Chile, llamado juvenil: funar el voto

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Como Editorial Quimantú y Centro Alerta nos adherimos al llamado a funa electoral convocado por Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios, partiendo desde el ejemplo de la educación, para atrevernos a pensar, construir y, si es necesario, defender en las calles lo que creemos como mayoría de este país.[1]
Luego del llamado —y otras actividades en tal sentido que han emergido desde las organizaciones territoriales— también ha avanzado la campaña en las calles.

 

Nos encontramos en un complejo proceso de rearticulación del sistema político que aún no deja ver sus contornos; pero, eso no quita nuestra posibilidad de rebatir los principales argumentos usados por las fuerzas políticas que están en medio de la campaña y que atacan la campaña yo no presto el voto.

 

La campaña beneficia a los candidatos de la derecha
Es habitualmente el primero de los argumentos esgrimidos para negar validez a la propuesta de los jóvenes agrupados en la ACES. Solo que aún no lo sabemos.

 

Los datos aportados por la encuesta ICSO-UDP que han mostrado que la proporción en la intención de voto en la próoima elección se concentran en los votantes de clase alta, descendiendo a medida que avanza hasta llegar al grupo social D y E; y que son mayores a medida que avanza en edad, no consideran varios elementos.

 

Para comenzar hay que reconocer que nadie sabe qué sucederá en esta elección, pues el padrón es absolutamente nuevo. No sólo incorpora a los nuevos inscritos, además vuelve voluntario el voto para los antiguos. Algo que ya venía dándose desde la última década es que los porcentajes de abstención, entre los que estaban obligados a votar, había venido en alza, siendo incluso la última presidencial la con mayor nivel de abstención en la historia “democrática” reciente.

 

Además el grupo motejado por los medios de comunicación masiva como «clase» política (nosotros preferimos el término casta) ha generado anticuerpos en la sociedad chilena, que los ve como sátrapas enquistados en el Estado para beneficio propio. Eso afecta hasta al votante de derecha tradicional, que se ha dado cuenta de la mediocridad de su propio gobierno, donde supuestamente estaba la “excelencia” y, en cambio, había corrupción e incompetencia (hace falta recordar el montaje del caso Bombas, la reciente licitación del litio, lo sucedido con las colusiones en farmacias, alimentos, provisión de recursos al Estado, el caso Kodama, etc., etc., etc. —para no mencionar losa últimos escandalos en boga).

 

Obviamente el menosprecio hacia la inteligencia popular de la propia casta los lleva a afirmar que los únicos que se sumarán a la campaña yo no presto el voto serán los antisistema, por lo que ganará la derecha. ¿Y a nosotros qué? La derecha, para los mapuche encarcelados, perseguidos, torturados, para los jóvenes que padecen la esclavitud en la deuda para estudiar, para los trabajadores secuestrados en AFPs, y una larga mayoría del país, ha estado 39 años en el poder. Llegó la hora de decirles basta

 

Los cargos se elegirán igual
Conforma la segunda argumentación para incitar a acudir a las urnas y votar.
Nadie discute eso. La campaña parte de un principio distinto: la ilegitimidad del sistema electoral en que están sustentadas estas elecciones. Los millones de nuevos votantes tienen como mínimo derecho preguntar por los alcances que implica votar.

 

Las autoridades a elegir ¿tienen obligación de cumplir sus programas?; ¿son electos los reemplazantes por ellos en caso de renuncia?; ¿son revocables en caso de no respetar la voluntad mayoritaria?
¿Sabe alguien las respuestas?

 

La Constitución de Pinochet rige en el nivel de los municipios igual que en el resto del sistema político. El caudillismo, la instalación de mafias alrededor de los candidatos, la representación de intereses de otros lugares, etc. han terminado por poner en crisis todo el sistema político. La vinculación entre los intereses edilicios y los parlamentarios es evidente.
Los parlamentarios educados en colegios particulares pagados (en su mayoría), residentes en los «barrios altos» de sus ciudades (cuando no son de Santiago), con sueldos millonarios, etc. legislan a favor de quienes les pagan sus campañas políticas; y los municipios pierden capacidad de gestión de sus escuelas, generan más ghettos en sus ciudades, empobrecen más sus poblados, etc.

 

El sistema entero está interconectado, por lo que el candidato a alcalde, aquella persona que puede ser hasta respetable, termina siendo el primer engranaje de un sistema creado para expropiar nuestra soberanía, recursos y dignidad.

 

El mal menor nunca es tan menor. Lo deberíamos haber aprendido en 20 años de Concertación donde ,por ejemplo:
– se concesionó el cobre perdiendo el país miles de millones de dólares por año, que se llevan las transnacionales;
– se indultó por primera y única vez a un violador de DD.HH. (Ricardo Lagos a Manuel Contreras D.);
– se perfeccionó el sistema de AFP permitiéndoles invertir nuestros fondos en el extranjero y se nos dijo que era  bueno para nosotros (Andrés Velasco);
– se aprobó la subvención compartida que permitió el continuo desmantelamiento del sistema público educativo, que sobrevivía apenas, y hacia el final en un trámite express se aprobó la LGE que constitucionalmente les garantizó el lucro a los sostenedores privados;
– se privatizó el mar…

 

Son tantas traiciones, entregas, o errores, que si no los juzgamos de delincuentes o traidores, al menos se merecen al menos el título de incompetentes.

