Álvaro Cuadra* / La herencia del almirante Merino

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armada1Que los futuros oficiales de la Armada griten en las calles de nuestro país: “Argentinos mataré. Bolivianos fusilaré. Peruanos degollaré”, no debe extrañarnos tanto, pues solo están siguiendo las enseñanzas de sus instructores, más de alguno un impune ex torturador en los navíos de la institución.
Recordemos que en aquellos años de oprobio, el comandante en jefe de la Armada, almirante José Toribio Merino, calificaba al pueblo boliviano de “auquénidos metamorfoseados”.

 

Más allá de este vergonzante episodio —los agresivos cantos xenófobos de un grupo de cadetes suscitaron una justa molestia en los gobiernos de nuestros vecinos de Argentina, Bolivia y Perú—, surge una cuestión política de fondo que todavía es un tabú entre nosotros: la imprescindible democratización de nuestras fuerzas armadas.

 

merinA cuarenta años del golpe de estado, ningún gobierno concertacionista ni el actual mandatario de derecha, se ha planteado este tema con altura y seriedad.
Tampoco lo han hecho los candidatos aspirantes a La Moneda.
Por el contrario, se ha persistido en la misma lógica que fue diseñada durante la dictadura de Augusto Pinochet, la misma que ha situado a Chile a la cabeza del gasto militar en la región.

 

Los cantos difundidos por la red están poniendo en evidencia que la cultura militar en nuestro país no ha cambiado desde los tiempos de Pinochet. Nuestras fuerzas armadas son por definición arcaicas, burocráticas y profundamente clasistas. Esto es así porque toda la alta oficialidad que dirige las instituciones castrenses se formó bajo una dictadura, esto es bajo el catecismo del Pentágono llamada doctrina de la seguridad nacional, adversa a todo tipo de integración con los países vecinos.

 

armada3Sería muy bueno que alguno de los candidatos a la Presidencia del país tuviese el coraje de enfrentar el delicado tema militar en Chile. Las fuerzas armadas son instituciones del Estado con cargo al presupuesto fiscal, por lo tanto no pueden ni deben ser excluidas del desarrollo democrático del país. Dejar fuera del debate a las fuerzas armadas es un riesgo cuyas consecuencias pueden significar un amenaza en los años venideros.
Una pesadilla en que los jóvenes cadetes y conscriptos vuelvan a gritar en las calles: Estudiantes mataré. Trabajadores fusilaré. Mapuches degollaré, y sea demasiado tarde…
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* Semiólogo. Profesor Universidad Arcis, Chile.

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