Ya es hora …¡Mar para Bolivia!

Rafael Araya Masry*

Después de leer atentamente el grandioso artículo que mi amiga, la periodista Pamela Giles, escribiera para referirse a la carta en que Fidel Castro se refiere a la necesidad de resolver de cara al futuro la mediterraneidad boliviana, no puedo menos que reafirmar aquello a lo que adherí y que vengo sosteniendo desde hace ya muchos años. Chile tiene la obligación moral, política y ética de restituir a Bolivia un acceso al mar sin tutela de ninguna naturaleza por parte de nuestro país.

Es demasiado el tiempo transcurrido desde que una guerra que inició Chile en el año 1879 cercenó los territorios peruano y boliviano, dejando al país altiplánico en una situación de absoluto menoscabo de cara al desarrollo y a la posibilidad de contar con los elementos que hubiesen podido hacer de su comercio un puntal firme para sostener su desarrollo, tal como lo son el desenvolvimiento portuario y naviero que le hubiera permitido acceder a todo el mundo.

Llevada a firmar un tratado leonino impuesto por Chile en el año 1904 como potencia victoriosa de la guerra del Pacífico, Bolivia no tuvo más remedio que someterse al articulado de ese acuerdo, careciendo de todo elemento de coerción que le hubiese permitido negociar en condiciones más propicias dicho tratado.

Pero claro, nuestros actuales “próceres” desde la derecha e incluso desde otros partidos, declaran casi histéricamente que los tratados no son materia de revisión, que a Chile le costó sangre conquistar esos territorios, que la soberanía no se negocia y toda esa parafernalia patriotera y nacionalista que poco a poco nos va convirtiendo en verdaderos parias en nuestro propio continente. Los matones del barrio.

Porque al final de cuentas, con ceder o restituir a Bolivia un corredor que le permita el acceso al mar no será resultado de una graciosa dádiva, sino un hecho de justicia. Y ya sé que muchos van a saltar argumentando que es por culpa del Perú que se niega a un corredor por la Línea de la Concordia.

Pero al efecto, el ex ministro boliviano, Fernando Salazar, planteó precisamente a raíz de la persistente negativa peruana, la idea y el concepto de “supremacía territorial sin soberanía”. Es decir, bajo esta fórmula, Chile le entregaría a Bolivia una franja con supremacía territorial que se ubicaría entre la mencionada Línea de la Concordia y el Ferrocarril Arica-La Paz sin afectar la soberanía chilena sobre ese territorio. Ni terrestre ni marítimo.

Este acuerdo, implicaría obviar cualquier negativa por parte del Perú que de manera permanente ha esgrimido su negativa basado en el Tratado chileno-peruano de 1929 y por el las partes no pueden entregar a terceras potencias territorios que hubiesen pertenecido al Perú hasta antes de la guerra.

Es una de las posibilidades. Se pueden explorar otras apelando a la creatividad y a la voluntad política de hacer las cosas. Pero el tiempo es ahora. Ya no es momento de hablar de la sangre chilena derramada en lo que fue el desierto boliviano. Eso equivale casi a decir que si una banda de ladrones entra a mi casa y yo mato a alguno, la banda tiene derecho a quedarse con mi patio.

Creo que lo que se impone es la generosidad suficiente para comprender que no tenemos ya más el derecho a seguir negándonos a dar una solución de largo alcance a la mediterraneidad boliviana.

Lo que es legal no es necesariamente legítimo. Y si bien en la legalidad de la letra y la firma del Tratado de 1904 que se le impuso a Bolivia dice que ese país renuncia a una parte de su territorio a favor de Chile, no es legítimo que esa letra sea en la práctica una condena al enclaustramiento perpetuo de un estado que, como el boliviano, merece por derecho propio contar con un litoral que coadyuve a su proceso de crecimiento y desarrollo.

Es más, la eliminación de una constante hipótesis de conflicto, redundará en políticas de mayor acercamiento e integración sub-regional que para todos traerá beneficios. Chile podrá también de esa forma beneficiarse de la enorme riqueza energética que Bolivia posee a través de proyectos conjuntos de exploración, explotación y transporte de hidrocarburos.

Porque la patria es mucho más que las histerias chauvinistas, es más que una bandera y un himno. La patria es más que la gloria ganada con justicia por nuestros padres fundadores y nuestros héroes. La patria es el sentimiento del hogar común de una sociedad solidaria que defiende y protege a los más débiles.

La patria debe representar la generosidad de una sociedad dispuesta no a regalar, sino básicamente a representar, impulsar y convalidar hechos de justicia, de hermandad y de afianzamiento de lazos. Sin espacio para el menoscabo de nadie, pero con toda la voluntad de crecer no a costa del otro, sino junto al otro. Esa es nuestra responsabilidad como nación y ya va siendo tiempo de asumirla a cabalidad.

* Analista internacional; presidente del Regional América del Partido Socialista de Chile.

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