Brasil: Retomar los pasos perdidos

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En octubre de 1968, cuando se celebró el centenario del inicio de la Guerra de los Diez Años (1868-1878) de Cuba, el presidente Fidel Castro fue entrevistado por decenas de periodistas e intelectuales de todo el mundo. Una de sus declaraciones impactó de forma muy especial e influyó notablemente los pensamientos de un estudiante brasileño.

El planteamiento de Fidel

La frase del líder cubano, siguiendo el método del Materialismo Dialéctico, creado por Carlos Marx y Federico Engels, fue la siguiente: “Nuestra Revolución, la Revolución Cubana, no tuvo su inicio en 1959, sino en 1868. Las transformaciones llevadas a cabo en la actualidad en Cuba forman parte de un largo proceso histórico que se inició hace 100 años”.

A pesar de haber sido dicha hace 45 años, la frase Fidel aún no ha sido plenamente comprendida. Se desprende de esta declaración el planteamiento, después mejor trabajado por Lenin, de que las revoluciones nacionales podrían expresarse de distintas formas, con múltiples naturalezas. Es decir, las Revoluciones no son únicamente socialistas. Aunque no tengan como centro la eliminación de la contradicción entre capital y trabajo, siguen siendo Revoluciones. Y siguen siendo fundamentales e importantes para los pueblos que las hacen. Aun así, hay quienes desconsideren esas Revoluciones o las llamen despectivamente de “reformas”.

La frase de Fidel plantea alargar la visión en el tiempo, asumiendo las distintas Revoluciones como parte de un proceso razonablemente largo y no como eventos puntuales. Los movimientos y luchas de emancipación (pese a la eventual distancia entre los principales puntos demandados y al “carácter” de las Revoluciones en cada momento) podrían tener relaciones entre sí y conformar un todo.

Esa fue la lógica de la frase del presidente cubano, quien en sus intervenciones suele mostrar dos características muy impares: condensar en pequeñas frases, algunas veces simples, una maraña de ideas bien fundamentadas, y, al mismo tiempo, vincular la teoría y la práctica, siguiendo un ejercicio permanente de aplicación de la teoría sobre la realidad y vice-versa. Además, intenta emplear ese raciocinio sobre el contexto específico de nuestra región y nuestro tiempo, que no es la Europa del siglo XIX.

De hecho, decir que la Revolución Cubana comenzó en 1868 con el “Grito de Yara” puede perturbar o incluso confundir. Se sabe que Carlos Manuel de Céspedes, Antonio Maceo, Máximo Gómez y Calixto García indudablemente entendían muy poco de Socialismo. Casi lo mismo se puede decir de José Martí y su histórico “Manifiesto de Montecristi”, de 1895. Aun así, se sabe que el “hombre sincero” fue el mayor símbolo de la lucha de los guerrilleros en la Sierra Maestra y sigue siendo el “Apóstol de la Revolución Cubana”.

Las fases o las etapas de una Revolución podrían interpretarse como pasos que a menudo pueden estar separados por el tiempo –necesariamente o no, dependiendo de las coyunturas mundial y nacional de cada país. En el camino de la redención de una nación y un pueblo, ya sea hacia la independencia, la liberación de los esclavos, la liberación nacional del yugo imperialista o hacia el Socialismo, no hay una Biblia que pueda determinar de antemano la velocidad de los movimientos. Aunque el objetivo final sea la transición al Socialismo y la construcción del Comunismo, cada pueblo, cada país y cada coyuntura nacional e internacional dictarán el compás y el “carácter” de la transformación.cuba fidelcastro 1968

El ritmo de la marcha dependerá sobre todo de cuáles son los mayores bloqueos al desarrollo de las fuerzas productivas y quienes son los principales enemigos de este proceso. Dependerá de la correlación de fuerzas, del grado de consciencia y del nivel de satisfacción de la población. Dependerá de la fuerza y las tendencias de los partidos políticos y los movimientos sociales. De esta radiografía general resultaría una estrategia del proceso revolucionario. Es decir, de ese esfuerzo de interpretación de la realidad resultaría la naturaleza o el “carácter” que la Revolución asume en determinado momento histórico.

