Venezuela: ¡Llegó la libertad!… cambiaria
Sociedad de Economía Política Radical (SER)
En forma reiterada, analistas e inversores internacionales, han venido afirmando que un motivo central de la alta inflación en Venezuela sería la falta de libertad del mercado de divisas. Paradójicamente, muchos de los sucesivos cambios y concesiones brindadas a las operaciones cambiarias a lo largo de los últimos años han tenido tal justificación, aun si los resultados han sido terriblemente negativos.
No solo no se han revertido los saltos en la cotización del bolívar, sino que por la vía de menores controles, se han multiplicado maniobras y fugas de capitales exaccionando las reservas del Banco Central de Venezuela (BCV). Es por ello que, cabe preguntarse: ¿Por qué se ahonda más en la misma tónica cuando el país debe priorizar el uso de divisas?
Al inicio de la presente semana, el Banco Central de Venezuela sorprendió al país con una resolución que certifica la defunción del control de cambio y su último estertor, el DICOM (Sistema de Mercado Cambiario). Con ello, culmina una estrategia de desmontaje progresivo que data de 2010, cuando, por la influencia de pésimos asesoramientos (en muchos casos defendiendo intereses creados) logran introducir un sistema basado en el endeudamiento, que se conoció como SITME (Sistema de Transacciones con Títulos en Moneda Extranjera).
Lo peculiar es que este último anuncio, del 6 de mayo, se disparó con silenciador, ocurriendo exactamente después de un fin de semana donde las organizaciones políticas y sociales respondieron, con una jornada de diálogo y consulta, al llamado del Presidente Maduro para “rectificar los errores” y hacer propuestas.
La medida, que formaliza la renuncia del Estado venezolano al control y a la asignación directa de las divisas, se da en un contexto económico y político crítico. Ahora será el sistema financiero (especialmente la banca) quien directamente, a través de mesas de dinero, pactarán las operaciones de compra-venta de divisas, y además fijarán el tipo de cambio resultante.
Es necesario, por lo tanto, realizar un análisis atento de las medidas y observar las reacciones de los actores clave.
1) Se argumenta las sanciones económicas como principal justificación de la flexibilización cambiaria consagrada por la Resolución 19-05-01, publicada el pasado lunes por el Banco Central. Resulta plenamente discutible la argumentación que la mayor liberalización cambiaria es una respuesta a las sanciones y el bloqueo, ya que la experiencia internacional es clara, aun si se observa la propia historia de los países que aplican ahora medidas intervencionistas de robo contra Venezuela, que en momentos críticos resulta esencial una administración de las escasas divisas.
2) La matriz de opinión que se fue construyendo desde hace nueve años, contra el control de cambio, fue realmente eficiente en la manipulación ideológica. Hasta tal punto que, algunos sectores de la “izquierda” empezaron a promover (a veces inconscientemente) la flexibilización cambiaria. Colocaron al control cambiario como problema principal de la crisis económica y, en ese sentido, unieron su voz al coro formado, por el sector privado, desde que Chávez sorprendió a todo el mundo con la implementación de la administración de divisas. En los últimos años, el control cambiario pasó de ángel a demonio, gracias a un relato muy bien construido por la gran prensa y por sectores liberales.
3) Ahora se corona el triunfo de esa estrategia que convirtió la mención de la palabra “control de cambio” en tabú. Por supuesto, “ni tan calvo ni con dos pelucas”: la gestión de lo que se conoció como el “control de cambio”, representado institucionalmente por la Comisión de Administración y Asignación de Divisas (CADIVI) especialmente después de 2006, tiene mucho que cuestionar. En Venezuela, desde 2006, imperó un control de cambio de la peor especie. Igualmente, la banca y las grandes empresas se dedicaron a perforarlo y a utilizarlo para agrandar sus capitales.
4) Los controles de cambio son un recurso instrumental, utilizado en muchas coyunturas y en diferentes experiencias (incluyendo a los países capitalistas desarrollados, que hoy recomiendan lo contrario) pero especialmente en momentos de crisis externa, donde la violenta y acelerada erosión de las reservas internacionales lleva a la economía a una dramática escasez de divisas. Aún más, cuando el sector privado está participando “patrióticamente” en el drenaje de las reservas internacionales a sus cuentas en el exterior y en el ataque cambiario. En ese momento, suele aplicarse el control de cambio.
