¡Uno de cada dos chilenos no entiende lo que lee!

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Casi la mitad de los chilenos adultos no entiende lo que lee, y el 51 por ciento no es capaz de hacer operaciones aritméticas simples ni puede llenar formularios de poca dificultad. Esta realidad, que ha sido considerada desoladora y de implicancias dramáticas, resulta a la luz del Segundo Estudio de Competencias Básicas de la Población Adulta 2013, elaborado por el Centro de Microdatos de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile.

Los datos generados en esta radiografía social han causado escozor entre los defensores del neoliberalismo, quienes restan validez al trabajo porque, según señalan, Francia consideró que en un estudio similar realizado en 1994 había problemas de traducción y que la metodología era demasiado experimental para sacar conclusiones. Pero más allá de observaciones superficiales e interesadas, las conclusiones reflejan un hecho que derriba mitos respecto de la realidad de Chile.

En sectores académicos se puntualiza que si más del 50 por ciento de la población no entiende lo que lee, necesariamente esto tendrá efectos en el plano productivo y en el desarrollo del país en cuanto a democratización y cultura. En este sentido, se argumenta que si la mitad de los chilenos no entiende lo que lee, significa que “estamos hablándonos y no nos estamos entendiendo”… lo que es un problema para el sistema político. El decano de la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, Oscar Landerretche Moreno, señala que esta medición demuestra que el país está a más cien años de alcanzar el desarrollo.

Método de medición

El estudio efectuado por el Centro de Microdatos estableció tres aspectos o dominios como metodología de evaluación de las competencias básicas de la población: prosa (texto), que son las habilidades para comprender y utilizar información contenida en textos, noticias, editoriales, etc; documentos, que es la capacidad para usar información contenida en documentos como índices, mapas y gráficos, entre otros; y evaluación cuantitativa, que son las competencias básicas necesarias en operaciones matemáticas, tales como cálculos para llenar formularios de depósitos y estimar tiempos a partir de determinados horarios.

Tanto para evaluar el nivel de dificultad de las preguntas, como para asignar puntajes a las tres mil 500 personas entrevistadas en forma aleatoria a nivel nacional, se utilizó la Teoría Item-Respuesta, similar al método aplicado en países de mayor desarrollo. Los puntajes se asignan separadamente para los dominios de textos, documentos y cuantitativo. Fluctúan entre 0, que es la menor capacidad y 500, que es la capacidad mayor.

El estudio realizado este año demuestra que más del 80 por ciento de la población adulta se ubica en los dos niveles inferiores de competencia básica en todos los dominios (texto, documentos y cuantitativo). Comparativamente con 1998, la medición aprecia que las diferencias no son estadísticamente significativas en el área cuantitativa o en textos, o sea que los resultados son similares después de 15 años.

De acuerdo con la consulta, un 44 por ciento de los adultos entre 15 y 65 años se encuentra en un nivel de analfabetismo funcional en textos. Un 42 por ciento no reúne las habilidades básicas para ubicar y utilizar información contenida en mapas, gráficos, índices, etc. En tanto que un 51 por ciento no reúne las competencias necesarias para aplicar operaciones aritméticas incorporadas en materiales impresos tales como cálculos requeridos para llenar formularios de depósitos, o estimar tiempos a partir de horarios, entre otros.

David Bravo Urrutia (49), director del Centro de Microdatos de la Universidad de Chile, luego de precisar que el objetivo de este estudio fue determinar el nivel de competencias básicas y alfabetización funcional de la población entre 15 y 65 años y comparar su evolución con una primera medición realizada en 1998, explica que el término “alfabetización” en este caso no sólo se utiliza como saber leer y escribir, sino también para describir una competencia básica como la habilidad de entender y utilizar la información impresa en actividades cotidianas en el hogar, la comunidad y en el trabajo.

A modo de explicación, una persona analfabeta no sabe leer ni escribir, mientras que un “analfabeto funcional” no sabe resolver tareas necesarias en su vida cotidiana; también está limitado en su interacción con tecnologías de la información y comunicación. Tendrá dificultades para usar un computador, o un teléfono celular de manera eficiente. Aquellos con este tipo de analfabetismo pueden ser sometidos a intimidación social, riesgos de salud, bajos salarios, y otras dificultades relacionadas con su inhabilidad.