 

Hoy ya no los necesitamos (¿alguna vez sí?). Eso es lo que la campaña yo no presto el voto viene a decir. No les creemos y no sirven al nuevo proceso que estamos construyendo. Quizás no sean malas personas, pero no saben funcionar sin dar órdenes, no saben juzgar sin estereotipos, ni saben construir en asambleas, democráticamente, el ejercicio del poder. Su tiempo llegó a su fin. No queremos más lumbagos para evitar el peligro de vivir, no queremos más males menores para evitar que la política sea nuestra.

 

Si nos unimos todos, podemos cambiar el sistema desde dentro
Este es el peor argumento de todos. La Constitución de Pinochet-Lagos genera cinco cortapisas insalvables conjuntamente.
Dicho de otra forma, hacen materialmente imposible una democracia construida desde adentro. Veamos:

 

1) Sistema electoral binominal. Un invento único en el mundo que beneficia un sistema de dos bloques, un duopolio. Todo el sistema capitalista chileno está lleno de duopolios y oligopolios (articulaciones de ricos), aunque quienes dan la mayor parte del trabajo son las PYMES.
Este duopolio político mantiene un contacto directo con la banca, los medios de comunicación, las empresas generadoras de energía, las inmobiliarias, etc., que son las que se benefician de las leyes que aprueban.
El sistema es imposible de romper, pues le garantiza a la derecha la elección de 1 candidato aún si obtiene el tercio más un voto que la lista competidora… suponiendo que en ella se puede confiar. Una lista de unidad contra los intereses de la derecha a lo más alcanzaría a duplicar en algunas zonas, pero no sería suficiente para cambiar la siguiente cortapisa.

 

2) Los altos quórum para cambiar la Constitución y las leyes con este rango. Por ejemplo, para cambiar el propio binominal es necesario contar con 72 diputados de un total de 120. Si la derecha asegura al menos 1/3 de los votos en 49 distritos logra bloquear cualquier cambio constitucional.
O sea, con dos millones de votos distribuidos por todo Chile, puede bloquear los cambios que propongan otros cinco millones de ciudadanos, tomando el padrón antiguo solamente.
Esto debido a la tercera cortapisa.

 

3) Los distritos electorales fueron diseñados con mapa en mano por la dictadura para beneficiar los lugares donde hubo alta votación en el plebiscito del año 88.
Los distritos actuales aún están diseñados bajo ese principio. Esto ha implicado además la entrega de mayores niveles de poder a las zonas donde la derecha era fuerte en los 80 y que la Concertación le disputó en los años siguientes, derechizándose en esas zonas.
El ejemplo de Santiago Centro es el peor: los dos últimos candidatos a alcalde por la Concertación terminaron uniéndose a la candidatura de Sebastián Piñera (Jaime Ravinet y Jorge Schaulsohn).

 

4) La elección de autoridades no garantiza que ellas estén obligadas a cumplir lo que ofrecen ni que podamos revocarlas una vez electas.
Esto le ha permitido a los intereses del capital negociar beneficios con ciertos parlamentarios que pueden votar contra lo que sus electores creen (el caso de la educación donde el 80% según la encuesta CEP quería que fuera gratuita, es el mejor ejemplo, pero sólo uno más de una lista interminable), sin posibilidades de pedir cuentas salvo no votarles en la próxima elección.

 

5) Inexistencia de plebiscito desde el año 1989, debido a que la Concertación de la época acordó con Pinochet eliminarlos de la Constitución. Debido a ello, en temas donde la inmensa mayoría quiere cosas distintas a los políticos, esa mayoría está secuestrada de la opinión personal o partidista de su “representante”.
Los militantes demócratacristianos lo saben bien, pues aunque aprobaron en su congreso ideológico el rechazo al lucro en educación, los parlamentarios se alinearon con los militantes que financian las campañas y votaron a favor del lucro, con gran alegría de la FIDE y otras organizaciones de sostenedores.

 

Debido a estos cinco elementos llegamos a la conclusión de que el sistema vive una crisis que no puede resolverse desde dentro votando ni eligiendo un candidato u otro. Apostamos, por el contrario, a dejar en evidencia que la mayoría de Chile no se siente representado por los partidos eoistentes bajo el amparo del sistema electoral pinochetista.

 

Creemos que dejar en evidencia la grave crisis de legitimidad es un tapabocas político a los propios actores enquistados en el sistema. Es recordarles que somos más quienes rechazamos que los que aprueban el status quo pinochetista. No queremos jugar más al «1, 2, 3, momia es». Hemos decidido asumir nuestro destino en nuestras manos.

 

No sólo los derrotaremos en las urnas, los funaremos donde los veamos, destruiremos esa propaganda con que afean nuestras ciudades, nos organizaremos y construiremos democracia con los trabajadoras y trabajadores, con los estudiantes, con los pobladoras y pobladores. Hemos echado a andar, ustedes lo saben. Dependerá de ustedes entonces darse cuenta de qué modo nos dejan seguir porque somos muchos, somos más cada día.

 

Por eso, rechaza las campañas que apelan al miedo: demuestran que se les han acabado las ideas y a quien le temen es a ti organizado.
No Votar es decir: No más.
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Funa, del mapudungún, signfica podrido; por extensión, arruinar, echar a perder, incluso impedir.

1] La declaración aludida se encuentra aquí.

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