Venezuela. – LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El verbo infinito

Mi mujer tiene la siguiente pesadilla: un tarde cualquiera, de pronto, el Presidente pierde el control y ya no puede dejar de hablar. Se trata de un accidente mecánico, físico. Como si sus cuerdas vocales estuvieran, de repente, actuando solas , aparte. Como si su lengua se hubiera aislado y andara realenga, sin orden, de su cuenta.

Al principio, nadie parece percatarse de lo que realmente sucede. Ni siquiera el propio Presidente. Está en una de esas jornadas típicas, rodeado de su gabinete, recordando cuentos de su infancia, hablando del etanol, evocando alguna anécdota ?siempre humilde pero siempre heroica? de su tránsito por el ejército, criticando los antivalores del capitalismo… Pero a medida que pasa el tiempo, sigue hablando, sin detenerse jamás. Sus colaboradores más cercanos comienzan a extrañarse. Después de 10 horas, se miran de reojo. Intuyen que algo ocurre, pero no se atreven a interrumpirlo.

Si algo resulta muy evidente, dentro del proceso de estos años, es la idea de tiempo que ha construido el poder. Desde sus inicios, Chávez pronunció una frase que delataba esta concepción: «Por fin la revolución se hizo gobierno». Las elecciones habían sido un trámite engorroso que daría paso a otra cosa. Los tiempos cambian. Ya no era necesario tumbar a un dictador para instalarse y permanecer en el poder. A partir de esa frase, sospecho, comenzó a suspenderse en el país el sentido de la alternancia. Ocho años después, tenemos un gobierno que, como ha señalado César Miguel Rondón, parece pensarse y actuar «desde la eternidad».

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Ya alguna vez escribí sobre la naturaleza militar que, también, respira debajo de esta concepción. Chávez parece asumir que ser presidente no es un «cargo» para el que ha sido contratado sino un «rango» que se ha ganado. Desde este punto de vista, dejar la silla de Miraflores sería un agravio inadmisible, una degradación.

Esta idea del poder y del tiempo tiene cada vez más presencia, más cuerpo, en la vida cotidiana del país. Y presiento, además, que eso es lo único que puede explicarnos que algunos episodios desquiciados sean asumidos con sorprendente naturalidad. Sólo aquel que vive sin límites, en la certeza de que jamás será juzgado por nada, actúa de manera tan impune, con tanta desproporción y tanto sin sentido.

Todo lo que va ocurriendo con el partido unitario, único o unido, puede ser un magnífico homenaje a este absurdo.

Un comisario oficial llama traidor a un líder que no acepta la línea que democráticamente se impone desde arriba. Pero aquel que piensa distinto, a su vez, anda todo el día pidiendo perdón, aclarando, gritando que está con Chávez, sólo con Chávez, siempre con Chávez.

El resultado es que la culpa de todo lo tienen los periodistas que manipulan la realidad. Los periodistas no devotos, por supuesto. Porque no mencionan el programa de Ernesto Villegas, en VTV, donde la franqueza de Lina Ron puso las cosas en su lugar. Déjense de pendejadas.

Todos ustedes dependen del índice del presidente. La revolución es un dedazo.

El final del espectáculo es igual de desconcertante y absurdo. ¿Qué puede explicar que este miércoles, desde el Teatro Teresa Carreño, el vicepresidente anuncie y comente el proyecto del nuevo partido? ¿Qué hace un funcionario público, a media mañana, atendiendo el problema de una organización gregaria? ¿Cómo, ahora, se puede justificar que un partido político se funde, se promueva y se financie desde el Estado? Es delirio envasado al vacío, un delirio químicamente puro.

La coherencia sólo es posible desde un poder que se asume y se ejerce sin ningún tipo de límites, sin horarios, sin fronteras. Vivimos bajo el gobierno de lo infinito.

Lo mismo vale para todo el despliegue de publicidad que muestra al Presidente como un éxito de rating radial en el continente, avisándonos en qué emisoras de Argentina podemos sintonizar su programa. No es sencillo explicar por qué un presidente tiene cuñas televisivas que anuncian «tubazos» noticiosos en sus próximos programas. Por qué tiene que viajar a Argentina para participar en una marcha en contra del presidente norteamericano.

Es la locura convertida en millas aéreas. Bush no necesita ya, ni siquiera, que alguien lo ataque. El solito se hace cargo de mostrar su estupidez, su ceguera, sus intereses y sus guerras.

Hay una pesadilla flotando entre nosotros. Hay un día en que Chávez no puede dejar de hablar y ya no se calla nunca más. Ni siquiera cuando duerme. Pasan las semanas, los meses. Lo único que se escucha es su voz. Nadie sabe qué hacer y todos seguimos esperando, bajo el hechizo de un monólogo interminable, inconcluso.

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* Publicado en el diario El Nacional de Caracas (www.el-nacional.com).

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