Violencia contra la Infancia (XV). – GUERRA, »BUEN» CASTIGO, DEPORTE

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

La violencia extrafamiliar la experimentan de forma más dramática los niños sorprendidos por un conflicto armado, los que viven en las calles de áreas urbanas pobres; el uso continuo a pesar de las prohibiciones de disciplinas violentas o humillantes en instituciones, la explotación sexual, la pornografía infantil y la intimidación física en el deporte.

La Conferencia de París, realizada por la UNICEF, del 5 al 6 de febrero del año en curso en Francia, , tuvo como objetivo establecer principios que permitan poner fin al reclutamiento de niños y niñas en conflictos armados en todo el mundo, ya que es ilegal y supone una grave violación de los derechos de la infancia.

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Cientos de miles de niños y niñas en el mundo son víctimas de esta grave situación.

El alistamiento de niños en luchas armadas es una práctica antigua. De hecho, la palabra infantería viene del latín «infans», que significa niño. El uso de chiquillos parece ser más la regla que la excepción y cada nuevo conflicto supone un riesgo directo para la infancia. La mayoría de las contiendas que han finalizado recientemente han involucrado de manera masiva a la infancia, por ejemplo, Liberia, Sierra de Leona, Angola, Afganistán y El Salvador.

La Conferencia de París

Según los datos de la UNICEF, en el año 2006, más de 250.000 niños y niñas fueron reclutados o explotados por grupos armados. Hay evidencias de que 12 países utilizaron niños soldados, a menudo a escala masiva. En algunos casos, las niñas representaban el 40% del total de menores incorporados.

Desde 2001, casi 95.000 ex niños soldados han participado en programas de reintegración social.

La Conferencia Internacional que tuvo lugar en París, reviso los principios de Ciudad del Cabo sobre la prevención del reclutamiento de niños y niñas en las fuerzas armadas y desmovilización y reintegración social de los niños y niñas soldados de África. En cooperación con varias agencias coordinadas por UNICEF se ha definido un nuevo marco de acción: los Principios de Paris, basados en evaluaciones de programas de desmovilización y reintegración completados y en curso, y se actualizan y clarifican las intervenciones para hacerlas más efectivas. Éstas reflexiones sirven como base para el desarrollo de programas de protección, liberación y reintegración sostenibles para chicos y chicas asociados con grupos y fuerzas armadas.

Tres temas fundamentales se debatieron en esta conferencia:

La liberación: un deber incondicional, el reclutamiento ilegal de niños es una violación inaceptable de sus derechos. Como tal, su liberación es una necesidad incondicional que no se puede someter a condiciones y que debe implementarse sin retraso.

La reintegración: emergencia y desarrollo. Ayudar a los niños a reintegrarse y a encontrar su lugar en la sociedad es un deber, una emergencia y una cuestión de interés general.

Estrategias de futuro: deber y compromiso. Los programas orientados a la infancia afectada por conflictos armados deben fomentar un ambiente más protector para los niños y niñas, proveerles de oportunidades socioeconómicas reales y disminuir el atractivo económico y social que las fuerzas y grupos armados puedan tener.

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Conflictos armados

La introducción del estudio de las Naciones Unidas acerca del impacto de los conflictos armados en los niños elaborado por Graca Machel, destaca: «Millones de niños se encuentran atrapados en conflictos en los cuales no son meros espectadores, sino claros objetivos».

Son «degollados, mutilados y violados, explotados como soldados, expuestos a una brutalidad extrema». Debido a la larga duración de los últimos conflictos, muchos han pasado su infancia en medio del «terror y la violencia» y solo «conocen agresiones múltiples y acumuladas».

La investigación –presentada a la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1996– estima que en la última década dos millones de niños habían sido asesinados en combates armados. El triple han sido heridos de gravedad o han quedado inválidos, muchos de ellos por minas terrestres –pequeños de al menos 68 países viven en áreas contaminadas por mas de 110 millones de minas terrestres–.

