URUGUAY, CELULOSA; CHILE ADEMÁS MINERÍA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

– I – LA CONTAMINACION EN EL RIO URUGUAY

Uno de los obsequios que recibió el gobierno de Tabaré Vásquez –y que al parecer no tienen ninguna intención de devolver– es la constrcción sobre el río que da nombre al país de sendas plantas de celulosa. No pocos uruguayos y todos los argentinos ribereños protestan.

Las plantas de procesamiento usarán una tecnología que no es la mejor disponible. Producirán cloro, que al mezclarse con el agua crea dioxinas, un cancerígeno muy difícil de degradar. Las empresas contestan con evasivas cuando se pide información concreta o se escudan tras informes como el del Banco Mundial, que con toques de surrealismo afirma que hay sardinas en el río Uruguay. La historia desconocida de la papelera en Colonia.

Es decir: «no se oye, padre».

Laura Vales*

fotoQue los organismos internacionales de crédito son capaces de apelar a los más extraños argumentos para justificar sus posiciones no es a esta altura ninguna novedad. Pero en el caso de las papeleras, la consultora contratada por el Banco Mundial para medir el impacto ecológico sigue alimentando el registro de lo insólito.

El informe fue elaborado por las firmas Pacific Consultants International y Malcolm Pirnie, y vale comenzar con su mención porque se trata del documento de mayor peso en respaldo de la instalación de las plantas en Fray Bentos. En él, y con el afán de demostrar que las fábricas no van a provocar daños en la margen argentina del río Uruguay, sus autores afirman cosas como que la calidad del aire de Gualeguaychú no se verá afectada porque “el viento va de la Argentina al Uruguay”.

Esta simplificación, que ahorraría años de estudio a los meteorólogos, es complementada con otros datos equívocos, como que las fábricas estarán ubicadas a 40 kilómetros de la ciudad de Gualeguaychú –cuando las imágenes satelitales las muestran a 25 y 22 kilómetros– y una serie de traspiés reveladores de su pobreza científica. Por ejemplo, al referirse a las especies del río Uruguay identifican al sábalo, pez de principal importancia ecológica y económica de la región, como “un miembro de la familia de las sardinas”, confundiéndolo con la especie marina de las costas europeas y africanas que, como todo el mundo sabe, sólo llega a las costas del río Uruguay enlatada.

Estas son algunas de las observaciones –ya que no las de fondo, las más vistosas– que la Cancillería argentina señaló al Uruguay en un proceso de discusión que no muestra salidas a la vista. Su problema central, coinciden los técnicos, es en realidad mucho más grave, ya que consiste en la falta de información: el país vecino no ha contestado hasta ahora cómo van a tratar las fábricas sus desechos industriales, a pesar de que la pregunta se viene haciendo desde agosto.

Es este retaceo de la información el que ha cargado a toda la discusión de un aire enrarecido, que favorece que aparezcan las peores sospechas y mantiene la negociación estancada, ahondando el conflicto. Página/12 accedió a los documentos que elaboraron los representantes del gobierno argentino en la Comisión Binacional que los presidentes Néstor Kirchner y Tabaré Vázquez crearon para buscar una solución al tema. Aquí, el detalle de la situación:

¿Qué tecnología van a utilizar estas plantas?

El sistema Kraft. Harán pasta de celulosa a partir de madera. El primer paso del proceso consiste en triturar los troncos hasta reducirlos a una pulpa, que queda de color amarillento por la lignina, una sustancia que mantiene unidas las fibras de los árboles. Este tipo de pulpa sirve para hacer papel de baja calidad, como el de embalaje o el de diario. Pero si se quiere conseguir papel blanco, esta pulpa debe ser blanqueada. Este es el paso que genera la controversia con las dos empresas.

Inicialmente, las papeleras usaban para el blanqueo cloro elemental. Se comprobó que el método es muy contaminante: el cloro, combinado con sustancias orgánicas, produce dioxinas, agentes que deterioran el sistema inmunológico humano y animal, y son cancerígenos. Por este motivo, aunque todavía quedan fábricas que lo utilizan, desde mediados de los ochentas el cloro se fue reemplazando por otra tecnología que usa dióxido de cloro (el proceso Kraft, o libre de cloro elemental). Esto reduce la contaminación con dioxinas, pero de ninguna manera la elimina ya que, aunque sea en menores proporciones, se sigue tirando cloro al agua.

