Yanis Varoufakis: “Los ‘tecnolords’ controlan nuestras mentes”

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El exministro de Finanzas griego advierte de los peligros de lo que llama el capital de la nube, fuerza impulsora del tecnofeudalismo

Durante la pandemia, muchas tendencias que venían en curso se dispararon sin que lo notáramos del todo. Pero en Grecia, el exministro de Economía y adalid de la izquierda Yanis Varoufakis (Atenas, 1961) observaba con atención cómo las empresas tecnológicas —las llamadas Big Tech— crecían a una velocidad vertiginosa.

Yanis Varoufakis
Yanis Varoufakis

Con miles de millones de personas encerradas en casa, trabajando y comprando en línea, pegadas a pantallas y nubes informáticas, esas compañías se volvieron omnipresentes y todopoderosas. Un solo dato lo ilustra: en Estados Unidos, entre 2020 y 2022, hubo un incremento de 52% del tiempo en pantalla entre la población menor de 18 años.

Armadas con cantidades colosales de datos personales, gigantes como Facebook, Twitter, Google, Alibaba o Amazon lograron lo que antes era impensable: conocer a sus usuarios mejor que ellos mismos. Ya no solo detectaban patrones de conducta: los anticipaban, moldeaban y explotaban, atrapando a millones en un ciclo incesante de dependencia digital, el circuito de la cloud rent.

Varoufakis concluyó que algo fundamental había cambiado: el capitalismo, como lo conocimos durante más de dos siglos, había muerto. En su lugar surgía el tecnofeudalismo, un nuevo orden controlado por los tecnolords, un puñado de jugadores ultrarricos que extraen renta de los usuarios y subordinan a los viejos capitalistas. Su hipótesis sigue siendo polémica. Incluso irrita a la izquierda marxista a la que pertenece.

Pero hoy pocos dudan de que las Big Tech han acumulado un poder sin precedentes que en los últimos meses se ha ampliado aún más al aliarse con el presidente Donald Trump. Tarde o temprano, ciudadanos y gobiernos tendrán que vérselas con ellas para definir un futuro distinto. Quien no entienda esto pronto, aceptará ser gobernado por algoritmos, sostiene Varoufakis, quien responde a las preguntas de EL PAÍS de España por correo electrónico.

Estamos presenciando una acumulación de riqueza sin precedentes. Los medios informan que Elon Musk podría convertirse en el primer trillonario, mientras la clase media global se estanca. En Estados Unidos, el ingreso real es comparable al de 1974; en China o Brasil, millones han salido de la pobreza, pero sin correspondencia con el aumento de la productividad ni los beneficios empresariales. ¿Cómo llegamos aquí y qué podemos anticipar de este escenario?

 Hemos llegado aquí a través del proceso natural de acumulación capitalista, que orgánicamente produce crisis que, a su vez, provocan intervenciones de los agentes políticos del capitalismo. Su propósito es trasladar la riqueza hacia quienes representan, mediante políticas que liquidan activos públicos para reforzar artificialmente la tasa de retorno de los propietarios de esos activos, a costa de las clases trabajadoras y medias. Cuanto más continúa este proceso, mayor es la desigualdad y más profunda la ansiedad de los beneficiarios —los ultrarricos—, ya sea por temor a que las mayorías se rebelen contra ellos o a que el capital ficticio del que dependen colapse.

La crisis financiera de 2008 marcó un punto de inflexión. Poco antes, el iPhone y las redes sociales inauguraron otra etapa: el preludio del tecnofeudalismo. ¿Cuáles son sus características básicas?

The Global Financial crisis of 2007–2008 - EcoholicsLa crisis de 2008 hundió prácticamente a todos los bancos de Estados Unidos y Europa. Para reflotarlos, los gobiernos y bancos centrales imprimieron unos 35 billones de dólares, mientras al mismo tiempo aplicaban austeridad suprimiendo salarios y beneficios sociales, entre otras cosas. El resultado fue la coexistencia de una liquidez masiva y una baja demanda, lo cual llevó a una escasa inversión en bienes y servicios. Las únicas compañías que invirtieron parte de esos 35 billones fueron las que, en un inicio desde Silicon Valley, fundaron las Big Tech, basadas en una nueva forma de capital que yo llamo capital en la nube. Así comenzó el tecnofeudalismo.

