Argentina: la presidenta y las travestis

2.261

En la última sesión ordinaria de 2011, la Cámara de Diputados aprobó por amplísima mayoría —y con votos favorables de todos los partidos— una ley de identidad de género que, de ser confirmada por el Senado, será la más avanzada del mundo. Entre otras conquistas, con esta ley, travestis y transexuales tendrán reconocido el derecho a llevar su nombre y su género en el DNI y todos sus documentos personales. |BRUNO BIMBI.*

El proyecto contó con el respaldo del gobierno de Cristina Fernández, primera mujer electa para presidir el país y recientemente reelecta con el 54% de los votos. Será en el gobierno de una presidenta mujer que se concreten dos hechos históricos para la conquista de derechos de la población LGBT: el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género.

Sin embargo, mientras la política avanza, buena parte de los medios de comunicación parece aferrada a un conservadurismo que huele a podrido.

“El Estado, con la ley de identidad de género, fue más rápido para cambiar que los medios, otrora vanguardia, que no dicen ‘las travestis’. No hay excusa para seguir diciendo ‘los’, y debería generar reflexión que el cambio tarde más que el del Estado”, disparó por twitter el periodista Daniel Seifert, de la revista Noticias.

Los sistemas de búsqueda de los propios diarios confirman las palabras de Daniel: en La Nación, el buscador arroja 733 ocurrencias de las expresiones “el travesti”, “un travesti” o “los travestis” y apenas 82 de “la travesti”, “una travesti” o “las travestis”.

En Clarín, las formas masculinas también ganan por goleada: 701 contra 150 femeninas.

En Infobae se habla menos sobre travestis, pero cuando se habla, es mayoritariamente en masculino: 134 contra 17.

Como contracara, tanto Página/12 como Tiempo Argentino tienen por regla usar las formas femeninas, con contadas excepciones.

Paréntesis necesario.
Dos notas que aparecen entre los resultados de la búsqueda en la web de La Nación ganan destaque: la primera, titulada Otorgaron a un travesti un DNI femenino es brutal por la contradicción que encierra: la justicia afirma el derecho de una ciudadana travesti a tener un DNI con su nombre y su género y, al presentar la noticia, el diario la desconoce, tratando a la beneficiaria del fallo como varón.
La segunda, titulada El travesti y firmada por Rolando Hanglin, es una de las más asombrosas demostraciones de ignorancia y falta de respeto por las travestis que hayan sido publicadas en los últimos años en la prensa argentina:
“¿Qué es el travesti? En principio, un homosexual”, dice Hanglin, confundiendo orientación sexual con identidad de género. A continuación, explica que la “finalidad” de las travestis es prostituirse —no, Hanglin; que la exclusión social y laboral, la expulsión de la casa y de la escuela y la discriminación que sufren desde niñas empuje a muchas travestis a la prostitución como única alternativa de vida no significa que esa sea su “finalidad”— y asegura que “no son tampoco una minoría perseguida, sino un negocio millonario que marcha viento en popa”. Sí, dice eso, sin ponerse colorado. Cierre del paréntesis.

Pero las travestis no son las únicas negadas en su género por muchos periodistas. Lo mismo le pasa —afortunadamente, cada vez menos— a Cristina Kirchner.

En muchos medios, aún se refieren a ella como “la presidente”, del mismo modo que se refieren a ellas como “los travestis”. Parece haber, sin embargo, un matiz interesante para analizar: en el primer caso, lo que se niega es que el cargo más importante del gobierno pueda dejar de ser (¿esencialmente?) masculino. El hecho de que una mujer lo ocupe transitoriamente parece ser visto como una irregularidad.

En el segundo caso, la negación es más profunda: es a las propias travestis, a ellas mismas como personas, que se les niega su condición femenina.

En Brasil, Dilma Rousseff tiene el mismo problema que Cristina, o peor. Salvo algunas pocas revistas progresistas, casi todos los medios de comunicación se refieren a ella como “la presidente”.

El reconocido lingüista brasileño Sírio Possenti, de la Universidad Estadual de Campinas, refutó en un artículo a quienes defendían esa forma de llamarla argumentando que, si se aceptara la forma presidenta, debería usarse el mismo criterio para formar el femenino de todas las palabras terminadas en –ente, y decir, por ejemplo, “exigenta” cuando nos referimos a una mujer exigente.

