Venezuela: educacion de ayer     

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

fotoLos problemas pedagógicos se han multiplicado en las últimas décadas de manera alarmante. La ausencia de una política educativa nacional, la alta tasa de crecimiento demográfico, las deficiencias en la administración de los servicios didácticos, los pobres resultados de los intentos de aplicación de planes parciales y la falta de personal capacitado se han unido con las apremiantes necesidades de la evolución socio-económica nacional, para llevar la educación al borde mismo de la crisis.

A pesar de los esfuerzos por diversificar la enseñanza a partir de la Educación Primaria, ésta continúa congelada de una forma rígida, un embudo por el que se canalizan estrecha e irremisiblemente los estudiantes hacia una Educación Superior tradicional, alejada de las necesidades sociales actuales.

Venezuela, una sociedad fundamentalmente industrial, mantiene estructuras educativas anteriores al maquinismo. Las filas de desempleados y sub empleados se engrosan jugosamente todos los años con jóvenes bachilleres que no pueden o no quieren ingresar a institutos de estudios superiores y que no sirven prácticamente para nada sobre esta tierra. Esto, después de haber pasado 11 años estudiando (¿qué?), preparándose (¿para qué?) y de haberle costado al Estado una pequeña fortuna.

Los niños se hacen adolescentes, los jóvenes maduran y llegan a ser adultos. La perspectiva futura nos turba el sueño.

Nuestra educación debe formar un venezolano con una actitud crítica, consciente de los profundos cambios que se están operando en la nación. Hay que erradicar esa enseñanza tradicional centrada en el verbalismo, el apuntismo, el caletre y los exámenes traumáticos o memorísticos para lograr una instrucción centrada en las actividades del alumno, quien a través de su participación activa pueda desarrollar los tres grandes aspectos de su personalidad: el psicomotor –hábitos, habilidades y destrezas–; el aspecto afectivo –estimación de valores democráticos y sociales–, y el aspecto del dominio cognoscitivo –investigación y síntesis de los procesos evaluativos del  aprendizaje–.

La crisis educativa no se podrá dimensionar con claridad si no se procede a una investigación seria. Nadie sabe de qué tamaño es el desequilibrio. Hay que hacer un trabajo de aula, que arraigue al estudiante a su propia institución. Con la clase activa muchos problemas de aula podrían resolverse dentro de ella. Necesitamos una pedagogía de tiempo completo, para que el egresado de las escuelas oficiales aumente sus posibilidades de ingreso a las universidades y otros centros de estudios.

Otro indicador alarmista es el problema de la deserción y repitencia. Ambos, puntos neurálgicos, dañan y desperdician los recursos presupuestarios. No se puede en este momento en el que el país debee valerse por sí mismo, destinar recursos humanos a ser formados como expertos en exámenes de reparación. Para evitar esto, deberían de existir un régimen de evaluación continua que verifique de manera periódica los cambios de conducta del discípulo. Tomando en cuenta la asistencia, los trabajos presentados, las participaciones en clase, etc…, estimular al estudiante en toda su estructura personal y no mediante simples pruebas de caletre.

Asimismo, se debe establecer un sistema de supervisión que ayude al profesor, que es uno de los mejores forjadores de la sociedad venezolana. El magisterio tiene profundas reservas académicas y morales para orientar a nuestra juventud.

Para mejorar el sistema educativo hay que fortificarlo con el elemento profesor guia, que no es simplemente el que dicta la  materia, sino aquel con sólida preparación en orientación que pueda  actuar como el amigo con alto poder para ayudar y canalizar los conflictos y los problemas que por más que fueren muchas veces pequeños, por no encontrar la dirección adecuada se transforman en un caos –lo que daña el proceso de aprendizaje–.

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La enseñanza “tiza y pizarrón” no desarrolla los niveles críticos necesarios; no permite la evaluación integral porque la actividad es monótona y el maestro lo da todo subestimando la capacidad de participación del estudiante. Este método favorece la memorización, obliga al examen caletre, aumenta el fastidio y favorece la indisciplina.

Es autoritario y limita los niveles de interacción maestro-alumno; es el peor enemigo de la biblioteca, no desarrolla los niveles sociales del alumno, no toma en cuenta las técnicas de dinámica de grupo, como el trabajo de proyectos, la discusión dirigida, el foro, los debates creadores esenciales de nuestro tiempo.

Trabajos de investigación educacional  han demostrado que la clase pasiva –la del dictado sin la participación real y sincera del estudiante– es factor de desajustes emocionales puesto que no libera esa energía interna tan importante en niños, jóvenes y adolescentes. Por lo demás, todos los exámenes de memorización y caletre se cuestionan porque frenan el juicio crítico de los estudiantes.

Los educadores, en todo el mundo, necesitan entrenamiento, actualización y mejoramiento profesional, porque la educación es un fenómeno vulnerable dentro del sistema y tenemos que estar al día para controlar y orientar los cambios que generan el desarrollo y las nuevas tecnologías, cada vez más abultadas e impactantes de los medios de información y propaganda.

Los contenidos de la educación para las nuevas generaciones del Siglo XXI deben incluir aspectos socioculturales imprescindibles para la  formación de la ciudadanía actual y futura.

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* Periodista venezolana.

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