¿De verdad ha terminado el neoliberalismo, como usted sostiene, o estamos ante la superposición de dos formas de capitalismo en una nueva era tecnológica digital?

El neoliberalismo nunca fue una realidad. Solo era la ideología legitimadora (ni nueva ni liberal) del proceso de financiarización-globalización que comenzó después del fin de Bretton Woods a principios de los años setenta. Ahora, bajo el tecnofeudalismo, el poder pasa de las grandes finanzas a las grandes tecnológicas y, por tanto, el neoliberalismo ha finalizado incluso como ideología.

Una de las transformaciones más radicales es el uso de nuestra información como materia prima y mercancía en un circuito que se retroalimenta. ¿Por qué la economía de la atención es hoy tan dominante en la economía global?Tecnofeudalismo: la nueva era del poder corporativo - Catalunya Plural

 La economía de la atención existe desde los primeros anuncios publicitarios. Pero bajo el tecnofeudalismo ocurre algo mucho más serio que simplemente capturar nuestra atención y robar nuestros datos. El capital en la nube, fuerza impulsora del tecnofeudalismo, nos entrena para que lo ayudemos a insertar deseos en nuestras mentes. Cuando lo consigue, satisface esos deseos directamente —evitando los mercados normales, enviando productos directamente a nosotros y otorgando a sus dueños el poder de extraer enormes rentas de la nube.

Amazon, por ejemplo, se queda con un 30% a 40% del precio final de los productos. Una vez que estas rentas de la nube constituyen más del 20% del gasto total —y, por tanto, de los ingresos— nuestras economías ya no funcionan como se espera bajo el capitalismo. Por eso, debemos avanzar más allá de hablar solo de la economía de la atención u obsesionarnos con que nuestros datos son robados por las grandes tecnológicas para enfocarnos en lo que realmente impulsa el tecnofeudalismo: una nueva forma de capital, el capital en la nube.

El poder tecnofeudal va más allá de extraer rentas de la nube y moldear el mundo real, sobre todo a través de la capacidad de Big Tech de influir en los intentos regulatorios de los gobiernos. ¿Cuáles son las consecuencias sociales, políticas y medioambientales de las tecnologías digitales?

El capital siempre ha hecho que los gobiernos bailen a su son. El capital en la nube, que impulsa el nuevo orden tecnofeudal, tiene aún más poder: puede controlar directamente nuestras mentes en nombre de sus dueños. Por ejemplo, aunque los gobiernos europeos quisieran contener a empresas como Google o Meta, estas compañías tienen un poder inmenso sobre ellos: solo tienen que amenazarlos con suspender el acceso a YouTube o Instagram para disuadirlos.

 ¿Cómo la promesa de intercambio libre y horizontalidad de los inicios de Internet se convirtió en un sistema corporativo que convierte la información personal en mercancía y beneficio privado?

Tecnofeudalismo - Yanis Varoufakis | PlanetadeLibrosTodas las tiranías empiezan con una promesa de liberación. La conversión de Internet de un bien común al reino tecnofeudal erigido sobre una enorme concentración de capital en la nube ocurrió por dos hechos cruciales. Primero, a los usuarios se les negó la oportunidad de probar su identidad en línea, lo que permitió a Google, Microsoft y al sector financiero monopolizar nuestras identidades digitales. Segundo, tras la catástrofe de 2008, los bancos privados ofrecieron a Big Tech gran parte del dinero impreso por los bancos centrales, casi sin intereses. Big Tech no tardó en usar ese dinero estatal para construir su arsenal de capital en la nube.

 ¿Sugiere usted que Internet se ha vuelto una forma de tiranía gobernada por élites tecnofeudales, donde salirse del mundo digital es posible pero tiene un alto costo personal?

 Internet, aunque sigue siendo útil para personas y movimientos de cambio, ha sido colonizado por las corporaciones “nublalistas” que han encerrado a enormes cantidades de personas y manteniéndolas ahí a través de los efectos de red y los costes de cambio.

¿En qué medida el tecnofeudalismo es realmente distinto del capitalismo monopolista de otros periodos históricos?

