Venezuela o el dilema de la democracia

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El próximo domingo, los venezolanos acudirán a las urnas electorales. Van ellos a fortalecer la democracia. El símbolo del régimen democrático es un boletín de voto y una urna electoral. No han ganado mucho los venezolanos con su culto tenaz, reincidente, hacia la democracia.

Desde 1983, el país vive una situación de retroceso y caída sin precedentes en su historia. La crisis más grave, la situación más aflictiva, el proceso más triste en nuestra historia reciente se viene viviendo desde entonces.

Para remediar semejante crisis, Venezuela dio la presidencia por segunda vez a ese impostor sin talento que es Carlos Andrés Pérez. Pero el milagro de los años setenta, cuando hasta un imbécil podía ser presidente de Venezuela sin riesgos ni dificultades, fracasó a tal punto que hasta sus compañeros mafiosos, los adecos, se vieron obligados a echarlo del poder.

Trajo entonces el país al abuelo sapiente con el doctor Rafael Caldera elevado a la presidencia por una rara coalición de izquierdistas sinvergüenzas y derechistas aprovechadores. Tanto el anciano estadista como la bandada de merodeadores que lo acompañaban fracasaron con estrépito irremediable. Entonces Venezuela corrió hacia el pasado en 1999.

Cuando otros países, en el tránsito de un siglo a otro miraban hacia delante, el nuestro trajo al poder lo más manoseado, tradicional y gastado al llamar a la Presidencia de la República a un caudillo sin batallas como son todos los militares de nuestra época. Hugo Chávez es un retorno hacia el pasado, un viaje al ayer. Hasta la retórica ochocientista que lo caracteriza evoca al hato «El Totumo», donde se alzaba Crespo, o al hato «San Pablo», donde se alzaba Páez.

El fracaso se paga

fotoLos fracasos de la democracia los paga Venezuela. Mientras el venezolano va a votar este próximo domingo, un mendigo estira la mano en una estación del Metro de Caracas para impetrar la limosna que le permita sobrevivir. Nunca se vieron las estaciones del Metro de Caracas más invadidas que ahora por la mendicidad. Hay en las escaleras que bajan al subterráneo mujeres con niños en sus brazos, ancianos ciegos, jóvenes ya agobiados, estirando todos la mano o haciendo con ella una especie de pozuelo donde caigan las limosnas.

En Caracas no han aumentado sino los mendigos desde aquel Viernes Negro que puso fin a las prosperidades petroleras. Niños rapaces, viejos menesterosos, mujeres andrajosas, toda una colección del dolor muestra su rostro doloroso a esa ciudad cada vez más pobre.

El comandante Chávez lanza millones, millardos o billones al aire. Misión Ribas, Misión Vuelvan Caras, Misión Ayacucho, qué sé yo, misión Guardajumo, los billones danzan, pero los estómagos cada vez están más vacíos. El Presidente juega con los billones y el hambre juega con los venezolanos. Pero tenemos todos el derecho a votar. No hay fraude, sentencian los mujiquitas; no hay fraude, corea una oposición que ya aprendió las artes de la Celestina.

Manicure de cifras

Mientras los venezolanos votan y con ello se creen soberanos, las realidades abruman. En 1980, nuestro producto por habitante era de 30.000 bolívares medidos en unidades de valor constante y hoy es de 23.000 bolívares. Ningún otro país de América del Sur ha caído de manera tan clara y constante. El salario medio real de un trabajador venezolano hoy es inferior al de 1950. Con razón la gente más humilde tiene hoy cierto respeto por Marcos Pérez Jiménez.

Pero frente a la miseria creciente, frente a este fracaso nacional, tenemos un mito: el de la democracia. Venezuela no tiene trabajo para sus hijos, pero tiene derechos humanos. A los desempleados, a los hambrientos, a los desesperados le recitamos la monserga de los derechos democráticos. Con ella limpian su conciencia antiguos revolucionarios, hoy convertidos en barrigones frecuentadores de los restaurantes del este de Caracas o del norte de Maracaibo.

Concurriendo a las urnas se olvida el rostro del rapazuelo hambriento que en una boca del metro estira su mano o hace brillar sus ojos buscando el óbolo que alivie el hambre secular.

Hay que votar, dice el comandante Chávez, la revolución necesita el voto; hay que votar, contestan los adecos; hay que votar, corean los de Primero Justicia. Todos ellos, como los mosqueteros de Dumas, gritan: hay que votar.

Un india wayú, a quien los indigenistas del Gobierno abandonaron porque ya no les interesa, oye aquello con indiferencia.

La abstención crecerá

Pese a todo, pese a la propaganda en cadena de ese refectorio del sistema que es el CNE, la abstención será la vencedora en el cívico torneo del 31 de octubre. No significa ella nada, dicen los cínicos, los optimistas o los sinvergüenzas. Acorto plazo la abstención no significa nada; tienen razón los cínicos. Pero a mediano o a largo plazo, ella será la vencedora.

La abstención ha logrado desprestigiar a la democracia, descalificar su mito del voto, empañar su crédito. Nadie en Venezuela se había atrevido a poner en tela de juicio a la democracia, a desafiarla en el campo de las ideas. Ni los dictadores de derecha tuvieron ese atrevimiento pese a que pisoteaban los derechos políticos de los ciudadanos. Pero lo hacían de hecho.

La abstención sí se atrevió, desde 1970, a desafiar la democracia y ha ganado la batalla ideológica y moral. Hay una prioridad en las batallas. Primero, ellas se ganan en el campo ideológico y moral. La Ilustración ganó su pelea primero en el plano de la filosofía con El espíritu de las leyes y El contrato social; el socialismo ganó también su primera batalla con El Capital.

Aquí existe ya un núcleo social que perdió todo respeto por la democracia. Allí está el futuro. Cómo llevar ese núcleo a vencer es una tarea de ingeniería política; el trabajo ideológico ya está hecho. ¿No es verdad?, cabe preguntarle a los millones de desheredados que este domingo verán con indiferencia el espectáculo del voto.

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* Escritor y político venezolano. Una entrevista al autor puede leerse en:

www.pieldeleopardo.com/modules.php?name=News&file=article&sid=309.

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