Constanza Moreira*

En primer lugar, hablemos sobre el porcentaje de gente que fue a votar. El resultado estuvo un poco por debajo de la participación electoral registrada en las internas de 2004 (46%), y bastante más de la registrada en 1999 (54%). Aun así, sigue siendo sorprendentemente alto, tratándose de una elección en la que no se decide ningún cargo nacional, y en la cual no es obligatorio votar. En la mayoría de los países que no tienen voto obligatorio, los porcentajes de participación electoral en elecciones en las que sí se votan cargos ejecutivos y departamentales, no alcanzan al 50%. Y si bien esto no es un consuelo para "mal de muchos", debe tomarse en cuenta para evaluar la cultura política de los uruguayos.
En principio, la cultura política "votadora" del uruguayo sigue estando presente, a pesar de que el sistema no la estimula mucho. La falta de facilidades que los organismos electorales competentes ofrecen para la renovación de la credencial cívica, el trámite del traslado, o el vencimiento muy anticipado en el año para obtener la credencial en los votantes por primera vez, nos muestra unas instituciones que piden mucho y dan bastante poco. No existió ni una sola campaña destinada a estimular el voto, ni siquiera a explicar en qué consistían estas internas, con la excepción de las pequeñas "cadenas" que realizó Andebu (empresarios radiales), pero que no ingresaron en los horarios centrales de los grandes medios.
Por otra parte, los locales para votar estaban muy mal acondicionados, poco preparados para los más ancianos y los discapacitados, y desafiaban a la más pura voluntad, en ausencia de cualquier estímulo institucional adecuado. Si nos queremos seguir jactando de la cultura política de los uruguayos, deberemos reflexionar seriamente sobre la falta permanente de incentivos que el sistema genera para que la gente se involucre en política. No todo puede ser una obligación cercada por innúmeras dificultades que debemos atravesar para cumplirla: el "voto que el alma pronuncia" debe ser un derecho garantizado con las facilidades que implica. Esto es algo que en la muy austera, exigente y poco amable cultura de los uruguayos (la del "sabremos cumplir"), debería ser revisado.

Al parecer sí, todavía se precisa más. Se precisa imponerle condiciones, cercarlo de equipos supuestamente "técnicos", sitiarlo con elites confiables (¿cuáles?), hacerle perder poder en la fórmula, antes siquiera de que la fórmula exista. Todo esto funciona como una suerte de "gabinete en la sombra", porque las negociaciones son secretas, funcionan por intermediarios, documentos escritos y reuniones cerradas.
La falta de confianza en las decisiones de las grandes mayorías, está, esta vez, afectando al propio Frente Amplio, en mucho mayor medida que al Partido Nacional, que no ha cuestionado ni una sola vez la virtud de tener un ganador que no representa, precisamente, el "centro" del partido.
La falta de confianza en las decisiones de las grandes mayorías, está, esta vez, afectando al propio Frente Amplio, en mucho mayor medida que al Partido Nacional, que no ha cuestionado ni una sola vez la virtud de tener un ganador que no representa, precisamente, el "centro" del partido.
Tampoco Larrañaga lo sometió a condiciones, por más que su votación lo acercara más a su contendiente, que lo que sucedió en el FA. Si la gente eligió a Mujica, ¿qué se le va a hacer? Se llama democracia, y así resulta. La gente elige lo que quiere, y no lo que le digan que debe elegir. La idoneidad "técnica", la confiabilidad, la "gente preparada", nunca fueron el fuerte del Frente Amplio, que debió enfrentar siempre su condición de primerizo, amateur e impredecible, como enfrentó la mayor parte de las izquierdas de América Latina en su llegada al gobierno.
Estos razonamientos sólo aíslan cada vez más al Frente Amplio de su propio electorado, y olvidan, por uno o varios días, que hay un montón de frenteamplistas (entre ellos, los que no fueron a votar) que quieren, por una vez en meses, escuchar que ya está bien, que ya pasó, que ahora hay un candidato y un vice (cualquiera sea), y que la cosa se va a poner a rodar, con todos juntos, hasta la victoria siempre.
* Politóloga uruguaya. Universidad de la República
Los comentarios están cerrados.