Un periodista duda. – EL 11 DE SETIEMBRE DE ESTADOS UNIDOS

842

Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Cada vez que doy en alguna parte una conferencia sobre el Oriente Medio, no falta uno en el auditorio –uno, precisamente– a quien llamo el “delirante”. Me disculpo por adelantado con todos y todas las que acuden a mis charlas con preguntas agudas y pertinentes, preguntas que a menudo me superan puesto que no soy sino periodista, pero reveladoras en cualquier caso de que comprenden la tragedia del Oriente Medio harto mejor que aquellos que informan sobre ella. Pero el “delirante” existe. Cobró forma corpórea en Estocolmo y en Oxford, en Sao Paulo y en Yerevan, en El Cairo, en Los Ángeles y, con rostro femenino, en Barcelona. No importa el país, siempre hay un “delirante”.

Su pregunta es poco más o menos ésta: ¿por qué, siendo usted un periodista libre, no cuenta todo lo que sabe del 11 de septiembre? ¿Por qué no dice la verdad, a saber: que la Administración Bush (o la CIA, o el Mossad, o quien haya sido) hizo volar las Torres Gemelas? ¿Por qué no revela usted los secretos que se esconden tras el 11/9?

Se da por supuesto, en cualquier caso, que Fisk sabe; que Fisk tiene una concretísima caja fuerte rebosante de hechos concluyentemente probatorios de lo que “todo el mundo sabe” (así suelen decirlo): la identidad de quien destruyó las Torres Gemelas. A veces, el “delirante” está manifiestamente angustiado. Un hombre, en Cork, Irlanda, me lanzó la pregunta, y luego –cuando sugerí que su versión del complot era un tanto rara–, abandonó la sala protestando a los gritos de haber sido insultado y pateando las sillas.

Normalmente, he tratado de contar la “verdad”; que aunque hay asuntos sin respuesta en relación con el 11/9. Soy el corresponsal del Independent en Oriente Medio, no corresponsal de conspiraciones; que de ellas tengo bastantes reales que atender en Líbano, Iraq, Siria, Irán, el Golfo, etc., como para preocuparme de conspiraciones imaginarias en Manhatan. Mi último argumento –definitivo en mi opinión– es que si la administración Bush ha metido la pata en todo lo que ha intentado –militar, política y diplomáticamente— en Oriente Medio ¿cómo diablos podría haber perpetrado con tal éxito los crímenes contra la humanidad cometidos en EEUU el 11 de septiembre de 2001?

Bien: sigo. Cualquier estsructura militar capaz de decir –como los americanos (estadounidenses) hace dos días– que al-Qaeda está en fuga, no puede poner manos a la obra en algo de las dimensiones del 11/9. “Desbaratamos al-Qaeda, provocando su huída”, dijo el coronel David Sutherland hablando de la ridícula Operación Martillo Relampagueante que tuvo lugar en la provincia iraquí de Dijala. “Su temor a enfrentarse con nuestras fuerzas prueba que los terroristas saben que no hay lugar seguro para ellos”. Y más por el estilo, todo obviamente falso.

En pocas horas, un batallón de al-Qaeda atacó Baquba y dio muerte a todos los jeques locales que cayeron en sus manos con los estadounidenses. Me recuerda la guerra de Vietnam, que George Bush vio desde los cielos de Texas (lo que puede explicar por qué mezcló esta semana el final de la guerra de Vietnam con el genocidio en un país diferente llamado Camboya, cuya población fue finalmente rescatada por los mismos vietnamitas a los que los colegas de Bush más valientes que él habían combatido sin cuartel).