Aunque los señores tecnofeudales, o nublalistas, pueden parecerse a los antiguos capitalistas monopolistas, son profundamente diferentes. Henry Ford y Thomas Edison, igual que Jeff Bezos y Mark Zuckerberg, también poseían grandes cantidades de capital, manipulaban a los políticos y adquirían medios para controlar la opinión pública. Pero poseían capital convencional —medios de producción como líneas de montaje y generadores eléctricos— que producían los productos que todos podían comprar.

En cambio, el capital en la nube de Bezos y Zuckerberg no origina ningún producto tangible. Genera poder para sus dueños, quienes extraen rentas de clientes, capitalistas y proletarios que fabrican productos en las fábricas de los capitalistas. No puede haber diferencia más grande. ¿La razón? Una economía donde la riqueza se acumula en forma de rentas (en vez de beneficios reinvertidos en la producción de mercancías) está destinada a morir.

¿Puede explicar por qué está destinada a morir?¿Cómo puedes maximizar tu inversión en la nube? - Nublit

 Por lo mismo que un virus letal muere una vez que acaba con todos sus huéspedes. Las corporaciones tecnofeudales que manejan capital en la nube logran extraer cada vez más valor creado por trabajadores humanos en la economía capitalista tradicional en forma de rentas de la nube. Cuántas más rentas extraen, más inviable se vuelve todo el sistema.

En el tecnofeudalismo, trabajamos para los datalords sin siquiera saberlo, a diferencia del capitalismo clásico, donde era mucho más claro para quién se trabajaba. ¿Cómo surgió esta nueva superclase con un poder económico y político tan inédito?

Gracias a la última mutación del capital: el capital en la nube. Como dije, el capital en la nube no se produce mediante medios de producción. No son máquinas creadas para fabricar bienes u otras máquinas. Es un medio concebido para otorgar a sus dueños un poder exorbitante para controlar el comportamiento de los demás. ¿Es raro que estos dueños evolucionaran rápidamente en nuestra nueva clase dominante?

Usted aporta un dato revelador: en empresas antiguas como General Electric o Exxon-Mobil, el 80% de los ingresos se destinaba a salarios. En contraste, los empleados de Big Tech reciben menos del 1%, porque la mayoría del trabajo lo realizan gratis miles de millones de “siervos de la nube”. ¿Puede explicar esto?

El capital en la nube que da a Meta y Google (propietarios de Instagram y YouTube, respectivamente) el poder de extraer rentas de la nube es mucho más que solo máquinas, cables de fibra óptica. Es, principalmente, todo el contenido que los usuarios han subido y los efectos de red generados por esa masa de material, pero si, por ejemplo, abandonas Instagram, pierdes acceso a lo que otros publican y tus contenidos quedan invisibles para ellos. En definitiva, todo el trabajo que los usuarios ponen en sus publicaciones ha contribuido al capital en la nube de Meta y Google. Pero este trabajo fue, en su mayoría, gratuito. Esto explica por qué solo una ínfima parte de los ingresos de estas empresas va a salarios.

El poder de los tecnolords

 ¿Qué significa para usted la imagen de los líderes de Big Tech y la IA —salvo Musk— cenando con Donald Trump, como ocurrió recientemente?

Trump tiene una relación peculiar con los señores tecnofeudales de Big Tech. Por un lado los humilla, por el otro los refuerza. Muchos comentaristas interpretaron la foto de su toma de posesión como prueba de que los tecnolords eran sus cortesanos. Yo la vi como una evidencia de su humillación. Sin embargo, al mismo tiempo, Trump los utiliza para usurpar el poder del Estado y les otorga increíbles nuevas oportunidades de lucro —por ejemplo, privatizando el dólar mediante stablecoins denominadas en dólares.

Él busca que criptomonedas estables como Tether se conviertan en las monedas en las que se comercia el capital en la nube, al menos en Occidente y en países como Malasia e Indonesia. Eso es lo que quiere que las grandes tecnológicas lo ayuden a lograr.

 Su analogía entre feudalismo y plataformas digitales ha sido criticada como exagerada o meramente metafórica. ¿No corre el riesgo su tesis de oscurecer, en vez de clarificar, las dinámicas reales de poder y explotación del capitalismo contemporáneo?

