Venezuela: La tentación opositora

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José Vicente Rangel*

¿Sucumbirán a la tentación de otra aventura los opositores a Chávez? Probablemente. Es el sesgo que toman los acontecimientos de las últimas semanas, marcados por la violencia. Por la manipulación grotesca de lo que sucede. Por el empleo compulsivo del recurso mediático para influir sobre la población.

Particularmente en jóvenes estudiantes, muchos de ellos menores de edad, sin claridad acerca de lo que acontece. A través de sus declaraciones uno observa que están motivados por informaciones manipuladas y mal digeridas y por el afán de estar en algo. De ir a la calle en busca de emociones fuertes. Ya que realmente no es posible pensar que el tema de un canal elitista, y la condición social de sus propietarios, influyan en sus conductas. Es patético observar cómo esas manifestaciones, aprovechadas al máximo por medios de comunicación con inequívocos planes subversivos, se magnifican y se les presenta como reacción de la población, cuando más bien despiertan creciente rechazo.

No hay conducción en esas acciones -al menos visible-. Las direcciones partidistas de oposición no aparecen por ninguna parte, salvo en el plano declarativo, y los jóvenes movilizados las rechazan. Por lo cual se plantea un cuadro que, poco a poco, deriva hacia el caos. En otras palabras, la oposición, la mediática, la partidista y los jóvenes estudiantes, se aproximan cada vez más a los episodios que vivió el país hace siete años. También, ¿por qué no decirlo?, a los que condujeron al movimiento revolucionario de los 60 y 70 a acciones sin conducción -o divorciadas del contexto de entonces-, y a situaciones que apuntalaron a los factores de poder que se combatían.

Una oposición sin claridad en sus objetivos y con precaria organización, que pretende conjugar lo cívico con la guarimba, que participa en procesos electorales al mismo tiempo que los cuestiona, y, lo que es peor, que quiere utilizar las dos vías, la pacífica y la violenta simultáneamente, corre un gravísimo riesgo. Ya vivió las consecuencias de ese dualismo letal -también ocurrió a un sector de la izquierda durante la Cuarta República, cuando creyó tomar el cielo por asalto-, en abril de 2002, con el golpe militar, el paro petrolero y las guarimbas, error que luego repitió cuando pensó que absteniéndose en las elecciones parlamentarias crearía condiciones para el derrocamiento de Chávez.

Pero todo ha fallado hasta ahora. Y la experiencia no puede ser más desastrosa, por contraste con los logros que esa misma oposición alcanza cuando transita la senda legal y se acoge a la opción electoral. Mas la tentación golpista ejerce una atracción fatal sobre ella, dado que la capacidad de conducción es muy frágil. El resultado del nuevo intento, desesperado, patético, en breve se podrá evaluar.

Porque el actual descuido del trabajo de masas, de la organización para unas elecciones, de la definición de líneas inequívocamente democráticas, tiene un elevado costo político. No obstante, la incapacidad para rectificar errores y la obsesión de sacar a Chávez de Miraflores los condena a la fatalidad del aislamiento y a perder valiosas oportunidades. ¿Cuándo habrá un poco de lucidez en el mundo opositor venezolano? 
 
*Abogado, periodista ex Vicepresidente de Venezuela

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