Pero… Y a eso voy: yo me siento cada vez más desconcertado con las contradicciones de la explicación oficial del 11/9. No se trata sólo de los más obvios non sequitur: ¿dónde están las partes de las aeronaves (motores, etc.) del ataque al Pentágono? ¿Por qué a los funcionarios involucrados en el vuelo United 93 (que se estrelló en Pennsilvania) los han amordazado? ¿Por qué los restos del vuelo 93 se esparcieron por un radio de kilómetros, cuando se supone que se estrelló entero en un campo? Quede claro: no hablo de la loca “investigación” de David Icke (Alicia en el país de las maravillas y el desastre del World Trade Center), a cuya lectura cualquier hombre sano debería preferir la de la guía telefónica.

(Icke es un conocido escritor y conferencista inglés que aborda una vasta gama de asuntos desde una óptica sensacionalista y conspirativa, desde la vida de la monarquía británica hasta los mitos del pueblo dogón. N.R.).

Hablo de asuntos científicos.

Es verdad, por ejemplo, que el querosene arde a 8200 C en condiciones óptimas: ¿cómo entonces pudieron venirse simultáneamente abajo las vigas de las dos torres gemelas, hechas de un acero cuyo punto de fusión se supone que ronda los 1.4800 C? (Recuérdese que colapsaron en 8,1 y 10 segundos, respectivamente.)

¿Qué pasó con la tercera torre, el llamado World Trade Center Building 7 (o Salmon Brothers Building), que colapsó por sí propia en 6.6 segundos a las 17:20’ del 11 de septiembre?

¿Por qué se desplomó tan limpiamente, sin que ninguna aeronave hubiera impactado en ella?

Se encargó al American National Institute of Standards and Technology analizar las causas de la destrucción de los tres edificios. Todavía no ha emitido el informe sobre el WRC 7. Dos prominentes profesores norteamericanos de ingeniería mecánica –no desde luego de la estirpe “delirante”– están inmersos en una impugnación jurídica de los términos de referencia de este informe final, alegando como fundamento que pudiera ser “fraudulento o engañoso”.

Periodísticamente hubo muchas cosas extrañas en torno al 11/9. Las informaciones iniciales que hablaban del ruido de “explosiones” en las torres –que bien podrían proceder del desplome de las vigas– son fáciles de descartar. Menos lo es la información, según la cual el cuerpo de una mujer miembro de la tripulación fuera hallado en una calle de Manhatan con las manos atadas. Cierto: digamos que se trata sólo de informaciones de oídas del primer momento, del mismo modo que fue un error inicial de los servicios de inteligencia la lista, proporcionada por la CIA, de árabes suicidas, en la que se incluían tres hombres que estaban –y están– vivitos y coleando en Oriente Medio.

¿Pero qué decir de la enigmática carta escrita por Mohamed Atta, el asesino suicida egipcio de rostro aterrorizador, cuyo consejo “islámico” a sus siniestros camaradas –dado a conocer por la CIA– sumió en la perplejidad a todos mis amigos musulmanes de Oriente Medio? Atta menciona a su familia, cosa que ningún musulmán, ni el peor instruido, haría en una oración de este tipo. Recuerda a sus camaradas de asesinato el deber de recitar la primera oración musulmana del día y luego cita partes de la misma. Sólo que ningún musulmán necesita tal recordatorio, por no mencionar la inclusión de la oración Fajr en su carta.

Repito: No me gustan las teorías conspirativas. No me vengan con delirantes. No me vengan con complots. Pero a mí, como a cualquier hijo de vecino, me gustaría saber la verdad entera de lo que ocurrió el 11/9, entre otras cosas por la nada despreciable razón de que fue el disparador de la “guerra al terror”, una política desde todo punto lunática y mentirosa que nos ha llevado al desastre en Iraq, Afganistán y en buena parte de Oriente Medio.

El asesor felizmente ya ido de Bush, Karl Rowe, dijo una vez: “ahora somos un imperio; creamos nuestra propia realidad”. ¿Es verdad? Si nos lo hicieran saber al menos impediría que la gente agarrara a patadas las sillas.

———————–

foto

* Periodista y escritor..

Artículo publicado en el periódico británico Independent el 25 de agosto de 2007; puede ser leído aquí.

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.