Radiografía dramáticacontra el analfabetismo
David Bravo Urrutia considera que el Estudio sobre Competencias Básicas de la Población Adulta 2013, tiene implicancias serias. Esta es “una radiografía dramática de lo que somos los chilenos y de lo que son nuestras competencias efectivas. Este grado de analfabetismo funcional, que va desde el 44 al 51 por ciento, implica que, en proporción, es muy cercano a lo que encontrábamos en 1998: uno de cada dos chilenos es analfabeto funcional en esas materias”. Subraya que “esto quiere decir que nuestras posibilidades como país para dar un salto importante de desarrollo, están muy restringidas por la calidad del capital humano. Tenemos un indicador de pobreza que más bien es un indicador de extrema pobreza del capital humano. Hay un 50 por ciento de la población de estas características. Y la noticia es aún más alarmante cuando se toman los dos niveles inferiores del estudio que indican la deficiencia: en este caso sería el 80 por ciento de la población”.

El director del Centro de Microdatos puntualiza que si “la estrategia de desarrollo del país se retroalimenta de esta calidad del capital humano, el problema es, ¿qué pasará en el futuro? Este es el gran cuello de botella de lo que uno esperaría que ocurriera en Chile. En algún momento hará crisis y vamos a tener que preocuparnos de los trabajadores y su situación. Si el capital humano es el que tenemos, la foto que surge de este estudio es desoladora y deprimente”.
¿Han fallado las políticas públicas o qué ha faltado para enfrentar este problema?
“Creo que los datos muestran que lo que hemos hecho no ha tenido impacto por el lado de la educación. La generación más joven -el grupo que tiene entre 15 y 30 años- son personas que se incorporaron al mercado laboral, pero esto no se tradujo en el logro de mayores capacidades. Esto resulta más preocupante porque el estudio nos aporta que en educación estamos estancados”.
¿En los resultados de este estudio han incidido la mala calidad de la educación?
“Sí, exactamente. Por lo tanto, el que no veamos resultados también le pone presión al sistema educacional. Lo otro que se ha hecho mal a la luz de estos resultados es lo que pasa con las personas que ya están en el mercado laboral. Tal vez lo más dramático de este estudio es que se está repitiendo lo que sucedía en 1998. Hay políticas de capacitación, pero tienen un resultado muy malo. Por ejemplo, las franquicias tributarias para capacitación tienen impacto cero y se traducen en resultados como estos”.

A su juicio, ¿por dónde deberían empezar las políticas públicas?
“Se debería empezar por la capacitación, pero casi todos los recursos se van por la vía de la franquicia y ésta no tiene impacto porque el sistema no produce resultados, sino que induce a que sea una capacitación definida por la empresa. Asimismo, los montos y horas que se destinan para la capacitación son insuficientes. A mi juicio se deberían aumentar las horas de capacitación en materias que realmente sean necesarias y dirigidas a las personas que tengan más falencias”.

Analfabetismo y despolitización
La gente que aparece con las características de analfabetismo funcional en este estudio, ¿no es susceptible de manipulación o que sea acrítica de la sociedad en que vive?
“Creo que sí, afecta de manera muy importante. De aquí podría surgir un estudio respecto de cómo se las arreglan las personas que tienen estas falencias e indagar en las consecuencias de ello. Si estuviéramos hablando de analfabetos reales, es decir que no saben leer ni escribir, la gente igual buscaría estrategias, porque tiene que sobrevivir”.
¿El nivel de analfabetismo funcional que registra esta investigación puede explicar entre otras cosas la despolitización?
“No hemos hecho esa correlación, pero es una buena interrogante. Creo que tiene que ver con muchas de las cosas que están pasando en Chile, desde la posibilidad de ser engañados ante la falta de capacidad para entender, aun cuando se tenga estudios de cuarto medio. Por ejemplo, hicimos un estudio de las AFP y concluimos que de la gente que adquiría ese servicio, el 93 por ciento no no sabía cuánto le costaba. La gran mayoría no entiende cómo funciona este sistema.

