Venezuela: revolución de la nada
Una ligera lectura de la prensa deja dos impresiones inmediatas: el país se hace cada vez más ingobernable, mientras el proyecto chavista se agota en una gestión de soborno social en el ámbito internacional. El cuadro de ingobernabilidad no es ahora la resultante de la radicalización política como en las crisis de 2002 y 2003, sino obra de la improvisación y la ineficiencia.
Poco tiene que ver con la definición ideológica del régimen. Los pacientes que mueren en un hospital por falta de oxígeno; la masacre carcelaria de todas las semanas; la destrucción de la infraestructura vial; los ciudadanos que se amarran en las cercanías de Miraflores; que derriban las puertas del Instituto de la Vivienda; o descargan su indignación contra los gerentes de las misiones de Salud y Educación; configuran una conflictividad adicional a la generada por las calamidades estructurales.
Chávez ha dedicado varios de sus programas dominicales a librarse de culpas y exponer al escarnio público a sus ministros por el hecho demasiado ostensible que su equipo administrativo es ineficaz e incapaz de cumplir con las metas del proceso de cambio. Es lógico, entonces, que después de seis años los más recientes informes del Banco Mundial y la Cepal, además de solventes estudios de instituciones privadas, revelen la paradoja de una nación con una envidiable bonanza fiscal que retrocede en la lucha por combatir la pobreza.
La segunda percepción tiene que ver con el énfasis que Chávez ha colocado en la exportación de su modelo. Según la visión del mandatario, una vez éste consolidado en el plano interno (como ocurre con todas las revoluciones), debe apostar en el tablero de la geopolítica. La palanca del petróleo se torna clave en esta estrategia. Ello sirve no sólo para la colaboración con países más pobres mediante un trato privilegiado en el suministro energético, sino también para financiar proyectos fracasados y cerrar operaciones onerosas para los intereses nacionales.
Más que la adhesión a su propuesta del socialismo del Siglo XXI, procura la neutralidad hemisférica ante la posibilidad de futuras sanciones por instancias multilaterales.
En este camino, Chávez enfrenta riesgos que ya comienzan a detectar incluso sus más cercanas encuestadoras. Una porción cada vez mayor de la base de apoyo del chavismo es ganada por la incertidumbre y el desencanto. Si en el plano doméstico las transformaciones no se traducen en logros concretos en áreas sensibles para la población, el esfuerzo internacional también resultará inútil. La revolución chavista, como se sabe, no cuenta con el aval de una ética cultivada en la adversidad, ni es el producto de una gesta heroica o una necesidad de rescate de la soberanía nacional, sino un proyecto militarista tradicional que asume una retórica revolucionaria, pero que en la práctica propugna un regreso contranatura a fórmulas políticas del Siglo XIX.
La propuesta de Chávez se apuntala en la fortaleza económica del Estado y no de la sociedad, lo cual desata una voracidad fiscal que engulle el ingreso del petróleo, las reservas internacionales y apela a los mecanismos del endeudamiento interno y externo sin control ni medida. Esta debilidad gravitará inevitablemente en relación con el desvanecimiento de las expectativas que el mensaje chavista ha logrado levantar en sectores populares, tradicionalmente condenados a la exclusión. ¿La revolución de la nada?
CENSURA CHAVISTA
La película Secuestro Express ha desatado la ira de los voceros del régimen. Se ha intentado un recurso legal para suspender su proyección en las salas nacionales porque en ella aparece la escena de los pistoleros de Puente Llaguno del 11 de abril de 2002. El vicepresidente de la República, José Vicente Rangel, la ha considerado “miserable”. Pero la película –que goza como ninguna otra de la filmografía nacional del interés del público en el extranjero–, es según los críticos un simple retrato social de Caracas. Suponer en ella un interés político o una manipulación ideológica es una insensatez.
El cine de Román Chalbaud, financiado durante el primer gobierno de CAP, es una patética visión de la pobreza y la marginalidad caraqueña. Las impactantes películas de Clemente de la Cerda reflejaron el crimen y el delito en la ciudad capital. A nadie se le ocurrió darle un sentido político a estas creaciones de destacados realizadores, ampliamente reconocidos por la crítica y el público. ¿Tiene alguna autoridad un régimen que ha pagado millones de dólares para producir películas propagandísticas y favorables a la revolución chavista en escenarios de Estados Unidos y Europa para censurar y condenar el esfuerzo de un grupo de cineastas venezolanos?
A la cultura también le está llegando el tiempo de rendir cuentas ante la autocracia chavista.
SOBERANÍA EN JUEGO
No hay explicación para que políticos con experiencia se nieguen a entender que el país (Estado y sociedad), está siendo colonizado por el fidelismo. La liquidación de la descentralización del sector Salud, que es una conquista de las regiones y municipios, abre paso a un sistema único nacional que será manejado y administrado por médicos fidelistas. Quienes creyeron que la misión Barrio Adentro se limitaba a suministrar aspirinas a los habitantes desvalidos de los barrios caraqueños, se equivocaron. Era sólo el primer paso para la colonización de la salud venezolana por el modelo castrista.
Ello ocurre también con la educación, con la Fuerza Armada y los organismos policiales y de inteligencia. La reciente entrega del sistema de identificación nacional a la dictadura de Castro significa que la cédula de identidad de los venezolanos estará integrada a la data del siniestro G-2 cubano, una policía famosa por sus prácticas de terrorismo de Estado. Ser indiferente ante este hecho significa simple y llanamente renunciar a la defensa de la soberanía y la dignidad venezolanas.
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* Publicado en el Diaro venezolano La Hora (www.lahora.com).
Un cuadro opositor menos democrático –o más desembozado
(Nota de la Redacción).
Bajo el título “La oposición a Chávez peregrina por Santiago” (www.pieldeleopardo.com/modules.php?name=News&file=article&sid=1408) el periodista Ernesto Carmona da cuenta de los sinuosos pasos de la oposición del capital al gobierno bolivariano, a raíz del viaje as Chile de Marcel Granier: “Presidente, director general y dueño principal de Radio Caracas Televisión, el segundo canal privado de Venezuela después de Venevisión de Gustavo Cisneros, Granier participó activamente en el golpe mediático del 11 de abril de 2002. En diciembre de ese año forzó la renuncia de Andrés Izarra, quien se negó a actuar contra los principios éticos del periodismo y más tarde fue ministro de Información y Comunicaciones para desempeñar hoy la presidencia de Telesur.
“Granier también es lo que hoy la gran prensa corporativa llama un ‘líder’. Por su condición de presidente del Consejo Empresario de América Latina, asistió en noviembre 2004 a la ‘Cumbre de Líderes’ del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico, APEC, que reunió en Santiago a los capitanes de empresas de los 21 países del bloque que controla la mitad del comercio internacional y más del 57% del PIB del planeta”.
Más allá de los textos de uno y otro, queda claro al reflexionar sobre América Latina, por ejemplo, que si México es “lindo y querido”, también duele; que el proceso económico y político chileno se construyó y sostiene sobre el sacrificio inútil de un pueblo crédulo que cayó en la encerrona de los que pierden la memoria; que en la Argentina las buenas noticias no siempre son buenas realidades; que Centroamérica es un desangre; que Brasil es un debate ue decidirá su futuro y parte del futuro del restso de América, o que Colombia es de hecho el escenario de una guerra paralela a la de Iraq.
Y que los pueblos originarios han despertado –si alguna vez estuvieron dormidos– sin perirle permiso a nadie, aunque pocos se den cuenta de ello.