Venezuela. – EL DESARROLLO DE UNA NUEVA CULTURA POLÍTICA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Coincido plenamente con todos ellos. Dije en su momento –y repito ahora- que el límite de Chávez era la raya amarilla de la democracia y de la libertad. La reelección indefinida está dentro de esa raya y allí podemos encontrar otro punto de confluencia. Tal reelección implica algo inadmisible para estos dos principios, entre otras cosas, porque bloquea todo ascenso a cualquier dirigente distinto, oficialista o no, y porque signa al gobierno como un régimen unipersonal vitalicio.

Las coincidencias con los amigos del PPT, de PODEMOS, e, inclusive, con los amigos del Partido Comunista, van más allá. En el PCV no encuentro una línea estalinista ni mucho menos. Los temas mismos de su próximo congreso indican una apertura a la pluralidad harto interesante.

Quizás haya que recordar la manida frase de «no hay mal que por bien no venga». Creo estar asistiendo al despertar de la plena vigencia de un socialismo democrático que se reivindica a sí mismo sin abjurar de ninguno de los principios de equidad y justicia social. Sin abjurar de la exigencia de pluralismo, de diálogo y de tolerancia. Quizás sea el momento de profundizar en los planteamientos teóricos-doctrinarios de esta tendencia y llevarlos a la constitución de una innovadora plataforma de acción política, de una que reclama la independencia de sus propios cuadros y la necesidad de existir más allá de una simple participación burocrática.

La política es paradójica. Este despertar de la idea democrática también favorece a Chávez –y con él al país– en el sentido de que aleja la posibilidad de una salida de fuerza. En efecto, al producirse el reclamo de libertad y democracia, de pluralismo y diálogo, en el seno mismo del gobierno, se abre una puerta que hay que cruzar. Al mismo tiempo perjudica a Chávez en sus propósitos de eternizarse en el poder.

El presidente tiene delante de sí una clara advertencia de que no será acompañado en propósitos contrarios a los principios claves y, en consecuencia, o comprende de una vez por todas que su gobierno tiene un límite en el tiempo o se lanza por el despeñadero de la aventura donde sólo le acompañará un puñado de incondicionales fanáticos.

Bien podemos aprovechar todos la coyuntura para crear una nueva conciencia política en Venezuela.

Los planteamientos que he hecho sobre la concepción de un Estado Social de Derecho no tienen color socialista ni ideológico particular ninguno. Son principios que bien pueden ser asumidos por el cuerpo social todo, incluyendo a los partidos de diverso signo. Los planteamientos que he hecho sobre una economía inclusiva están reflejados por todas partes como un anhelo nacional, hasta en el buen documento de la Conferencia Episcopal Venezolana.

Sólo algunos sectores venezolanos demasiado a la derecha se limitan a atacar a Chávez sin decir una palabra sobre la necesidad de atender a una sociedad de pobres. Lo que sí hace una centro-derecha que comprende perfectamente los tiempos presentes.

He insistido mucho en las formas horizontales que deben tener los partidos de este siglo, sobre una nueva concepción de la política que deje en el pasado la de líderes providenciales y la de «direcciones nacionales» inmunes a los criterios y al pensamiento de las bases populares. Todos coincidimos en ello y las demostraciones son palpables: PODEMOS, para tomar su postura, consultó a todos sus cuadros, el PPT está haciendo lo mismo, el Partido Comunista ha ido a cada núcleo suyo a preguntar por el camino a tomar, COPEI se muestra inclinado a cambiar su estructura interna.

Hay, pues, en los hechos, una nueva cultura política emergente que todos juntos debemos atribuirle al país –pedagógica y democráticamente– y abrir así un nuevo juego sobre las bases de la democracia y de la libertad, y también de la concepción de una nueva organización social que no dependa de las dádivas sino de una convicción profunda de hacer ciudadanos y no fanáticos estériles.

Tiendo la mano a todos los que andan por este camino. El juego democrático implica divergencias, contrastes, lucha por el poder, batallas generales y particulares. Podemos incurrir en todas ellas, el asunto clave está en que mantengamos la posibilidad de hacerlo. Y después de garantizarnos la base esencial ir –paralelamente, desde ya– a implementar esta nueva cultura política.

Este es el único y verdadero gran esfuerzo unitario que vale la pena. Los otros son acuerdos de partidos, de facciones, de grupos y eso no tiene validez trascendente. Lo importante es comprender la oportunidad que el momento histórico nos brinda a todos y luchar denodadamente por establecer una cultura política donde podamos diferir.

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foto

* Escritor.

tlopezmelendez@cantv.

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