 Mis críticos a menudo cometen el error de pensar que sostengo la hipótesis de que hemos regresado al feudalismo. Ese nunca fue mi argumento. Mi argumento es que hemos pasado a una nueva estructura social basada en una mutación del capital para acumular riqueza, a diferencia del feudalismo, que dependía de la tierra. No obstante, el auge del capital en la nube, un capital mutante, significó que los mercados fueran reemplazados por feudos digitales y los beneficios por rentas de la nube.

Así que este nuevo sistema comparte rasgos con el feudalismo pero, al mismo tiempo, está erigido sobre el capital, no sobre la tierra. Y, esto es crucial, como el capital en la nube no es productivo, el tecnofeudalismo es parasitario y depende totalmente de un sector capitalista tradicional cada vez más pequeño, que, sin embargo, ha perdido su predominio en la distribución de ingresos, riqueza y poder. Esta es la mejor manera de entender la dinámica de poder y explotación en las sociedades contemporáneas.

 Para clarificar, ¿acaso la mayoría de la fuerza laboral mundial no opera aún en un sistema capitalista basado en la propiedad privada de los medios de producción y la extracción de plusvalía del trabajo asalariado, como describió Marx?

Sí. Pero eso no debilita mi hipótesis tecnofeudal. Todavía en 1860, la gran mayoría seguía trabajando bajo relaciones de producción feudales, no capitalistas. Y, sin embargo, el feudalismo ya estaba “muerto” y el capitalismo había tomado el trono.

 ¿Cuál es el impacto geopolítico del tecnofeudalismo, especialmente en los países en desarrollo?

El auge y la concentración del capital en la nube en solo dos polos —Estados Unidos y China— están detrás de la nueva Guerra Fría entre Estados Unidos y China. Los países en desarrollo ven esto y tienden a notar que Estados Unidos está cada vez más dispuesto a arriesgar la guerra (guerras comerciales y también guerras reales) para mantener su hegemonía. Por eso, incluso países que no son aliados naturales de China están coqueteándole a Pekín.

¿Puede ampliar? ¿Cómo está el tecnofeudalismo reconfigurando las alianzas entre países en desarrollo en el contexto de la rivalidad Estados Ujidos-China?

Arabia Saudita es un gran ejemplo. Aliado incondicional de Estados Unidos, está claramente cubriéndose las espaldas, transfiriendo parte de sus recursos al sistema de “finanzas en la nube” de China. Por eso Arabia Saudita decidió unirse como miembro asociado al BRICS+ y, supongo, permitió que Pekín mediara un acercamiento con Irán.

El auge del tecnofeudalismo | IADE Dejando a China de lado por un momento: en Occidente, varios de estos tecnolords —como Peter Thiel o Elon Musk— no solo se identifican como libertarios. Son anarcocapitalistas que buscan maximizar sus ganancias mientras propician la erosión del Estado.

Llamo a esta nueva ideología tecnolordismo: sustituye al individuo liberal del neoliberalismo por un HumAIn –un continuo humano-IA– amorfo y, al hacerlo, reemplaza la fe fundamentalista en el “mecanismo divino del mercado” por otra divinidad: el algoritmo, que evita el procesamiento de señales de los mercados descentralizados a favor de un mecanismo perfectamente centralizado para emparejar compradores y vendedores.

 ¿Puede el Estado limitar este poder mediante regulación o ya es demasiado tarde?

Se puede limitar el poder tecnofeudal imponiendo interoperabilidad y estableciendo regulaciones sobre lo que los algoritmos pueden hacer. Sin embargo, solo en China se han implementado estas medidas, porque solo allá las instituciones políticas no están completamente en manos del capital privado.

Reflexiones sociales

Marx, a quien usted regresa en su libro, Tecnofeudalismo: El sigiloso sucesor del capitalismo, fue un filósofo visionario del siglo XIX. ¿Sigue Marx ofreciendo respuestas para una economía basada en la información y la IA, o necesitamos nuevas categorías para pensar la relación entre capital, trabajo y humanidad?

