En la conferencia anual de la Sociedad Peruana de Psicoanálisis, Alberto Vergara deslizó una idea sugerente que da lugar a este artículo. Señaló que existe una afrenta histórica muy grande cometida contra la población del sur, específicamente quechuas y aymaras.
Mediante el falso relato del fraude en las elecciones generales pasadas, no pretendieron quitar sus votos a favor de Pedro Castillo y pasárselos a los candidatos de derecha que en algunas mesas obtuvieron 0 votación, como ahora la señora en Palacio que tiene 0 aprobación en el norte del país, sino anular sus votos. Como diciéndole que sus votos no valen, ellos no valen, no son ciudadanos. El fraudismo de la derecha, que nunca reconoció el triunfo limpio de Pedro Castillo en las elecciones del 2021, tiene ese sentido.
Cuando los quechuas y aymaras salieron a protestar contra la vacancia del profesor Pedro Castillo y la traición de Dina Boluarte, que asume la presidencia en su reemplazo cuando hace poco había prometido lo contrario, pidiendo su renuncia, fueron reprimidos por aire y tierra, cruelmente asesinados. Aquí el asunto ya no era anular sus votos, sino también sus vidas.
Y en pocos días fueron asesinados 50 compatriotas, sin distinción de edad, sexo u ocupación. Pero todos tenían algo en común: eran personas que el humor racista llama color puerta. Seres a los que el régimen derechista en el poder desprecia y considera homo sacer. Personas descartables a quienes se puede matar con total impunidad. Ese ha sido históricamente el pensamiento y la práctica del conservadurismo en el país.
Creo que hay un gran acierto en la postulación del antropólogo Vicente Alanoca como candidato a la presidencia de la república para las elecciones del 2026. No solamente porque es un primer aymara que postula a ese alto cargo, sino, sobre todo, porque es una forma de pagar una deuda histórica con el sur del país, que desde diciembre de 2022 se ha movilizado orgánica, valiente y sacrificadamente por sus derechos a ser considerados ciudadanos en un país racializado y racista.
Por lo que representa, presumiblemente obtendrá una abrumadora votación en esa región. ¿Pero Lima? ¿El norte del país, el centro y la selva? Impensable que las derechas racistas en el país puedan votar por él. Y las llamadas izquierdas, ¿qué el cerronismo sepultó? Hay mucho por hacer.
La política siempre es emocional. Y el racismo emocional y sensorial. Estos elementos se movilizarán. A favor o en contra. Abierta o encubiertamente. Junto con el dinero sucio de la delincuencia y la corrupción. De eso hay señales preocupantes. Después de los asesinatos, en el sur, en la selva central y la ciudad de Lima. La población afectada se movilizó masivamente hacia la capital.
Tuvieron multitudinario apoyo. Fueron movilizaciones apoteósicas, llenas de coloridos y sonoridades musicales. Conforme fue pasando el tiempo, las movilizaciones eran solo de las señoras de grandes polleras y sombreros puneños y sus compañeros de Ayacucho y Apurímac, básicamente. Si los grupos de izquierda o progresistas marchaban en la misma fecha que ellos, eran marchas claramente diferenciadas. Como se dice en el lenguaje popular, cada uno por su lado.
¿Sucederá eso en las elecciones? Es muy significativa y acertada la candidatura del colega y antropólogo aymara Dr. Vicente Alanoca, por las razones antes señaladas. También porque es un candidato herramienta, útil para medir las sensibilidades y el racismo, consciente e inconsciente de la población en estas elecciones. Sin que el no votar por él sea señal de racismo necesariamente. Pensar de esa manera es burdo. Repetimos, es un buen candidato para pensar y continuar repensándonos, en un país bullente, sorprendente y siempre extraordinario.
* Analista político, periodista..Ha asesorado a tres alcaldes de Lima, a congresistas y gobernadores.
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