Zoe Valdés: una intelectual anticastrista

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

«Me preguntan todo el tiempo por Cuba y yo contesto. Es mi obligación como escritora y como ser humano», dice Zoé Valdés, con la dulzura del acento caribeño. Pero con esa misma dulzura suelta puñales: «No entiendo cómo después de 45 años de la opresión más inhumana, la gente se resiste a ver lo que pasa en mi país. Con Cuba hay demasiada hipocresía», dice.

Su prosa visceral, despojada y desinhibida, cosecha premios literarios en España. De hecho, La Nacion tomó contacto con ella en Kosmópolis, la cita de escritores de Barcelona, a la que asistió como invitada especial.

Pero en Cuba no circula. «Estoy censurada y la excusa del poder es que soy pornográfica», dice esta mujer, que no se cansa de denunciar la tortura y los presos políticos en las cárceles de Castro. También las estadísticas de su régimen: 80.000 desaparecidos y 15.000 fusilamientos, de los que no se habla porque «no es políticamente correcto».

Su experiencia es la de quien va contra la corriente. «A quienes denunciamos estas atrocidades no nos creen, nos ponen bajo sospecha. Es terrible, porque se niega el sufrimiento en la cara de quien lo padece», dice.

Habla del próximo viaje del presidente Néstor Kirchner a Cuba y recuerda que Castro apoyó a la dictadura militar argentina. «La dignidad sólo está en la memoria completa», afirma.

Asegura que el líder cubano «siempre se sirvió de tontos útiles» y ubica entre ellos a Diego Maradona, de quien asegura que no fue para curarse, «no fue para curarse, sino para chutarse [drogarse]» y que «vive en la isla como un príncipe y así será mientras el dictador quiera».

Carga contra el colombiano Gabriel García Márquez, de quien afirma que le gusta el poder y que vive en la isla una vida de lujo, lejos del contacto con los cubanos de a pie. Y también contra Ernesto «Che» Guevara, un mito elevado a potencia para el que no encuentra otra explicación que el comercio de camisetas y el desconocimiento de sus equivocaciones y fanatismos.

«Pocos saben que perseguía a los homosexuales con la dureza de un soviet», advierte.

Habla con respeto de las Madres de Blanco, mujeres cubanas que -inspiradas en las de Plaza de Mayo («las verdaderas, no las que manipulan los cadáveres de sus hijos, como Hebe de Bonafini»)- marchan para pedir la libertad de sus familiares y amigos, presos en las cárceles castristas.

Sólo lamenta que se las escucha mucho menos. «Es lo de siempre con Cuba. La gente tiene una imagen errónea y no puede soportar que se diga la verdad y que se hable de la opresión».

La Valdés textual

-¿Cuál es la situación de su literatura en Cuba?

-Mis libros están censurados. Circulan de manera clandestina. A veces, gracias a bibliotecarios independientes. Aprovecho para decir que 17 de esos bibliotecarios están presos, condenados a veinte años de prisión por el simple hecho de tener libros diferentes en sus casas. Libros que fueron quemados en las calles. Esto muy poca gente en el mundo lo sabe y quienes lo saben se callan, porque es políticamente incorrecto decirlo. No están mis libros ni los de Reynaldo Arenas, aunque ahora, porque murió, han empezado a editar algo.

foto–¿Por qué dice que es políticamente incorrecto hablar sobre Cuba?

-Las cosas están cambiando, afortunadamente, pero persiste una noción romántica de lo que fue o de lo que quiso ser aquel proceso que comenzó en 1959. Y hay gente en el poder a la que le conviene que eso sea así. Por eso es tan difícil todo para los independientes.

–Parte del cambio en Cuba parece venir por el lado económico. Se está abriendo la economía. ¿Cómo es eso?

-Poco a poco la gente empieza a hacer negocios con Cuba. Pero el mundo del pensamiento, el mundo filosófico y el mundo de la realidad están manipulados y puestos a disposición del poder.

–¿Por qué al disidente cubano se le pone tan en duda lo que dice?

-Es muy extraño. Porque a víctimas de otras latitudes se les ha creído, por fortuna, sin que siquiera tuvieran que aportar pruebas. Pero si un cubano dice que fue torturado en su país, la primera reacción es: «Pero, ¿qué dices» ¡Si en Cuba no se tortura a nadie!» Hay un rechazo a experiencias reales y se les niega a seres humanos el sufrimiento en su propia cara. Esto, realmente, es muy doloroso.

–El presidente Néstor Kirchner tiene en agenda un viaje a Cuba. Si lo tuviera enfrente, ¿qué quisiera decirle sobre su país?

