Uruguay: el genocidio de la población charrúa

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Roger Rodríguez*
El investigador Eduardo Picerno publica una investigación de cuatro años sobre lo ocurrido en Salsipuedes el 11 de abril de 1831. Su trabajo, editado por la Biblioteca Nacional, demuestra con cientos de documentos, algunos inéditos, cómo se preparó lo que no duda en calificar como el genocidio que determinó que Uruguay sea el único país de América sin indios.

Toque indígena en el Escudo Artiguista. Escudo Artiguista o de la Patria Vieja (probablemente inédito o poco conocido) dibujado a tinta y lápiz de color en 1814, en la primera página de un libro denominado “Gobierno Artiguista”, donde aparecen elementos indígenas incorporados: una corona de plumas en lugar del sol, lanzas charrúas, la mitad de un arco y flechas, un carcaj, la pitanga indígena y el laurel de la victoria, con el lema “Con libertad no ofendo ni temo”, que hoy luce el Escudo de Montevideo.

La matanza de indígenas en los campos de Salsipuedes el 11 de abril de 1831 constituyó una intencional acción genocida, planificada con premeditación y engaño, para exterminar a la población Charrúa, cuyos sobrevivientes ­niños y mujeres- fueron repartidos como criados entre acaudaladas familias de Montevideo.

El genocidio, considerado ya en la época como un “crimen de lesa humanidad”, fue ocultado al Parlamento, a la prensa y a la historia, en una suerte de “pacto de silencio”, implícito u ordenado por el gobierno, y amparado durante 177 años por una “historia oficial” que mantuvo hasta hoy la impunidad de aquel acto.

(…) El trabajo de Picerno (“investigador del pasado uruguayo y de los charrúas”, se autodefine), editado por la Biblioteca Nacional, exhuma e interrelaciona 229 documentos históricos (varios inéditos) y 14 versiones del hecho, en una compilación que elogian los historiadores José Joaquín Figueira y Aníbal Barrios Pintos.

“Sean cuales hayan sido las causales motivacionales, lo cierto es que se juzgó conveniente destruir a los charrúas”, anota Figueira, para quien el libro “dada su particularidad de reunir lo que se juzga toda la documentación al respecto, es (…) una contribución importante y destacada para el esclarecimiento definitivo” del hecho.

“En lo sucesivo, nadie que se interese por ellos (los sucesos de 1831): estudiantes, historiadores, público en general, podrá opinar con solvencia sin la lectura exhaustiva de este libro, que representa una de las compilaciones más ordenadas y orgánicas que se hayan registrado en nuestro medio”, subraya Barrios Pintos.

Crimen de lesa humanidad

La investigación de Picerno se presenta en 23 capítulos divididos en cinco partes, donde analiza los documentos de lo ocurrido en 1831, con una óptica de los derechos humanos, que ya existían como normas de respeto a la vida, a la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión, establecidas en la Constitución de 1830, inspirada en la Declaración de los Derechos del Hombre de la Revolución Francesa.

El investigador, reivindica el derecho a saber y el deber de recordar y no duda en calificar la matanza de Salsipuedes como un crimen contra la humanidad y aún como genocidio, a la luz de la definición que hoy establece el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional de las Naciones Unidas, incorporada a la legislación uruguaya.

El 30 de diciembre de 1848, “El Defensor de la Independencia Americana” señalaba: “Las naciones salvajes no se exterminan. Se las reduce, se las catequiza, se las hostiliza también, cuando hay que defenderse de ellas. Hacerlas desaparecer de sobre la faz de la tierra con una matanza calculada, y eso usando de traición y de perfidia es un crimen espantoso, un delito de lesa humanidad que debe sublevar contra él a todas las almas honradas y justas, y a todas las conciencias cristianas”.

“No es el propósito de este libro hablar sobre el general Fructuoso Rivera, sino demostrar, primero, que hubo genocidio y, luego, en segunda instancia, que el responsable político y militar del mismo fue Rivera, secundado por algunos comerciantes y políticos amigos”, explicó Picerno a La República.

“Tampoco pretendo atacar a quienes hacen hoy "apología" de aquel genocidio. El libro trata hechos que se han tergiversado y quienes lo defienden tendrán que discutir con el propio Rivera, que reconoce que no informó al Gobierno de sus disposiciones y que disfrutó la matanza. Rivera es su propio y mejor acusador. Transcribimos documentos que se ocultan y no quieren integrarse a la verdadera historia de Uruguay”, puntualizó.

Hubo genocidio y se ocultó

La primera parte del libro se centra en documentos históricos del período entre el 2 de noviembre de 1811 y el 31 de diciembre de 1830, con los que se narra la leyenda negra de los charrúas, sus contactos y relación con José Artigas, y la de éste con Rivera, también se incluye su polémica carta en la que propone “asesinar” al prócer de los orientales.

También se desmitifican las versiones “románticas” sobre el “abrazo del Monzón” (en realidad Rivera, al frente de tropas portuguesas, fue capturado y sería ejecutado si no se sumaba a las fuerzas de Lavalleja), el proceso que lleva al Gobierno Provisorio, la Constitución de 1830 y la proclamación de Rivera como presidente.

La segunda parte, demuestra la estrategia de Rivera para destruir a los charrúas, para centrarse en lo ocurrido el 11 de abril de 1831 en Salsipuedes, y los sucesos posteriores a la masacre, que incluyen el traslado a pie de los sobrevivientes hasta Montevideo, donde se produce el reparto de niños, hasta llegar a la muerte de Bernabé Rivera.

 

Finalmente, se incluyen tres partes dedicadas a datos sobre la vida de Fructuoso Rivera, las conclusiones del autor y las versiones que sobre lo ocurrido en Salsipuedes se han escrito, para cerrar la publicación con un amplio índice de los documentos que aparecen en el libro o se adjuntan en el CD que acompaña la publicación.

 

En sus conclusiones, Picerno subraya que hubo genocidio charrúa, desde que se silenciaron los hechos y se distorsionó la información, para que no se supiera que hubo matanza de miembros de las tribus y que hubo lesiones graves a la integridad física y mental de los miembros del grupo.

También destaca que los sometieron intencionalmente a condiciones de existencia que les impedían sobrevivir, que hubo medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo y que -como en tiempos más cercanos- hubo traslado por la fuerza de niños, que fueron quitados a sus madres, hacia otro grupo social y cultural de mayor poder.

*Periodista e investigador.

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