Uruguay: Telepolítica y campaña electoral

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Pablo Khalil*
La influencia de la televisión en los votantes durante una campaña electoral puede ser decisiva, pues para un número muy alto de ciudadanos es la única fuente de información. Este medio de comunicación se ocupa de las campañas electorales a través de los informativos y a partir de la nueva Ley de Partidos Políticos. A través de los espacios gratuitos de publicidad y por supuesto las tandas, los jingles, los eslóganes y las banderas que pulularán por televisión a partir de de las próximas semanas.

Entremedio podríamos situar a los debates -cuando se dan- ya que en la última elección no los hubo al menos entre los candidatos que corrían con mayor oportunidad.
Los debates -elementos establecidos en el llamado primer mundo- están configurados como lo más importante y atractivo de las campañas electorales modernas. Los debates televisivos son programas con una duración de una hora y media o dos, cuyas audiencias por miles  les confieren un carácter y un trato especial, ya que incentivan el voto y pueden llegar a decidir las elecciones.

Además, por su configuración, se erigen como el elemento que tiene menos filtros para que los políticos presenten sus propuestas a la ciudadanía y para que los electores valoren a sus representantes.

Consideraciones previas para decidir el cara a cara
En Uruguay  la decisión de ir o no  a un debate depende de lo que digan los sondeos, ya que su celebración no está regulada por ley, a diferencia de lo que sucede en otros países.

Los sondeos condicionan las estrategias a seguir por parte de los partidos políticos. La consulta al oráculo, como llama a las encuestas Javier del Rey Morató, (profesor de Teoría General de la Información de la Facultad de Ciencias de la Información, Universidad Complutense Madrid),  es la clave que otorgará la decisión final: “Al repartir los papeles – el ganador, el perdedor o los perdedores, el probable empate -, los sondeos condicionan las estrategias de comunicación de los jugadores, porque definen el escenario en términos de elecciones altamente competitivas, o en términos de resultados perfectamente previsibles, con un ganador que despega del pelotón”.

Una vez que las encuestas otorgan una ventaja o desventaja en la intención de voto de un partido o en la aceptación del candidato, las fuerzas políticas optan o no, -depende de cada circunstancia-, por la estrategia siempre arriesgada del reto cara a cara. Es el juego del envite para Javier del Rey Morató, que consiste en lo siguiente: “Se exige al adversario que baje a la arena, que dé la cara, lo cual puede concretarse en la petición – o la exigencia- de un debate televisado, que el oponente concede o deniega, según lo estime conveniente o perjudicial para su causa”.

Tras ese reparto de papeles hay que tener en cuenta que si uno de los candidatos es ya presidente o lo ha sido, necesita ganar por K.O al aspirante, mientras que al aspirante le sobra con mantener un buen tono.

Este tipo de enfrentamientos suelen tener lugar por tanto entre candidatos que se encuentran en igualdad de condiciones, en las que ninguno de los dos tiene una fuente adicional de publicidad para llegar al elector. Se suele decir que se da este tipo de espacio cuando hay empate técnico y el resultado es muy impredecible. Tal es el caso del patético debate llevado adelante el domingo pasado en canal 4 entre Pedro Bordaberry (candidato colorado), Mieres (del Partido Independiente) y Raúl Rodríguez candidato a presidente por la Asamblea Popular.

Debate en la campaña de 1994: confluencia de intereses
En la historia de Uruguay sólo se han celebrado debates cara a cara entre candidatos a la Presidencia del gobierno en las elecciones en que las encuestas daban empate técnico en cuanto a la intención de voto. Tal fue el caso, en su momento, de los debates de Tabaré Vázquez con Sanguinetti en 1994 y entre Tabaré y Batlle en 1999. Estos dos debates estaban basados  en su momento en la necesidad de incentivar la participación y  lograr que se diera un vuelco en la  opción ciudadana. Fue uno de los argumentos que llevaron al Frente Amplio y al Partido Colorado a enfrentarse y  aceptar el cara a cara que les propusieron las televisiones privadas.

Además de los partidos políticos, la otra parte interesada en la celebración de estos debates eran los canales  privados que sabían que un debate como éste les daría mucha audiencia en especial si lograban que su canal fuera el elegido para ello.

El debate se mediatiza en una base de principios de la Guerra a la Defensiva : Parece ser que la mejor estrategia defensiva es tener el valor de atacarse a uno mismo. Para fortalecer su posición el líder debe introducir nuevos «productos» que compitan con el líder mismo.

Decía Mao Tse Tung: « El enemigo avanza, nosotros retrocedemos.  El enemigo acampa, nosotros merodeamos. El enemigo se cansa, nosotros atacamos. El enemigo retrocede, nosotros acosamos.» l juego del tero que canta en un lado pero el huevo está en otro lado.

Aunque parezca raro, tanto la izquierda como la derecha aplican toda su estrategia a los grandes medios cuando muchas veces las cosas se definen en otro lugar.

Veremos qué acontece en estas últimas semanas antes de las elecciones mientras la telepolítica se  convierte en  un gran espectáculo preparado para que venga la televisión porque lo importante es más lo que digo para salir en el informativo de las 20 que lo que escribo, propongo o elaboro para gobernar. En ese cuadro compite el Frente Amplio y el Partido Nacional en  movilizaciones,  puerta a puerta, reuniones  y los actos en los que  procuran transmitir la voluntad de avanzar o retroceder depende de la optica del receptor del mensaje .
 

*Periodista uruguayo. Publicado en El Popular

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