-No es la primera vez que pido a un presidente que por favor haga todo lo que esté en su poder para que se libere a los presos políticos. Muchos de ellos, enfermos, como el poeta Raúl Rivero, acosado por su carcelero, que se llama Alexis. Todo eso lo sabemos, pero nadie hace nada.
Kirchner es el presidente de un país democrático que en Cuba es muy querido. Si es generoso y me escucha, ojalá le pida a Castro la libertad de estas personas. Eso es lo más urgente. Luego está la situación de la que nadie habla: los 45 años de dictadura atroz, con rasgos nazis, con gente que desaparece en las cárceles.
Hay 80.000 desaparecidos en Cuba y tenemos computadas 15.000 ejecuciones. También recordaría que Fidel Castro apoyó a la dictadura militar argentina. Sólo en la memoria completa está la dignidad.

–¿De dónde salen esas cifras?

-Son datos que recopilamos. Las 15.000 ejecuciones incluyen los casos en el paredón y también las que ocurren en las espantosas cárceles cubanas, donde la gente desaparece sin más. No sé… todo esto lo contamos y nadie reacciona. Es como si a la tortura de la derecha se reaccionara con más celeridad que a la de izquierda.

–¿Cómo influye la política en su literatura?

-Soy una escritora, tengo opiniones y cuando me preguntan, contesto. Es, sencillamente, mi deber como escritora y como ser humano.

–¿Se superpone con su trabajo literario?

-Les pasa a muchos escritores. Mario Benedetti y Luis Sepúlveda, por caso, están muy comprometidos con la izquierda. Provienen de países donde hace años que no hay dictadura y ellos siguen hablando de la dictadura sin que nadie les reproche nada. En mi caso y en el de otros colegas cubanos, hay reticencia con esto. Yo lo único que sé es que viví una realidad y que la sigo viviendo, y hablo de ella.

–¿Siente solidaridad con otros escritores de la región, como García Márquez, que suele comprometerse con los problemas de América latina?

-A García Márquez le encanta el poder y, cada vez que va a Cuba, Fidel Castro le da una vida de lujo. El había dicho que estaba en contra de la pena de muerte, pero, desgraciadamente, cuando hace un año y medio Castro fusiló a tres jóvenes que trataron de fugarse de la isla, pues apoyó los fusilamientos una vez más. Parece que siempre hace una excepción con la muerte en el caso de Cuba. Y eso es terrible.

–El portugués José Saramago, que también milita en la izquierda, ha estado más crítico.

-Tras los fusilamientos, hizo un análisis y afirmó que hasta allí había llegado para él la llamada revolución cubana. No conozco a Saramago, pero me alegro muchísimo de que lo haya entendido a tiempo.

–En el Festival de San Sebastián, a pocos kilómetros de aquí, el director Oliver Stone acaba de asegurar que Castro es uno de los hombres más sabios que ha conocido y que si fusila es por culpa de los Estados Unidos, que le declaró la guerra a Cuba con el bloqueo.

-Ese suele ser el discurso. Gente que dice tonterías, como que los bibliotecarios independientes son agentes de la CIA. Quisiera ver al señor Stone haciendo en Cuba y contra Fidel las críticas que él hace con libertad contra su país y su presidente en los Estados Unidos. Es fácil ser seducido por Castro cuando pone toda una isla paradisíaca a disposición de los idiotas útiles que usa en su provecho.

–¿Qué piensa del «Che» Guevara?

-Siento decirlo: es un personaje que no me gusta. Fue médico y no ejerció; fue padre y esposo y abandonó a su familia. Fue ministro de Industria y llevó la economía de Cuba al desastre. Fue guerrillero en Bolivia y terminó muerto.
Creo que él soñó con hacer cosas muy buenas y, como muchos revolucionarios, se equivocó y terminó en el fanatismo más terrible. En su caso, lo peor es que acabó siendo una figura comercial y de camiseta, lo que debería ser bastante aplastante para sus propios ideales.

–¿A qué se refiere con lo del fanatismo?

-Ernesto Guevara era un perseguidor de homosexuales en Cuba. Eso puede contarlo la generación de Virgilio Piñeira o de José Triana. Tuvo en eso una ferocidad digna del soviet.

–Es una figura admirada por mucha gente en el mundo. ¿Ocurre lo mismo dentro de Cuba?

-No. En Cuba la gente le tiene un rechazo tremendo y, sobre todo, la juventud. Claro que en las manifestaciones aparecen las pancartas con su foto, porque es obligatorio: si no, la gente puede perder su trabajo, o algo peor aún.

