Como finalizan las guerras

1.633

Ninguna guerra debiera comenzar aunque todas terminan de alguna manera y solo hay dos: 1) un adversario vence al otro y hace que lo reconozca y pacte la rendición. 2) Al cabo del tiempo y luego de haber provocado sufrimientos incontables ambos reconocen que no es posible la victoria militar y llegan a un arreglo que puede ser la paz o un armisticio. En cualquier caso callan las armas y cesa la violencia.
Colombia figura en el segundo caso.| JORGE GÓMEZ BARATA.*

 

En Colombia no hay exactamente una guerra sino un conflicto político y social que se descarriló y tomo la vía armada cuando, a la muerte del líder liberal y popular, Jorge Eliecer Gaitán el 9 de abril de 1948, día en que tenía previsto recibir a Fidel Castro y al ex presidente venezolano Rómulo Betancourt que entonces daban sus primeros pasos en la política latinoamericana.

 

El crimen de naturaleza obviamente política, provocó la rebelión popular conocida como El Bogotazo, que abrió una era de violencia que cerró las alternativas políticas. Más de seis décadas después el círculo se ha completado y los sucesores de quienes iniciaron la lucha descubren que las realidades y las motivaciones han cambiado y que no hay sustitutos para la paz.

 

Para la guerrilla no se trata de deponer sus aspiraciones sino de formularlas y tratar realizarlas de modo más acorde con las realidades presentes mientras que del gobierno, operador del sistema político, se espera la apertura de espacios para la inclusión de nuevas fuerzas políticas, lo cual implica ampliar y profundizar la democracia y el retorno a la normalidad política que, aunque supone la lucha, excluye la violencia. No es hora de especular sobre los saldos de un contencioso demasiado largo y cruento en el cual ningún adversario ha vencido y ni existe un empate.

 

Parece sensata la idea expuesta por el presidente Santos acerca de que el diálogo se realiza para alcanzar la paz y que no existen metas intermedias, por lo cual no le parece pertinente decretar un “alto al fuego” sugerido por las FARC.

 

Por otra parte el “alto al fuego”, algo en lo que los voceros de las FARC han comenzado a insistir, parece razonable porque de ese modo, mientras se negocia la paz, se evitan muertes y sufrimientos y se excluye el riesgo de nuevos agravios y se anula la posibilidad de que alguna de las partes pretenda, mediante éxitos militares puntuales debilitar la capacidad negociadora de la otra.

 

No obstante el alto al fuego, que inevitablemente conllevaría un proceso de desenganche de las fuerzas y la cesión de soberanía territorial por parte del Estado a la guerrilla, comporta el riesgo de que un status así haga que se dilaten las conversaciones y el alto al fuego, de provisional se torne definitivo de modo que una no beligerancia suplante la paz; verbigracia Corea donde el armisticio ha impedido la paz.

 

En realidad, más que la búsqueda de atajos, lo importante es negociar la paz y hacerlo rápidamente para avanzar hacía lo que puede ser el tramo más difícil: realizar las transformaciones sociales prometidas, democratizar el proceso político para hacer espacio a la guerrilla y crear condiciones de seguridad que impidan que ese proceso se transforme en una trampa. Toda dilación y toda tendencia a buscar ventajas accesorias son negativas. Allá nos vemos.
——
* Periodista.
En www.argenpress.info
.

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.