Un modelo para no seguir: Críticas desde América Latina

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Cecilia Roca*

En América Latina siempre existió mayor facilidad para adoptar tradiciones teóricas y usarlas para fines prácticos, que para adaptarlas críticamente. Esta triste tendencia a la aplicación mecánica de modelos ajenos se vio exacerbada por el neoliberalismo.

“El ideario neoliberal nunca produjo ni un solo pensador democrático, no ha producido autores ni obras significativas” alegó el sociólogo y politólogo argentino Atilio Borón, en el marco del Seminario de Actualización “Debatiendo la Democracia en América Latina” en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) a la cual APAS asistió.

Entrevistado por nuestra agencia, el comunicador social Gustavo Nieto, de la UNCuyo, comentó que América Latina, desde los ‘80 y a partir de la visibilización de sus efectos sociales y económicos, viene realizando una diversificada crítica al neoliberalismo. Esta crítica ha sido multidisciplinaria. En ella participan economistas, politólogos, filósofos, teólogos, sociólogos y antropólogos de distintos países.

El terreno en común de estos intelectuales que afrontaron la crítica latinoamericana al neoliberalismo fueron las nociones de que el individuo no se podía reducir a lo económico; que todos somos miembros de una comunidad social, y aunque ella fuera fragmentada era inaceptable el “darwinismo social” y el antihumanismo neoliberal; que la complejidad y diferenciación cultural de América Latina no podía ser aprehendida por una teoría social abstracta y esquemática; y que el Estado mínimo implicó la privatización del Estado y la concentración del poder social en las elites políticas y económicas.

En su disertación, Atilio Borón sostuvo que el neoliberalismo cristalizó una estructura de poder internacional que tiene en su cúspide a unas doscientas megacorporaciones que promueven, respaldan y sostienen el aterrador programa económico político.

Dicha cúspide del poder global, explicó Borón, se conformó por los grandes oligopolios financieros, industriales, comerciales y comunicacionales que aún tienen presencia y control dominante en la mayoría de los países del mundo. Estas megacorporaciones están en íntima conexión con los diversos gobiernos nacionales y con los Organismos Multilaterales como el BM, FMI, BID y los ministerios de Economía y Finanzas.

El académico también describió a los organismos multilaterales como “perros guardianes” de la clase dominante mundial. En el esquema de poder, estos tienen el rol de un comisario político que responde primordialmente a los intereses imperiales de los Estados Unidos y de manera subordinada, a los de sus aliados.

Por su parte, Nieto concluye que la pirámide de la estructura de poder se completa con el conjunto de empresas periodísticas, televisivas y radiales, que conforman la “gran prensa económica” internacional. Estas empresas comunicacionales desempeñan un rol indispensable en la constitución de la opinión pública y el “sentido común” de la época.

El neoliberalismo como forma inédita de dominación

El filósofo francés Dany Robert Dufour, profesor de Ciencias de la Educación de la Universidad París VIII y académico en Universidades de América Latina, en su libro “El arte de reducir cabezas” (2007) resumió a este hombre liberado y al mismo tiempo siervo y atrapado inconscientemente en la lógica neoliberal.

Así lo analizó Adolfo Coronato, en el periódico Le Monde Diplomatique, el trabajo de Dufour: “sujeto desimbolizado, sin sujeción a la culpa e incapaz de apelar al libre arbitrio crítico, privado de la facultad de juzgar e inducido a gozar sin desear, “mundializado” en la órbita de la mercancía.”

Dufour alegó en su obra que la novedad del neoliberalismo, en comparación con otros sistemas de dominación, como el nazismo, fue que aquellos funcionaban mediante el control, el fortalecimiento institucional y la represión; mientras que el nuevo modelo capitalista en su etapa más salvaje, logró su funcionamiento apelando a la “desinstitucionalización”.

Esta modalidad de imposición, aporta el francés, consistió en destruir las instituciones con el fin de obtener individuos blandos, precarios, móviles, abiertos a todos los modos y variaciones del mercado. Una manera de imponerse menos coercitiva y menos costosa.

Ahondando más en la comprensión holística de este nuevo tipo sujeto, Dufour esbozó el pasaje de la modernidad a la posmodernidad con el neoliberalismo, y cómo este provocó la desaparición del Otro, la destrucción de los antiguos globos simbólicos -tales como la religión, la familia y la Nación-. “Ya no hay ninguna “ley externa” que nos guíe – indicó Dufour-, la posmodernidad acarrea nuevos desórdenes en el “ser uno mismo” y en el “estar juntos””.

El nuevo estadio del capitalismo se hizo cargo de la “dependencia simbólica del hombre” y logró imponer como único imperativo válido los intercambios comerciales. La mercancía pasó a ocupar un lugar central reemplazando todo principio; y el adjetivo “liberal” a designar la condición de un “hombre liberado” de todo apego de valores. La mercancía en términos de Dufour, actúa como todo lo que alivia, cura, tranquiliza.

Marc Augé, antropólogo francés especializado en etnología, en su obra “¿Por qué vivimos?” planteó que la “sociedad de consumo” en la actualidad es la que propone la imagen de la felicidad.

Augé alegó en su trabajo que el ideal social es el consumo de todos y para todos, pero también que todo debe ser consumido y previamente producido. Esta “sociedad de consumo” logró imponer una definición de felicidad – “consumir te hace feliz”– y la de infelicidad/insatisfacción –“no consumir” -.

La desinstitucionalización implicó para Dufour menos Estado y más sujetos precarios y víctimas que reproducen nuevas víctimas. El resultado inevitable de esto fue la creación del nuevo individuo desimbolizado. En estos términos, el objetivo de la desimbolización se basó en quitar de los intercambios el componente cultural.

El autor caracterizó a la actual generación de jóvenes, como una nueva categoría social, categorizados como consumidores improductivos, sin trabajo, degradados y transfigurados. “Una juventud abandonada a sí misma”. Estos encuentran dificultad para insertarse en un mundo del trabajo cada vez más hipotético y enigmático, explicó el autor.

En este sentido Dufour, se interrogó muy concretamente acerca del futuro de las nuevas generaciones. El autor cuestionó en su obra las novedosas maneras de consumir, de informarse, de educarse, de trabajar y, en una perspectiva más general, de vivir con los demás.

Esta manera de “reducir cabezas” mediante el levantamiento de prohibiciones, imposibilitó la dialéctica entre el cuerpo social y su representación política. Mediante esta reducción se abrió un nuevo espacio social nihilista, impregnado de un nuevo y poderoso darwinismo social, donde los mejores adaptados pudieron aprovecharse legítimamente de todas las situaciones y los peor adaptados, se los dejó abandonados, expuestos a desaparecer.

El neoliberalismo hizo realidad el viejo sueño del capitalismo: todo objeto llegó a ser una mercancía (hasta el derecho al agua o los órganos humanos) y empezó a incluir en esta categoría, a todos los asuntos privados del individuo, su subjetividad llevada al estado de “mercancía”, como su sexualidad, entre otras cosas.

*Parte de una serie de informes acerca de escenarios de América Latina producidos en el Seminario de Periodismo y Planificación en Medios de Comunicación de la Universidad Nacional de Cuyo

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