Son incontables los casos en que han presenciado terribles actos de barbarie: por ejemplo una encuesta de UNICEF realizada a más de 3.000 niños en Ruanda en 1995 descubrió que más del 80% habían perdido familiares cercanos y mas de un tercio de ellos había sido testigo de muertes violentas.

El estudio estima que en las últimas décadas la proporción de víctimas civiles –no combatientes– de guerras ha pasado del cinco por ciento a más del 90%, en su mayoría mujeres y niños. El reclutamiento de niños como soldados se ha hecho más fácil, debido a la proliferación de armas baratas y ligeras. En la actualidad hay pistolas tan livianas que pueden ser usadas por niños, y tan sencillas que incluso un chico menor de diez años puede montarlas y volverlas a desmontar con facilidad.

El informe de Graca Machel, ofrece un detallado análisis de los efectos directos e indirectos de los conflictos armados que afectan todos los aspectos del desarrollo del niño, físico, mental y emocional. «Miles de niños –señala la pesquisa– son asesinados cada año por armas blancas, balas, bombas y minas terrestres como resultado directo de las contiendas, pero son mucho mas los que mueren por problemas de malnutrición enfermedades causadas o agravadas por los conflictos armados.

«La interrupción del suministro de alimentos, la devastación de cosechas y de las infraestructuras agrícolas, la desintegración de las familias y las comunidades, el desplazamiento de poblaciones, la destrucción de servicios y programas sanitarios y de sistemas de abastecimiento de agua e higiene se ceba fundamentalmente en los niños. Muchos mueren como resultado directo del hambre, debido a la debilidad que les produce la malnutrición, no siendo capaces de resistir el impacto de enfermedades comunes en la infancia y sin un aparente peligro».

De los 27.4 millones de refugiados que se estima existen en el mundo, y de los 30 millones de desplazados, al menos la mitad son niños.

La violación es una amenaza continua para las mujeres y niñas durante los conflictos armados. También existe otro tipo de violencia relacionada con el género como la prostitución, la humillación y la mutilación sexual, así como la trata y la violencia doméstica.

Las minas antipersonales. Su explosión puede ser letal. Para los niños que sobreviven, a menudo los problemas médicos que padecen debido a las amputaciones son terribles, puesto que sus extremedidades crecen más rápidamente que la piel de las cicatrices.

La progresiva implicación de jóvenes en actos de extrema violencia los insensibiliza contra el sufrimiento. En muchos casos se los expone deliberadamente a escenas terroríficas. Tales experiencias los hacen propensos a cometer actos violentos y pueden contribuir a que se habitúen a cometer, luego, actos antisociales. En muchos países como Afganistán, Mozambique, Colombia, y Nicaragua han sido forzados a cometer atrocidades contra sus propios familiares o vecinos.

Graca Machel, señala: «Los niños son nuestra razón para luchar contra la eliminación de la peor cara de la guerra, así como la mayor esperanza para el éxito».

Homicidios en las calles

El asesinato de niños por sus propios padres es mucho más común que por terceras personas. Pero en determinados países, aquellos que viven o trabajan en las calles de grandes ciudades, son asesinados por bandas criminales y por oficiales de la ley –o se convierten en sus víctimas–. La Oficina Regional de UNICEF para Latinoamérica y el Caribe ha recurrido a varias indagaciones y encuestas oficiales en la región, aunque no siempre se contó con cifras recientes y estadísticas fiables.

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En Colombia el informe sobre homicidios de niños y adolescentes, encontró, en 1994, que en cuatro ciudades de ese país, hubo 1.678 víctimas durante los seis primeros meses de ese año. Esto supone una cifra anual para el total de la nación de no menos 4.000 víctimas. La información acerca de los responsables de los asesinatos nunca está disponible, pero la pesquisa indica casos en los que esta responsabilidad recae en milicias populares, bandas juveniles, bandas criminales organizadas, la Policía Nacional y otros grupos dedicados a la «limpieza social».