5) Paradójicamente, hay una probabilidad -no despreciable- de que la derecha antichavista (pro-imperialista) en el caso que asumiera el gobierno, opte por un control de cambio. Sería útil que las autoridades económicas se leyeran los planteos de unos de los autores (Ricardo Hausman) de la política de ajuste del supuesto gobierno de transición de la oposición. Es que ya resulta inocultable el caos provocado por la apertura financiera del gobierno «modelo anti-populista» de Mauricio Macri en Argentina, al punto que en Brasil la derecha dio un golpe pero dejó intacto el control de cambio… Perdón, para no mencionar esa mala palabra (control de cambio) vamos a llamarlo como ellos prefieren, administración de divisas.
6) Es así como, vía Resolución, soterradamente, sin anuncios oficiales, poco a poco hemos caído en la estrecha cancha marcada por el Consenso de Washington: la aplicación de una política monetaria altamente contractiva, que asfixia aún más a la ahogada economía real. Ello es precisamente consecuencia de un diagnóstico errado, inspirado en la matriz flexibilizadora, que parte de atribuirle a la cantidad de dinero, a la generación de “dinero inorgánico”, la causa principal del ataque cambiario y de la hiperinflación.
7) Es cierto que, las medidas tomadas por el Estado (el BCV es “Estado” según el marco constitucional y legal, aunque es “Gobierno” por la práctica política) pueden ser resultado de las sanciones que hicieron inviable el DICOM. Pero, en política económica, no hay respuestas únicas e ineludibles. La flexibilización termina por dejar desnudo al Banco Central.
8) El control de cambio se privatizó, el hecho consumado es que será la banca quien administrará y asignará las divisas bajo la supuesta eficiencia de la “mano invisible” del mercado. Los argumentos y explicaciones para justificar esta cesión de poder -de política monetaria y cambiaria- al sector bancario privado, son varias, todas venidas de la misma gran banca: el riesgo de “contaminarse” con las sanciones estadounidenses cohíbe su actuación en el mercado cambiario.
9) No debemos ser categóricos en afirmar que el gobierno llegó a asumir, por presión, las mismas razones esgrimidas por la derecha económica, expresadas en el “sentido común” que acompañaba el discurso anti-control de cambio. Pero parece y todo indica que, está muy desorientado, y no sabe qué hacer en materia de política económica…
10) Lo cierto es que, el BCV, por tanto el Estado, por tanto el Gobierno, se encuentra disminuido frente al poder concedido a la banca privada “nacional”. Lo cierto es que, esa misma banca fue la que dirigió las perforaciones más letales al control de cambio, como el mecanismo de emisión de tarjetas de créditos para “raspar” el cupo de CADIVI, o la fuga dólares al exterior a través de la emisión de bonos en dólares.
11) Es posible y lamentable, que el Alto Gobierno no esté consciente que una medida cambiaria que, de no considerarse sus consecuencias, podría implicar correspondencia con otras medidas monetarias y fiscales. Los manipuladores del mercado podrían argumentar que la flexibilización cambiaria requeriría también de una política monetaria ortodoxa, basada en la flexibilización (liberación/aumento) de las tasas de interés. De la misma forma, podrían plantear poner en práctica el concepto neoliberal de «déficit cero», regresivo, recesivo y antipopular como aplican en la región, bajo la directa intervención del FMI, Argentina y Ecuador, con evidentes consecuencias funestas. De tal forma, la política económica del gobierno debería alinearse a la nueva regla cambiaria. La carga delante de los bueyes.
Las últimas medidas del Banco Central ponen en evidencia que resulta imprescindible abrir el debate, sin demora, sobre cómo afrontar enormes desafíos. No debe hacerse con meras consignas o expresiones de deseo, sino con propuestas/medidas consistentes. Es posible hacerlo. El primer paso elemental debe ser determinar que los intereses del país están por sobre los de los especuladores financieros, los fugadores de capitales y los malversadores de las divisas de la nación.