El caso de Brasil

El joven al que nos referimos al principio –después con grado, Maestría, Doctorado y Postdoctorado en Ciencias Económicas– se llama Nilson Araújo de Souza. Es uno de los fundadores de la Universidad Federal de Integración Latinoamericana (UNILA) y actualmente profesor senior de la carrera de Economía, Integración y Desarrollo. Autor de diversos libros sobre economía internacional, economía brasileña y teoría económica marxista.

En los años ochenta, inspirado por el líder cubano, Nilson escribió el libro “La Revolución Brasileña, de Tiradentes a Tancredo” . En el trabajo, considera que esta “larga marcha” de la Revolución de Brasil estaría representada por una línea clara y firme, especialmente sintetizada mediante la vinculación de las luchas de la Inconfidencia Minera (1789), la Independencia (1822), la Abolición de la esclavitud (1888), la Proclamación de la República (1889) y la Revolución de 1930 dirigida por Getúlio Vargas. Partiendo de esta óptica, la “Revolución Brasileña tuvo su origen hace 220 años. El razonamiento es exactamente lo mismo propuesto por Fidel .

Así, Nilson considera que, además de poder estar atados por ideales y por el tiempo, todos estos logros representarían victorias efectivas del país y del pueblo. No serían simples “acuerdos entre las élites”. Estas conquistas representarían un avance real para el desarrollo de las fuerzas productivas y tendrían generado condiciones relativamente mejores que las anteriores. La historia oficial y algunos intelectuales de izquierdas insisten que “no hubo victorias del pueblo” en esos procesos. Todo sería supuestamente parte de una “trama orquestada por los de arriba”. Esta manera de pensar, aunque quizá no lo quieran hacerlo, termina por negar al pueblo como agente de las transformaciones. Todo lo que no sea una Revolución Socialista sería un engaño, una farsa, una jugarreta del capital. Con esa postura, juzgamos que se pierde la capacidad de identificar los cambios cualitativos entre cada etapa del proceso de transformación. Con esa visión, la historia, las luchas, los procesos y los pueblos parecerían caminar en círculos o como un péndulo.

En Brasil hubo otros momentos muy importantes, aunque con un significado relativamente mucho más limitado que las grandes victorias enumeradas anteriormente. La Campaña de la Legalidad (1961) en defensa del presidente Joao Goulart, el movimiento de las Directas Ya (1985) contra la dictadura militar, la deposición de Fernando Collor de Mello (1992) y la elección de Lula contra la continuidad del neoliberalismo (2002). Entendemos que todos esos pasos fueron logros nacionales y populares y no “una jugada de la elite y del capital”. En este proceso, que avanza en espiral y no en círculos, hubo momentos de conquistas y retrocesos. Es cierto que la élite y el capital siempre trataron de adaptarse y beneficiarse de las nuevas circunstancias, pero eso no significa que dichas victorias fueron engaños cuya finalidad era “cambiar todo para permanecer igual”. Sugerimos que esa interpretación, aparentemente la más combativa y revolucionaria, encarna en su esencia exactamente lo contrario de lo que propone.

Empezar de nuevo

A pesar de una década de grandes avances sociales y políticos, especialmente durante el gobierno de Lula, estaríamos viviendo hoy un nuevo reflujo en Brasil. Se observa una ofensiva importante del capital extranjero y los oligopolios privados sobre la economía nacional, con lamentable complacencia e, incluso, apoyo del Gobierno Federal. La “flacidez ideológica” –fruto de la poca importancia dada por la cúpula del PT a la “Cuestión Nacional”– cedió al encanto de la Inversión Extranjera y a la idea de crear grupos “campeones nacionales”. Llegaron las concesiones, las privatizaciones, el BNDES  como financiador de gigantes privados. Llegó con fuerza, especialmente bajo el gobierno de Dilma, una nueva “apertura económica”: carreteras, puertos, las tierras, aeropuertos, hidroeléctricas, bancos públicos y –el colmo- las mayores reservas de petróleo pre-sal del planeta .