“El léxico de las lenguas es bastante irregular —explica Possenti—, y muchas formas y flexiones nunca ocurren. Los casos más claros son ciertas derivaciones: ¿por qué decimos juego y no juegamiento o juegación? ¿Por qué decimos juzgamiento y no juzgación? ¿Por qué decimos amenaza y no amenazamiento o amenazación? Por qué decimos filiación y no filiamiento? En vez de esposa, poderíamos decir marida, si las gramáticas funcionasen en el vacío… Pero funcionan en sociedades vivas”.

Otro argumento usado contra el uso de la forma presidenta es que el masculino no es presidento. Possenti se burla: “Eso tendría sentido si todas las palabras masculinas que tienen flexión femenina terminasen en «o». Siguiendo ese ‘razonamiento’, para decir ella, aquella y autora, deberíamos decir elo, aquelo y autoro”.

(Vale aquí aclarar algo sobre la traducción que refuerza el argumento del lingüista: uno de los ejemplos usados en Brasil por quienes se oponen al uso de la forma presidenta es que no existe en portugués la palabra contenta, sino que se usa contente para ambos géneros: “Ela está contente”. Possenti incluye el ejemplo junto con exigenta. Al traducir su artículo, lo borré, porque en español no tendría sentido, justamente, porque no existe regularidad en las derivaciones y nosotros sí usamos la forma femenina).

Otro destacado lingüista, Marcos Bagno, de la Universidad de Brasília, explica la controversia en términos históricos y políticos: “La lengua no es machista, porque la lengua no existe. Lo que existe son los hablantes de la lengua, gente de carne y hueso que determina los destinos del idioma. Y como los destinos del idioma —y de la sociedad— vienen siendo determinados desde la prehistoria por los hombres, no es de extrañar que la marca de ese predominio masculino haya sido incrustada en la gramática de las lenguas”.

Si a algunos les “suena rara” la palabra presidenta, no es un problema lingüístico, sino político: lo “raro” es que una mujer gobierne, porque siempre gobernaron los hombres.

Para la RAE, la definición de gobernante es “1. Que gobierna. 2. Hombre que se mete a gobernar algo”, mientras que gobernanta es la “mujer que en los grandes hoteles tiene a su cargo el servicio de un piso en lo tocante a limpieza de habitaciones, conservación del mobiliario, alfombras y demás enseres”. Seamos sinceros: sin preocuparse por la gramática de los «entes», nadie reclamó nunca contra el uso de la palabra sirvienta. Porque a nadie le “sonaba raro” que esa función pudiera ser cumplida por una mujer. No hay norma gramatical que lo explique, porque el problema excede a la gramática.

En Argentina, poco a poco, los medios vienen acostumbrándose a que una mujer nos gobierne sin renunciar a su género, pero todavía hay resistencias, inclusive algunas sorprendentes, como el oficialista Horacio Verbitsky, columnista de Página/12 y presidente de un organismo de derechos humanos (!), que se resiste a nombrar a la presidenta en femenino. Cuando habla de las travestis, Verbitsky también suele llamarlas en masculino. Es una de las pocas excepciones que Página, diario pionero en la promoción de los derechos de la población LGBT, parece aceptar.

En el caso de las travestis, la negación de su género en el lenguaje es sumamente violenta, mucho más que cuando se habla de “la presidente”, porque alcanza al ser humano en su identidad más constitutiva. No se trata de mera incorrección política, sino de una profunda falta de respeto:  mucho han tenido que sufrir en carne propia las travestis, desde niñas, para afirmar y defender su identidad, como para que algunos periodistas, por mero capricho personal, las sigan llamando en masculino.

Para que se entienda, la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans publicó a principios de año una guía para comunicadores y comunicadoras que, además de explicar de qué trata la ley de identidad de género, ofrece un poco de educación lingüística para quienes no deberíamos precisarla pero, evidentemente, aún la precisamos. Puede descargarse en este enlace en formato pdf.

* Periodista.
En el blog Tod@s.

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.