Creo que hay un lado de Bachelet que es muy interesante, pero lo van a golpear y manosear

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La pensadora feminista Damiela Eltit hace aquí una exhaustiva y crítica revisión de la situación de las mujeres en Chile, examina la figura de Michelle Bachelet de ayer y de hoy (“ella está llena de capas”), e identifica desafíos fundamentales para las mujeres feministas o de izquierda (“estar en todos los espacios, pero no escondiendo su condición de mujer y de oprimida”). Todo en el contexto de un país patriarcal, plantea, hegemonizado desde hace 40 años por un sistema neoliberal que no ha sido para nada generoso con nosotras. | KENA LORENZINI y GLORIA MAIRA.*

 

Aguda como siempre, la escritora opina que la Concertación es “un desastre”, que la izquierda “es mediocre” y que la lectura correcta del homenaje del pinochetismo en el Caupolicán es poner atención en el futuro: “Un segundo gobierno de derecha podría llevar a la restitución parcial de Pinochet, porque es un proyecto político”.

 

—¿Cuál es tu visión de lo que está pasando hoy con las mujeres en el país y en la política? Nuestra sensación es que estamos con una importante falta de protagonismo: no somos, no estamos, no hacemos noticia, no aparecemos.
—Efectivamente, y objetivamente, hay una menor representación de mujeres en los espacios públicos. Eso no está en discusión y ha sido destacado en todos los espacios sociales, en espacios internacionales, en lo que son los ‘ráting’, las mediciones, etc… Además la mujer está muy, muy, muy  distante del poder económico, que yo creo que es una de las matrices de esta desigualdad de representación —puesto que si la mujer, como decía Marx, no participa en los medios de producción siempre va a tener un lugar subsidiario.
«Ahí se ponen dos elementos más o menos históricos. Uno es la dificultad de los hombres de abrirles espacio a las mujeres, porque, en principio tampoco tendrían por qué abrirlos, ¿no? Sería también absurdo que se quitasen poder a sí mismos. El problema más bien ha sido un déficit de las propias mujeres en sus estadios organizativos, porque en definitiva las propias mujeres que están en los lugares de importantes representaciones, para llegar tienen que negarse a sí mismas como mujeres.
 “La mujer tiene el 1% de la tierra en el mundo, o sea que el 99% está en manos de  hombres. Mientras no haya una mejor repartición económica, no creo que la mujer tenga una posición más importante dentro de la superficie social”.

 

—¿Es decir que las mujeres creen perder poder si asumen la defensa del género? ¿Dónde queda su capacidad organizativa, entonces?
—Yo creo que es uno de los puntos importantes: la llegada de las mujeres a espacios de mucha nitidez implica su negación de la cuestión de género, porque ellas sienten que en la medida en que tomen la cuestión de género como un eje discursivo y un eje en sus prácticas políticas, pierden poder dentro de este espacio que es extraordinariamente masculino. Ese es uno de los puntos más cruciales, lo dijo incluso Evelyn Matthei.
«Ella toma el tema del aborto terapéutico. Le preguntan por qué no lo ha manifestado antes y contesta que si tomaba temas de las mujeres, perdía poder político. Y eso lo dice una mujer de derecha, que sabe que es mujer y que tiene que negarse para llegar a ese lugar. Está bastante estudiado, además, que los lugares de poder son pocos, que las mujeres compiten entre ellas, que la estrategia masculina es poner a las mujeres en confrontaciones, que las mujeres se fragmentan con mucha facilidad, las negociaciones entre mujeres son muy débiles porque saben también que los espacios son absolutamente pequeños. Entonces la asociación entre mujeres puede tender hacia un guetto, en el sentido de que se asocian y lo masculino sigue hegemonizando el espacio.  Y eso las deja subsidiariamente en el otro lugar, en un lugar siempre más dependiente, secundario.
«Entonces hay un enredo ahí porque lo que esta en juego es el poder, ¿no?
La cuestión, el centro del debate es el poder. En ese sentido las mujeres han sufrido baches y reversiones, los lugares sociales no siempre han sido para adelante, no es que hoy día estemos bien y mañana  mejor, sino que hay grandes contracciones. Creo que la transición fue un retroceso, un gran retroceso para el género y eso todavía no se ha podido remontar. Incluso la figura de Michelle Bachelet, que en un momento fue atractiva, finalmente fue consumida, consumada, digamos, por la negociación política que naturalmente no iba a favorecer a la mujer como no fuera con cuestiones de asistencialismo.
«No  en una reubicación del género dentro del siglo  XXI. Pero Chile está en una situación bastante más complicada y más atrasada que Bolivia, y  para qué hablar de  los países del llamado primer mundo, pero eso fue por el efecto Pinochet, además de mucho capitalismo: ahí se paralizó. Hay que ver si estas movilizaciones efectivamente movilizan de nuevo el género. Yo pienso que sí, que los temblores sociales van a traer la necesidad de una sociedad más igualitaria en términos de democracia.
 “No soy mujerista, pero sí me interesa la democratización, quiero que aparezcan en el escenario público la escalofriante, la talentosa, la menos talentosa y que de esta manera se democratice. Tal como hay dirigentes sociales muy extraordinarios, otros son muy mediocres. Y uno los detecta, porque los ve, pero las mujeres no se ven”.