Existe un tipo de proceso totalmente libre de cloro, pero no es el que usarán ni la española Ence ni la finlandesa Botnia. Según los documentos que las empresas presentaron para instalarse, usarán el Kraft. Esto implica que tomarán agua del río Uruguay y la devolverán a su cauce tras emplear dióxido de cloro en el proceso de blanqueo. En este caso, el gran problema es la escala. Las plantas serán de una enorme magnitud: producirán “un millón de toneladas de celulosa” por año, la finlandesa, y “medio millón de toneladas” la española, según los documentos de la Comisión Binacional. La promesa de las firmas es que las aguas residuales serán tratadas “in situ antes de su vertido en el río”. Pero ni Botnia ni Ence detallaron cómo.

¿Cuál es el riesgo de que contaminen?

Va a depender de cómo se use el cloro, y en qué cantidad. El problema con las dioxinas y los furanos que se viertan al río es que se trata de compuestos con muy poca capacidad para biodegradarse. “Son sustancias tóxicas persistentes”, definió a Página/12 un integrante de la Comisión Binacional, elementos que quedan en la biosfera muchos años después de haber sido liberados y se almacenan en los tejidos de los organismos vivos.

En lenguaje técnico, estos compuestos son denominados AOX, halogenuros orgánicos absorbibles. Los técnicos locales advirtieron que el río Uruguay está limpio, pero es un ecosistema frágil. “De acuerdo con los caudales, las concentraciones de AOX en la costa argentina podrían llegar a 0,024 mg/l, lo que implica elevar el valor mínimo detectado en el río doce veces”, señalan en el documento de respuesta al informe del Banco Mundial (Análisis y observaciones al borrado de estudio de impacto acumulado de la Corporación Financiera Internacional, 16 de enero de 2006). Un elemento que agrava los riesgos es “la cercanía entre ambos emprendimientos”, ya que las celulosas van a estar separadas por sólo 6 kilómetros. Por eso es posible que los efectos se potencien, en una sinergia negativa.

Está, por otra parte, el problema del aire. Una vez obtenida la pasta de celulosa, las papeleras vuelcan los desechos sólidos a una caldera donde los queman para producir energía. “El humo enviado al aire puede contener azufre, que en contacto con las nubes genera dióxido de azufre, es decir lluvia ácida”, sostuvo el consultado. “Existen procedimientos para tratar las emisiones y limpiarlas de azufre. Si se realizan, los riesgos se pueden controlar. Pero de todas formas, el mejor proceso no es el Kraft, sino el libre de cloro.”

Los negociadores revelan un dato que caldea la discusión con el Uruguay: en Colonia existe una pequeña fábrica de papel, Fanapel, que trabaja con el sistema más contaminante, con cloro elemental. La empresa ha propuesto cambiar su tecnología a la libre de cloro. “Ence y Botnia, con su enorme tamaño, deberían utilizar el mismo método”, consideran aquí.

¿Qué datos niegan las empresas?

Lo más grave es que no detallan qué tratamiento van a darles a los efluentes líquidos y los gases que emitan. Al igual que en cualquier industria, hay procedimientos técnicos específicos, ¿cómo evaluarlos si no se sabe en qué consistirán? Este pedido de información lleva cinco meses. Fue formulado inicialmente el 3 de agosto en Montevideo, en la reunión inaugural del Grupo Técnico de Alto Nivel (GTAN).

Las respuestas dilatorias que dio el Uruguay desde entonces fueron:

— “Se dispondrá de esta información detallada, por ejemplo del tratamiento de efluentes, en los tiempos correspondientes”.

— “En relación con el punto 7 (allí se pedían los manuales de procedimiento con medidas de control y correctivas), ambas empresas disponen de sendas declaraciones de política ambiental, las cuales figuran en sus respectivas páginas web”, y

— “Las preguntas pendientes fueron trasladadas al emprendatario, sin haber recibido aún el retorno correspondiente. La información será remitida a la Delegación Argentina en cuanto esté disponible” (respuesta enviada luego de tres meses de espera).

¿Por qué la Argentina rechaza el informe encargado por el Banco Mundial?

Porque, aunque también carece de esta información, promete que no van a ocurrir inconvenientes ambientales. En este sentido, el análisis del Banco Mundial, dice la Cancillería, es de un “optimismo infundado”. Los datos sobre el diseño y la operación de las plantas son tan pobres que no alcanzan “el nivel de descripción de una planta típica que puede encontrarse en la bibliografía”. La información faltante fue suplantada, entonces, por manifestaciones de esperanza. Por ejemplo:

— “Las emisiones de contaminantes del aire (…) serán controladas usando la mejor tecnología disponible (…) y no se espera que afecten la salud”.

— “Los efluentes líquidos (…) serán tratados según normas internacionales (…) por lo que presentan un muy bajo riesgo para la vida acuática”.