El Comité de los Derechos del Niño, al examinar el informe inicial de Colombia en virtud de la Convención expreso su gran preocupación por «la situación de amenaza continua de la vida de un gran número de niños colombianos, especialmente las de aquellos que para sobrevivir, trabajan o viven en las calles. Muchos de estos pequeños están sometidos a arrestos arbitrarios y torturas, así como a otros tratos inhumanos o degradantes por parte de las autoridades. Igualmente, son sujetos a coerción, desaparición tráfico y asesinato por parte de grupos criminales».

El homicidio de niños y adolescentes en Brasil también ha recibido atención internacional. La Policía Federal Brasileña registró entre l988 y 1990 un total de 4.611 homicidios de niños, en su mayor parte jóvenes de 15 a 17 años y de los cuales el 82% eran negros. En contra de la creencia popular las víctimas de estos homicidios no eran niños que trabajaban o vivían en las calles ni siquiera criminales o miembros de bandas, sino simplemente niños pobres.

Una encuesta realizada por organizaciones independientes brasileñas descubrió que el 38% de las víctimas tenía una dirección permanente y muchos de ellos vivían con sus familias. De 457 víctimas, sólo 13 fueron identificadas como traficantes de drogas.

Una averiguación realizada por el Ministerio Público y UNICEF sobre homicidio de niños y jóvenes en Sao Paulo encontró que individuos o grupos de exterminación son los responsables de la mayor parte de los asesinatos. Una comisión especial del Parlamento Federal Brasileño dedicado a investigar estos crímenes concluyó que la implicación de agentes del Estado, especialmente la policía civil y militar en los escuadrones de la muerte era algo más que una simple anécdota.

En 1991, 662 niños fueron víctimas de homicidio en Sao Paulo. Un análisis realizado en el transcurso de las investigaciones del Ministerio Público y UNICEF, sobre 307 de estas muertes, puso de manifiesto que en el 37% de las ocasiones, el autor era desconocido, y en el 63% restante se cerraron las diligencias antes de iniciar le proceso criminal. En 42 casos, se disparo a las victimas por la espalda y en otros 29 a quemarropa.

Un primer signo de que la tendencia general a la impunidad en Guatemala estaba llegando a su fin fue la condena de cuatro policías por el asesinato de un niño de la calle, Nahamán Carmona López, en 1990. Éste ha sido uno de los pocos casos en el mundo en el que se ha probado la implicación de las fuerzas de orden público.

Otro avance positivo en esta dirección es la puesta en marcha de un programa desarrollado por una ONG para ayudar a la Policía Nacional Guatemalteca en la formación de sus nuevos profesionales para que traten de forma adecuada a los niños de la calle.

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Violencia en las instituciones

La violencia en las instituciones puede adoptar la forma de castigo corporal, limitaciones físicas, confinamiento en soledad y otros tipos de aislamiento, la obligación de llevar ropas distintivas, reducción de la dieta, restricción o negación del contacto con familiares o amigos, humillación verbal o sarcasmo.

En algunos sistemas legales, los profesores u otros tutores tienen derecho a utilizar castigos físicos y de otro tipo, derecho derivado de su posición en lugar de sus padres. En otros, la autoridad para sancionar es independiente de los maestros y otras personas ajenas a la familia y aparece en forma explicita en la ley. Una forma legal para prohibir el castigo físico y otros tratamientos humillantes a los niños debe, por supuesto, proteger a todos los chiquillos en todos los contextos informales, en formas de cuidado no institucionalizadas, familias de acogida, cuidados de día, etc. Y en todas las escuelas y otras organizaciones.

El Comité de los Derechos del Niño ha descubierto que el castigo violento –golpear con un objeto, dar una paliza, azotar– se usa aun en algunos países como sentencia de los tribunales para infractores de tan sólo 10 años y también se usa en instituciones penales. En algunas comunidades tradicionales o sistemas informales de justicia, también se produce este tipo de represión.