–¿Por qué se lo rechaza?

-En parte, como reacción natural contra las consignas repetidas hasta el hartazgo. Por ejemplo, en la escuela era obligatorio repetir: «Seremos como el Che». Y la gente decía, bajito: asmáticos. ¡Estábamos hartos! Creo que eso es algo que Castro, que es muy maquiavélico, hace a conciencia: sabe que otra forma de acabar con una persona, aparte de fusilarla, es haciendo uso de ella hasta que la gente ya no pueda más y llega a detestar la imagen y el personaje. Lo hizo también con el poeta Nicolás Guillén.

–¿El Che fue, entonces, una víctima de Castro?

-Hay mucha frivolidad, mucho comercio y mucha ignorancia, sobre todo. Y, además, mucho dinero con esta imagen. ¿De quién es, realmente, el personaje del Che Guevara? Hágase esa pregunta.

–¿Cómo explica el enorme atractivo de Castro? Hace poco fue invitado a dar una conferencia en la Facultad de Derecho de Buenos Aires y la concurrencia desbordó todo.
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-Castro ha sabido crearse esta imagen de justiciero, de Robin Hood mundial, y eso atrae mucho. A veces me asombra y me pone de mal humor ver la falta de análisis para la realidad cubana. El problema es que vivimos en un mundo de una velocidad tremenda, donde se lee poco y mucho se sigue la moda. Es una pena que los futuros abogados de un país, gente que se ocupará de los derechos humanos, reciban a un dictador que hace 45 años oprime a su pueblo de la manera en que lo recibieron.

–¿Cuestiones de veleidad, nada más?

-Es profundo. En mi juventud, en Cuba, yo también pensaba que estaba construyendo el futuro. Hasta que empecé a tener más experiencias con el castrismo, con mi padre preso, compañeros torturados y desaparecidos… y comprendí. Tal vez algún día los jóvenes que aplaudieron a Castro en esa conferencia entiendan lo injustos que estuvieron con esa realidad.

–Las llamadas Madres de Blanco, en Cuba, ¿se inspiraron en las Madres de Plaza de Mayo de la Argentina?

-Son como ellas, pero están más solas y son más ignoradas. Nos inspiramos en las que son todavía madres y no manipuladoras de los cadáveres de sus hijos, como es el caso de Hebe de Bonafini. Marchamos vestidas de blanco, en silencio, pidiendo la libertad y la recuperación de nuestros seres queridos presos en las cárceles cubanas. Trabaja mucho en ello Blanca Reyes, la mujer del poeta Raúl Rivero. Quienes estamos fuera de Cuba lo hacemos como podemos. En Francia, donde vivo, es todos los martes frente a la embajada.

–¿Por qué afirma que son menos conocidas en su lucha?

-La única explicación es la mano negra del castrismo, que es más larga de lo que se piensa. Conozco periodistas que tuvieron problemas por hacerme reportajes. Se lo digo para prevenir.

–¿Qué piensa de la base de Guantánamo y de la tortura que allí se comprobó?

-Espero que el territorio que ocupa la base naval sea devuelto a Cuba cuando exista democracia en la isla. Por supuesto que no quiero esa base allí ni tampoco la tortura que allí se practica.

–¿Cómo valora el trato que Cuba da a Diego Maradona? En la Argentina suele afirmarse que eso refleja la excelencia médica de la isla.

-Fidel Castro siempre se ha servido de los tontos útiles. Maradona es uno más, que no ha ido a curarse sino a chutarse. Se ha dejado manipular. Vivirá como un príncipe en la isla hasta que el dictador quiera.

–¿Y en cuanto al nivel de medicina?

-Maradona no vive donde la gente se muere de hambre. La medicina en Cuba es pésima para los cubanos. Lo que digan los argentinos me importa un bledo: ellos no viven el día a día de los policlínicos, de la falta de medicamentos, de la falta de higiene en los consultorios, de los decesos de niños y ancianos. Y me consta que no son todos los argentinos los que piensan de ese modo. Muchos han abierto los ojos respecto de Cuba.

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* Corresponsal en España del diario La Nación de Buenos Aires. La entrevista se publicó en la edición impresa de ese periódico el 6 de octubre de 2004 (www.lanacion.com.ar/cultura/nota.asp»nota_id=642520&origen=ranking).

1 En: www.geocities.com/zoevaldes, sitio internet dedicado a la escritora.

Nota
Sobre la lucha contra el régimen cubano en materia de comunicación social puede leerse: www.pieldeleopardo.com/modules.php?name=News&file=article&sid=383.

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