Como fue mencionado al inicio de esta nota, el Banco Mundial luce sus capacidades retóricas al hablar de la cuestión de los vientos, un tema clave para prever cuánto del olor a huevo podrido característico de las papeleras va a llegar a la turística Gualeguaychú.

Luego de asegurar que el viento va de la Argentina al Uruguay, y en un esfuerzo para desmerecer los registros que lo contradicen, el informe dice cosas como que el viento va del Brasil al Paraguay y proviene del oeste en Mar del Plata, aunque aquella zona no tenga relación alguna con la de las papeleras.

La conclusión argentina es que, teniendo en cuenta el carácter intrínsecamente contaminante del proceso Kraft, el tamaño de las papeleras (que van a procesar un millón y medio de toneladas de pasta de celulosa por año), la cercanía entre ambos emprendimientos (de seis kilómetros), la fragilidad ambiental del río Uruguay y los usos que se da al agua (consumo humano, recreación con contacto directo), es necesario tomar medidas antes de que comiencen a funcionar.

Los vecinos de Gualeguaychú reclaman, en este sentido, que las obras se frenen y se realice un estudio ambiental independiente. ¿Quién puede tomar la decisión de suspender las construcciones? “Sólo el Estado uruguayo, un soberano”, dicen los negociadores argentinos. El próximo fin de semana la Comisión Binacional terminará su trabajo sin haber llegado a un acuerdo. Aunque entonces quedará abierta la vía de los tribunales internacionales, esta opción no convence al gobierno argentino (ver página 4), que considera que la mejor solución es un acuerdo racional entre las partes. Pero eso, por ahora, parece más que difícil.

* Periodista. En el diario argentino Página 12 (www.pagina12.com.ar).

foto– II – NI POR TODA EL AGUA DEL MUNDO

Entre tanta reflexión pre y post electoral, entre tanto político analizando lo real o lo imaginario y además justificando lo injustificable, entre tanto chileno preocupado de sus vacaciones y del Festival de Viña, entre tanto ambientalista apropiándose de lo que no le corresponde, el proyecto minero de Pascua Lama parece seguir avanzando como le gusta a los amos de Chile: silenciosamente y sin el debate público que debiera corresponder a proyectos con un gran nivel de impacto.

Jordi Berenguer*

Su desarrollo parece delineado por un hábil libretista de teleserie: dilatemos, escondamos los reales impactos; dilatemos, no hablemos de glaciares; dilatemos, publicitemos nuestros atributos; dilatemos, dilatemos, dilatemos. Así se avanzó durante el año pasado y ahora parece que ya todo está conversado entre gallos y medianoche, o en esa tierra de nadie que va entre la salida del administrador Lagos y la llegada de la administradora Bachelet, pues resulta que la Comisión Regional de Medioambiente lo puede aprobar el 23 de febrero próximo.

Pero para qué oponerse, para qué frenar el progreso, para qué limitar la generación de empleo, para qué preocuparse por los habitantes y los pequeños agricultores de la zona, para qué pensar que puedan ser importantes los pueblos originarios que tienen derecho sobre esas tierras, para qué revisar los antecedentes de la empresa, para qué evaluarlo ambientalmente, para qué alarmarse por la posible destrucción de esos tres “montones” de hielo, para qué pensar en cómo disminuyen las reservas de agua que tiene el planeta.

Nada de esto tiene sentido, nada de esto es tan relevante como para dedicarle un minuto.

Quizás por eso mismo duerme en la cámara de Diputados desde septiembre del año pasado un proyecto donde se excluye, aún con sometimiento al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, a todos los proyectos o actividades en las zonas de glaciares, con la sola excepción de aquellas que tengan por finalidad la investigación científica o de aprovechamiento ecoturístico y el aprovechamiento del derretimiento natural de los mismos.

Pero con el criterio anterior esto no tienen ninguna importancia, ya que dan lo mismo los estudios de científicos latinoamericanos que han indicado que los glaciares andinos han entrado en una fase acelerada de retroceso, debido al calentamiento global, estimándose un grave deterioro en los próximos 20 ó 30 años.

Y por ende da lo mismo que nuestra legislación no cuente con disposiciones referidas a la conservación de los glaciares, ni en la Ley ambiental ni en la legislación sobre el uso y aprovechamiento de las aguas, que tengan por objeto su protección como fuente de agua y como depositarios únicos de oxígeno milenario y testigos fieles de la evolución del clima en nuestro planeta.

Disculpen tanto desatino, disculpen tanta palabrería en momentos en que Chile tienen otros problemas, otras preocupaciones y en que para muchos se ha instalado la fiesta.

* Periodista, coordinador interno de Océana, Oficina para América Latina y Antártica.
En el portal
Rebelión (www.rebelion.org).

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