Venezuela en tensión: a bailar llaman
Néstor Francia.*
Las “protestas” no son masivas, pero tienden a la violencia y las dos muertes en Mérida cambian la calidad de la situación: que los alborotadores no marquen la pauta, el pueblo chavista debe imponer paz y cordura. Necesidad de una comunicación social a la altura de las circunstancias. Si lo que viene es joropo, no se lo puede bailar con zapatos de oficina.
En nuestro informe de ayer decíamos: “Las primeras señales apuntan más bien hacia una rápida extinción del pequeño incendio. Oiremos algunos cacerolazos, probablemente veremos algunas marchitas y hasta guarimbas, y leeremos los sempiternos pronunciamientos de los representantes políticos y mediáticos del Imperio y la oligarquía, pero serán acciones focalizadas que no tendrán la fuerza de masas del 2007, cuando la base social opositora se volcó a las calles”.
Hasta ahora se ha cumplido la ausencia de masas en las “protestas” estudiantiles. Se ha tratado de pequeños grupos focalizados, son acciones-espectáculo, como cierre de vías y otras formas de guarimba. Sin embargo, un hecho cambia la calidad de los acontecimientos: los dos muertos de Mérida. Sobre todo porque en este caso estamos hablando de acciones de violencia armada impulsada por los “estudiantes” opositores, dentro de un plan de desestabilización que va más allá de las simples manifestaciones, como las de Caracas, que han tratado pero no han podido generar el caos.
Para hoy los “estudiantes”, de manera desafiante y premonitora de violencia, están convocando una nueva marcha que partiría de Plaza Venezuela “sin destino conocido”. Este tipo de prepotencia y provocación abiertas no pueden ser permitidas por nuestro gobierno. Si dejamos que estos alborotadores den un paso más allá de Plaza Venezuela, estaremos abriendo las puertas a nuevas y más amplias provocaciones, así que mejor es matar a la culebra por la cabeza.
Los “zamuros de La Barrosa”, estos carroñeros que ansían muerte en la calle para justificar sus desmanes, y que actúan tras bambalinas sin dar la cara mientras usan a jóvenes idiotizados e incautos como carne de cañón, deben entender que sus tontos útiles van a ser enfrentados y frenados, dentro de la Ley pero con todos los medios que ella permite.
Por otra parte es necesario sacar al pueblo chavista a la calle, no para enfrentarse violentamente a los autómatas del “movimiento estudiantil”, sino para llevar la voz de la paz al pueblo, para comunicarse con las mayorías, que seguro están de acuerdo con el derecho a protestar pero que con igual seguridad podemos afirmar que no aprecian la violencia. Mientras la mayoría del pueblo sigue en su rutina de trabajo y estudio, las minorías fascistas tratan de generar caos y desestabilización.
No podemos, entonces, dejarnos ganar la calle impunemente, el PSUV debería decretar una emergencia nacional y movilizar toda o buena parte de esa fuerza que vimos el pasado sábado en la calle, para imponer la paz y el orden, con su ejemplo y su presencia.
Nuestro aparato comunicacional se nos antoja como paralizado, con poca capacidad de respuesta rápida a las contingencias. Aquí no podemos seguir haciendo una comunicación formal, usando solo las mismas herramientas mediáticas que el enemigo. Esto es, no lo dude nadie, una guerra, hasta ahora más o menos incruenta, pero guerra al fin, de manera que se necesita una comunicación de combate, de batalla, y no una meramente declarativa y encerrada en los medios de comunicación.
La comunicación no es solo asunto de un ministerio o de unos canales de televisión o emisoras de radio. Es necesario crear alguna instancia que incluya al partido, a las organizaciones sociales, a los medios alternativos, con comandos que combinen la centralización con la flexibilidad, con equipos ágiles, capaces de dar respuestas rápidas y contundentes en este tipo de circunstancia.
Mientras la comunicación sea entendida de manera básicamente burocrática, nos costará mucho ganarle a la andana inclemente de la poderosa maquinaria mediática del enemigo.
Si lo que viene es joropo, no podemos bailarlo con zapatos de oficina.
* Analista de asuntos políticos.