El desconocimiento es brutal y ésta es un área donde la gente está obligada a ‘comprar’, pero no mira el precio. El mercado que está detrás no funciona, porque las personas no se comportan de modo de producir competencia. No actúan de manera racional. Este es el talón de Aquiles del sistema capitalista. Se supone que las personas tienen que comportarse de manera racional, pero en la práctica tienen enormes falencias para hacerlo”.

chile mapucheUn estudio similar, en 1998, situó a Chile en el último lugar de analfabetismo funcional. ¿Los resultados de la investigación realizada este año no constituyen un golpe para los seguidores del actual modelo neoliberal?
“Creo que estos datos son un duro golpe y necesitamos que se interpreten como tal. Durante mucho tiempo en el Centro de Microdatos hemos trabajado este tipo de temáticas, y nos gusta presentar los datos que surgen, aunque resulten incómodos. La investigación realizada en 2013 indica que nada ha cambiado en quince años y nos pone una base de discusión. Este es un gran problema y hay que hacerse cargo desde la matriz que tenga cada uno. Hoy día Chile tiene una lógica capitalista y el tema es cómo nos hacemos cargo de esto”.

Más allá de las interpretaciones de los resultados del estudio del Centro que usted dirige, esto refleja una realidad poco auspiciosa en materia de educación y en el ámbito laboral.
“Estos datos son una invitación a quienes están pensando en implementar políticas. Que nos digan cómo piensan hacerlo. Lo que resulta obvio es que hay que efectuar un cambio muy radical, porque lo que se ha hecho no ha producido ningún impacto. Es necesario cambiar la lógica de cómo se destinan recursos, analizar qué está pasando en el ámbito de la educación y el trabajo, qué pasa con la educación técnico-profesional, etc”.

De acuerdo con esta investigación, ¿esto no afecta a la ciudadanía para lograr cambios en el plano de la democracia, la educación, el trabajo o la cultura?
“Sí, es evidente que las personas ‘analfabetas funcionales’ son una proporción muy importante de la sociedad. La pregunta es cómo involucrar a estas personas para que sean parte de la democracia. Es sabido que hay una relación directa entre participación y competencia. Las personas que tienen menos competencia tienden a participar menos en la vida cívica de su país. El descrédito de los partidos y la insatisfacción con la política deben estar relacionados con los resultados del estudio”.
Usted ha señalado que la capacitación es importante en el problema del analfabetismo funcional, ¿hay otros aspectos que tienen que ver con esta situación?
“El origen de este problema son las deficiencias del sistema educativo. El problema de la capacitación se puede remediar, porque se requiere una política de capacitación para adultos. La educación técnica tiene carencias importantes pero, ¿qué posibilidades tienen los mayores de 30 años para educarse? En realidad no hay herramientas de política que subsidien este tema. La capacitación de los trabajadores no es hoy una preocupación prioritaria de las políticas públicas”.

*Publicado en “Punto Final”, edición Nº 791, 11 de octubre, 2013

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1 comentario
  1. Antonio Casalduero Recuero dice

    Interesante artículo, concuerdo plenamente con sus conclusiones; quisiera agregar más, de muestra basta un botón, o quizás más de uno, vinculado a la contingencia política actual: La gran mayoría de la propaganda política en caminos, calles y plazas muestra la fotografía del candidato, muy sonriente, satisfecho, contento, y más abajo su nombre y el lugar que ocupará en la papeleta del voto, y nada más, pero ni se nombra su partido, ni sus propuestas, ni menos parte de su programa; o sea, «señoras y señores voten por el rostro de este candidato». Eso, simplemente, se denomina pobreza intelectual en grado mayúsculo. En tanto, los canales de televisión siguen dándole firme al fútbol, a la farándula, y a esos concursos anodinos, tontos, idiotas, además de los reality y a cuanta estupidez pueda empequeñecer e idiotizar más al televidente. En mi opinión, ha de ser la propia televisión la que enmiende esta dolorosa falencia nacional, empezando por una campaña que enseñe a hablar, una que sociabilice, otra que apunte al factor higiénico, sin dejar de lado la que apunte a la importancia de la lectura, ya sea en un libro o en una pantalla.

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