Venezuela: ¿Esquizofrenia o doble discurso?

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Rubén Armendáriz*

No cabe dudas que la movilización social desencadenada desde la llegada de Hugo Chávez al gobierno en 1999, despertó a las mayorías venezolanas de su apatía (bi?)centenaria. Hoy las mayorías, antes sumisas, quieren opinar y participar, porque se sienten dueñas del país. Porque quizás el mérito mayor de la Revolución Bolivariana haya sido el de hacer sujetos de política a aquellos que durante casi dos siglos sólo fueron objetos de política.

El problema es que aquellas mayorías que ingresaron a la calidad de ciudadanos, hoy quieren participar en este proceso de cambios estructurales. Y las mayorías opinan, por ejemplo, en los Consejos Comunales (piedra angular del nuevo proceso politico), los comités de agua, los espacios abiertos para debatir políticas de salud y educación, y se lanzan a debatir las propuestas que, semanalmente, les lanza el Presidente.

Lo cierto es que, en Venezuela, la movilización fue desencadenada por el Estado y depende fuertemente de él,  Es más, en  muchas oportunidades, el debate propuesto por el Presidente y abordado por los Consejos Comunales, se inerrumpe cuando ven al mandatario anunciar que ya decidió la cuestión en la que estaban inmersos- Una oportunidad de participación frustrada. Otra.

Para los científicos sociales,  las varias crisis que se entrecruzan en el país están relacionadas, para bien o para mal, con el carácter particular del chavismo, que apela a la iniciativa de los de abajo para enfrentar el conservadurismo de las elites, pero parece no ser capaz de liberar a las mayorías incluso de su propio gran líder. Y ello produce ineficiencia, conformismo y personalismo..

Las encuestas coinciden en mostrar el apoyo de la población a las políticas de alimentación, salud y educación, pero los muestreos reflejan, asimismo, el fracaso en otros asuntos importantes y cotidianos para los ciudadanos, como la inseguridad, la movilidad y la basura.

Más allá del terreno retórico, el gobierno debiera competir en el terreno de la gestión, sobre todo después del cambio político que se dio en 2006, cuando los propios chavistas votaron contra la incapacidad en la gestión pública de gobernadores y alcaldes, como Diosdado Cabello, Juan Barreto, “Pepito” Rangel y muchos otros, pero no necesariamente contra el proceso de cambios, como quisieron interpretar los “expertos” de la oposición.…

 No cabe duda de que el tema del liderazgo y de la construcción de una sociedad más democrática y justa sólo es posible mediante la construcción de espacios de debate más amplios y de liderazgos alternativos. Es difícil el surgimiento de liderazgos alternativos y el de ámbitos colectivos de discusión con un liderazgo tan poderoso, carismático y con capacidad de ejercerse, como el de Chávez. Ni siquiera la creación del Psuv altera el hecho de que las decisiones principales termina tomándolas Chávez y él mismo las anuncia (al partido y a la ciudadanía a la vez).

En los últimos cinco o seis años se ha insistido en la posibilidad del magnicidio, un temor real que, además ha sido aprovechado para aislar cada vez más al Presidente, para alejarlo de las masas. Es claro que un proceso de transformación no puede depender de una sola persona, porque eso sería una señal de debilidad, no de fuerza. Porque, entonces, sería fácil darle jaque mate al proceso venezolano, matando –física y/o políticamente- a Chávez, como explican una y otra vez las repetidoras de los medios opositores. Y esta percepción le da una gran vulnerabilidad al proceso mismo.

Tampoco sirve cambiarnos a una democracia plebiscitaria, como se ha sugerido desde algunas columnas de opinión chavistas. No basta con que a la gente se le ponga una pregunta para que diga sí o no. Eso es una democracia muy acotada. Eso no es protagonismo popular, sino manipulación. Hoy tenemos un país dividido (quizá antes no había esa percepción, porque las mayorías no eran sujetos de política).

Si se trata de un nuevo orden, de una nueva hegemonía (¡qué bueno sería que algunos funcionarios dejaran sus lecturas solapadas –de las solapas de los libros, o en Internet- para estudiar a Gramsci, por ejemplo), en términos de una nueva cultura política, de nuevos valores, necesariamente hay que ampliar las mayorías, y darles participación protagónica, sobre todo cuando existe la paradoja de una clase media de discurso hasta golpista, pero beneficiada por las políticas estatales de inclusión de la última década Y no, como decía Question meses atrás, participarles la decisión sobre las políticas sino darles participación en la generación de políticas. Y no sólo desde el discurso o desde las columnas de opinión.

*Analista internacional

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