Si los filósofos regresan a Platón y Epicuro para encontrar sentido a la vida hoy, no es extraño que Marx siga siendo fundamental para entender cómo se acumula el capital en la actualidad. Si acaso, Marx es más relevante en nuestro mundo tecnofeudal que nunca. Tome la IA, por ejemplo. Todos ven cómo compañías como OpenAI han violadoOpen Ai Presentation completamente los derechos de propiedad intelectual de todos nosotros al entrenar sus grandes modelos de lenguaje.

Han tomado nuestra propiedad colectiva e individual, la han devaluado y nos la venden de nuevo para cobrar rentas que no retornan al circuito circular de los ingresos. A diferencia de los socialdemócratas desorientados que proponen regulación pero no tienen idea de cómo regular compañías como OpenAI, Marx propone la única respuesta: socializar el capital en la nube, es decir, hacernos a todos accionistas iguales de este.

 Su libro está dedicado a su padre, quien le enseñó sobre historia, tecnología y metalurgia como una temprana lección de materialismo histórico. Su madre, también presente, le dio su primera lección de marxismo. Estos conmovedores recuerdos apuntan a valores como justicia, igualdad y autodeterminación. ¿Qué reflexiones le surgen al poner estas enseñanzas frente al estado actual del mundo, donde tantas revoluciones acabaron en dictaduras y movimientos como los Indignados u Occupy se desvanecieron sin mayores consecuencias?

 Su pregunta me ocupó mucho cuando terminé de escribir Tecnofeudalismo. También me pregunté qué tiene aún que enseñarnos la generación de mis padres y abuelos. Así que me senté y respondí esa pregunta en la forma de un nuevo libro, que se publica este mes en inglés (titulado Raise Your Soul). La resumo en breve: debemos desarrollar la capacidad de luchar tanto contra el autoritarismo que surge de la concentración del capital como contra el lado más oscuro en nuestro propio interior —la fuerza en las sombras de nuestra alma que hace que los revolucionarios se conviertan tan fácilmente en déspotas.

Usted cita al filósofo Fredric Jameson: “Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. ¿Dónde ve hoy fuentes de esperanza para el cambio en medio de tanta desigualdad? ¿Qué rol juega la democracia —imperfecta y amenazada— en su reflexión? ¿Hay una salida al laberinto tecnofeudalista?E001. ¿Por qué es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del ...

La ironía es que, a juzgar por las reacciones airadas de muchos izquierdistas a mi Tecnofeudalismo, criticándome por atreverme a afirmar que el capitalismo ha muerto, hoy la máxima de Jameson parece aplicarse más a mis compañeros de la izquierda. ¿Dónde hallo esperanza? En la tendencia intrínseca de los sistemas explotadores, basados en el capital, a socavarse a sí mismos. Por supuesto, para aprovechar esa tendencia, los demócratas deben usar el capital en la nube y volverlo contra sus dueños, igual que los revolucionarios en el pasado tomaron las imprentas para agitar y educar.

No es la primera vez en la historia que, mientras el poder estaba despiadadamente concentrado, los desposeídos lograron empoderarse. Como dijo el marqués de Condorcet, el secreto del poder no está en la mente o las armas de los opresores, sino en la mente de los oprimidos. En toda época y todo sistema de explotación, nada cambiará hasta que los ciudadanos se movilicen para convertirse en agentes de cambio en vez de simples juguetes de fuerzas sociales —sobre todo el capital— fuera de su control.

 ¿Cómo podemos mantener el optimismo sobre la posibilidad de lograr una economía digital realmente democrática cuando la mayoría de las tendencias actuales, tanto de derechas como de izquierdas, solo justifican pesimismo o, en el mejor de los casos, escepticismo?

Encuentro esperanza en una visión dialéctica del mundo en que vivimos. Desde esta perspectiva, la realidad nunca es armónica, sino que está construida sobre contradicciones: la coexistencia de cosas que no deberían poder existir al mismo tiempo pero, sin embargo, lo hacen. La luz, como mostró Einstein, es a la vez partículas y ondas. La humanidad podría alimentar a todos, pero vivimos en un mundo de hambre extendida. Así que cualquier realidad en la que estemos está marcada por contradicciones que acabarán resolviéndose. Todo, en otras palabras, puede ser distinto. Y como el tecnofeudalismo es quizá la mayor contradicción de todas, decido permanecer optimista.

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