Con ese giro conservador se evapora el esperado aumento del poder nacional sobre los grupos transnacionales y la expectativa de avance hacia un tipo de “Capitalismo de Estado”, situación en la cual la propiedad sobre los medios de producción fuera pasando paulatinamente para el control público, por medio del Estado. Los grandes grupos privados nacionales están ampliando el control sobre las industrias estratégicas –principalmente siderurgia, celulosa, petroquímica, alimentos, bancos, construcción, energía y comunicaciones.

br reforma agreriaSe extiende la concentración de la tierra y perece la reforma agraria. Crecen los conglomerados de las telecomunicaciones. Este control monopolista privado nacional o extranjero asfixia la economía nacional brasileña, que es una de las más poderosas del planeta y cuenta con un potencial tremendo. Además, en algunos casos, esos mismos grupos empresariales conspiran contra el proceso de integración Sur-Sur, asumiendo un papel vergonzoso en América Latina y en África.

Siguiendo el raciocinio planteado anteriormente, consideramos que la naturaleza de una Revolución en Brasil hoy es Nacional Democrática. Los enemigos de nuestro desarrollo son el Imperialismo y la oligarquía interna. La contradicción principal en ese momento sería, en nuestra interpretación, entre la Nación y el Imperialismo y no estaría en la relación capital-trabajo.

Hemos perdido el ritmo, pero podemos reanudar la marcha uniendo toda la sociedad en contra del pequeño grupo de parásitos que frenan nuestra caminada. Sin duda, los resultados de la traicionera privatización del pré-sal pueden crear un entorno favorable para el rescate de un Proyecto Nacional. A lo largo de 500 años, los brasileños demostraron muchas veces que cuentan con la fortaleza moral para retomar los pasos perdidos. Hay que levantarse y empezar otra vez. Empezar otra vez, pero desde un nivel superior. Porque el mundo no avanza en círculos sino en espiral.

Notas:

1  Tiradentes era el apodo de Joaquim José da Silva Xavier, líder del primer gran movimiento emancipador brasileño, la Inconfidencia Minera, a fines del siglo XVIII. Mantuvo contacto con revolucionarios franceses y planteó tempranamente un audaz plan de liberación y desarrollo nacional: Independencia, República, Abolición de la esclavitud, Universalización de la enseñanza e Industrialización. Diseñó el plan de la Revolución Brasileña. Tancredo Neves fue electo indirectamente presidente de Brasil en 1985, encerrando los 21 años de dictadura militar.
2  Igualmente vale recordar el llamado “Árbol de las Tres Raíces” en el caso de la Revolución Venezolana. El plan nacional diseñado por Hugo Chávez, en 1992, unifica los planteamientos revolucionarios de Simón Rodríguez, Simón Bolívar y Ezequiel Zamora. Chávez consideró que “este proyecto ha renacido de entre los escombros y se levanta ahora, a fines del Siglo XX, apoyado en un modelo teórico político que condensa los elementos conceptuales determinantes del pensamiento de aquellos tres preclaros venezolanos. Tal proyecto, siempre derrotado hasta ahora, tiene un encuentro pendiente con la victoria. Nosotros, simplemente, vamos a provocar dicho encuentro inevitable… Las tres líneas de pensamiento convergen y producen una sola resultante, perfectamente compatible con el carácter social venezolano y latinoamericano”.
3  El Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) es una de las mayores instituciones financieras públicas del mundo. Cuenta con más de US$ 87 mil millones en activos, mucho más que los del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), por ejemplo. Entre los años cincuenta y ochenta cumplió un papel importante al garantizar recursos para el proceso de industrialización de Brasil. En los noventa, financió la privatización –especialmente por parte de multinacionales– y en los 2000 pasó a fomentar –además de empresas extranjeras establecidas en territorio brasileño– a grupos económicos oligopólicos nacionales, llamados de “campeones nacionales”. Tiene dos grandes líneas de acción hacia América Latina: un plan negativo de “internacionalización” de empresas que incluye la adquisición de estructuras productivas en otros países y un plan positivo de financiamiento de obras de infraestructura demandadas por gobiernos de la región.
4  El pre-sal es una porción del subsuelo que se ubica bajo la capa de sal del océano. Se afirma que su formación tiene cerca de 150 millones de años. Posee inmensos yacimientos de aceite liviano (de mejor calidad y mayor cotización). Por general, los campos del pre-sal se encuentran a unos 200 quilómetros de la costa y tienen una profundidad de 7 mil metros. En octubre de 2013, el gobierno brasileño realizó un remate que autorizó un 60% de la participación extranjera en el mayor de los yacimientos, llamado Campo de Libra.

* Profesor de la carrera de Economía, Integración y Desarrollo de la Universidad Federal de Integración Latinoamericana (UNILA).

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