El Comité ha destacado en el Artículo 28, inciso segundo, de la Convención de los Derechos del Niño, relativa a la disciplina escolar –de acuerdo con el Articulo 19 sobre la protección de los niños– la proscripción de toda forma de violencia física o psicológica y cualquier otra sanción humillante. Dado que el informe de la Convención ha evidenciado la existencia de castigos corporales en los colegios, el comité ha propuesto su abolición. Esta práctica ha sido condenada en toda Europa, con la sola excepción de los colegios privados del Reino Unido. Igualmente se la ha prohibido en algunos países, como por ejemplo en China, Burkina Faso, Botswana, y Nueva Zelanda y la mitad de los estados de Estados Unidos.

El Tribunal Europeo de los Derechos Humanos de Estrasburgo y el Comité de Derechos Humanos también han condenado el uso del castigo corporal. El Tribunal Europeo dictamino en 1978 que el veredicto judicial que implicara castigo corporal a menores de edad –lo que sucedía en la Isla de Man– violaba el Artículo tercero de la Convención Europa, que prohibe «El trato o castigo degradante o inhumano». Las decisiones acerca del castigo corporal tomadas por los alumnos de los colegios del Reino Unido y por sus padres llevaron a su abolición en todas las escuelas públicas en 1987.

En los años 90, tribunales constitucionales y tribunales supremos lo han censurado en todo el mundo, incluso en países como Namibia, Zimbabwe, Sudáfrica, y Sri Lanka. En Sudáfrica, hasta 1993, unos 30.000 niños eran azotados anualmente. En junio de 1995, el nuevo Tribunal constitucional declaró inconstitucional el azotamiento y el gobierno prohibió el castigo corporal en el sistema penal y todas las escuelas.

Violencia en el deporte

La violencia física en el deporte, llevada a cabo tanto por los participantes como por los espectadores, se ha convertido en un tema de preocupación en muchos países. En relación con la primera, algunos han introducido leyes que prohíben actividades como el boxeo, en el que herir al contrario es el objetivo principal, lo que es distinto de las lesiones accidentales que se producen en otros deportes de contacto.

En la actualidad, los organismos deportivos mundiales están tomando muy en serio el problema de la violencia de los asistentes en los eventos deportivos, que implica mayoritariamente, aunque no exclusivamente, la violencia hacia los jóvenes y de los adolescentes entre sí, casi siempre del sexo masculino. Por ejemplo, el Consejo de Ministros del Comité Europeo anota en el Código de ética deportiva la responsabilidad de que todos trabajemos juntos y propongamos buenos ejemplos a los niños y jóvenes.

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Otro tipo de violencia es la que soportan los atletas adolescente en el camino que recorren para convertirse en campeones. Llevados por sueños de grandeza y riqueza, los entrenadores y los padres presionan a los niños a que se sometan a duras sesiones de ejercicios. Los deportistas se convierten en bienes con los que se comercia en los mercados nacionales e internacionales. Por ejemplo, en los dos años que siguieron a la caída del Muro de Berlín, unos 40 jóvenes futbolistas entre 13 y 17 años fueron «vendidos» a clubes de Alemania occidental, práctica común en Brasil, la Argentina y algunos países africanos.

Por cada niño que llega a ser campeón, hay miles de chicos que han sacrificado su infancia y en ocasiones su salud a cambio de muy poco, recibiendo a veces una educación que ni siquiera es adecuada y con frecuencia, al no rendir lo que de ellos se esperaba, terminan en los «circuitos de la calle» de los países que supuestamente los iban a formar como adultos.

Bibliografía consultada
UNICEF. Niños y violencia.

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* Periodista.
El capítulo anterior de esta exhaustiva investigación se encuentra aquí, con enlace a la entrega previa a aquel.

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