de Donald Trump es la manifestación de esa postura.
Hoy en las elecciones estadounidenses hay dos tipos de confrontaciones. Una, la tradicional entre republicanos y demócratas. La otra, entre quienes defienden el globalismo –Hillary Clinton- y quienes abrevan en la idea que los Estados Unidos deben cerrarse más sobre sí mismos y su tradicional cultura anglo sajona.
Naturalmente que la dirigencia del sistema mundial, interesado en continuar con las actuales políticas globalistas, está poyando a Hillary. Esto pasa al interior de los Estados Unidos y también en el exterior de ese país. Eso ha hecho que la opinión pública mundial esté orientada hacia una aprobación de Hillary y condena de Trump. Si el triunfo de Hillary es la continuidad del globalismo, la perspectiva de Trump es el recrudecimiento de los conflictos entre los propios países centrales y el riesgo de guerra que eso conlleva.
Este creciente posicionamiento, por este tipo de políticas, refleja el cansancio de vastos sectores sociales en cuando a los regímenes vigentes, ya no respecto de tal o cual partido sino con referencia a la mayoría de los mismos. Encabezan esta rebeldía los sectores más acomodados que piden menos y menos impuestos y los más pobres de todo tipo, particularmente los que se van quedando sin trabajo, que no ven futuro en la continuidad de las actuales políticas.
Por otro lado sabemos que en Estados Unidos los intereses bancarios y de los grandes productores de armas están por detrás de todos los gobiernos. Es difícil imaginar su relación con un eventual gobierno de Trump, al que procurarán domesticar y subordinar.
En los últimos días hubo dos llamativos escándalos que perjudican a Hillary. Uno de ellos gira sobre la reapertura de una investigación del FBI por unos emails (correos) que la señora Clinton envió desde un servidor privado cuando era secretaria de Estado. El otro hecho que se difundió es que una columnista de CNN le filtró a Hillary preguntas de uno de los debates que mantuvo con Trump.
Más allá de lo que se diga no hay dudas acerca de que hay sectores de poder que trabajan para Trump. Lo cierto es que pase lo que pase, el “fenómeno Trump” va más allá del candidato y refleja un cierto descontento de la sociedad estadounidense: Éste descontento está allí gane o pierda el candidato que hoy lo expresa.