 

—La transición fue una derrota para el género en el sentido de que las mujeres venían en una cierta proyección y con los acuerdos de la transición el avance se convirtió en una gran remisión. Todos estos años solo aparece la figura de Bachelet, lo que no está ligado a una demanda de género. ¿Es lo único que se ha producido en estos últimos 20 años? O sea, ¿no hay nada que haya impulsado otros lugares de la mujer?
—En estos 20 años tuvimos una ley de divorcio rara, a la que nos acostumbramos, y dijimos “bueno… con la política pensada en la medida de lo posible, algo es algo…”. Y no hemos avanzado en términos de una ley de no discriminación; no hemos avanzado en temas de aborto en ningún sentido; las mujeres lesbianas están invisibilizadas en el movimiento de emancipación y de identidad sexuales… Entonces no veo que haya algo más audaz que lo que pasó en la década de los 80,  que a su vez viene de lo que pasó en la década de los 30, pero ahí se detuvo de nuevo ese flujo de representaciones públicas de la mujer.
 “No hemos avanzado en términos de una ley de no discriminación; no hemos avanzado en temas de aborto en ningún sentido; las mujeres lesbianas están invisibilizadas en el movimiento de emancipación y de identidad sexuales”.

 

—Evelyn Matthei, a quien ya mencionaste, dice que a pesar de ser inteligente, nunca pudo encabezar la bancada de la UDI en el Congreso y, como bien decías, ha tenido que negar un poco su perfil femenino para tener otro perfil que le dé poder. A Carolina Schmidt, la ministra mejor evaluada dentro del gabinete, no se le nombra o se la obvia como precandidata de la derecha. A las mujeres, incluso a las de derecha, no nos está yendo bien…
—Hay una serie de factores que han influido, nacionales e internacionales. Hay una derrota del pensamiento del feminismo a nivel mundial, por las fragmentaciones y las fracturas, y también vemos la institucionalización de un cierto feminismo, de nuevo en una época muy auspiciosa para el capital. Estamos pasando por uno de los mundos más felices para el capital del que tengamos noticia.
«Nosotros, además, tenemos la experiencia capitalista más avanzada de Latinoamérica, fuimos el laboratorio del neoliberalismo. Y no se puede separar la cuestión del capital de la situación de la mujer, yo creo que están completamente y absolutamente ligadas. Dime dónde está el dinero y te diré dónde están los poderes, las hegemonías y los elementos de dominación.
«Aquí la mujer no tiene poder económico, es realmente  asombrosa la poca participación de mujeres en bienes.  La mujer tiene el 1% de la tierra en el mundo, o sea que el 99% está en manos de  hombres. Mientras no haya una mejor repartición económica, no creo que la mujer tenga una posición más importante dentro de la superficie social.

 

“Hay una operación muy miserable en contra de las madres”

 

—¿Cómo ves al país respecto de la representación de las mujeres en política?
—Chile está todavía bastante atrasado porque, a pesar de esta paradoja: ¿cómo el sistema zurce, tapa y costurea los hoyos? Poniendo una presidenta mujer y no dándole representación a la mujer. Esa tremenda paradoja de que tenemos una mujer que podría ser reelegida, quebrando un poco la historia política chilena, y además una de las representaciones parlamentarias más pobres del continente latinoamericano. Entonces Bachelet también podría funcionar como un parche para tapar una serie de irregularidades.
«Ahora, hay que considerar que la mujer también ha estado muy manipulada por una sociedad muy mediática, centrada en la idea de la mujer ligada al romance, al amor, al consumo, al cuerpo, segregada también en ese rincón, con una gran industria médica que la absorbe en modelos de mujer.

 

—Pero Chile está cambiando culturalmente, no nos olvidemos de eso.
—Hay movimientos que son nuevos. En Chile no se casa la gente, están naciendo hijos fuera del matrimonio, prácticamente los mismos que se casan se divorcian, entonces hay una nueva familia cultural. Ahora, eso se puede entender porque este Estado ya no le da nada a esa familia, porque antes había asignaciones familiares, había puntos para acceder a viviendas, beneficios sociales para las  parejas casadas. Hoy no hay nada de eso y la gente no se casa porque no requiere del Estado para legitimar sus asociaciones. A pesar de que la derecha, especialmente la UDI, insiste en ubicar a la familia clásica como el centro de la sociedad.
«La UDI, que es el partido más numeroso, trata de reponer la familia como centro, sí, pero una familia inexistente. Entonces, los medios de comunicación tapan esto con sus teleseries, sus dramones, en circunstancias que las vidas de las personas van por otro carril. Entre la realidad pactada por la institución y la vida pactada por la gente hay una escisión y yo creo que ahí es donde se tiene que entrar, por ejemplo, a través de un medio como el de ustedes, La MansaGuman. Hay que ver cómo unir o visibilizar ese abismo entre el discurso público, sea del ministerio o de los partidos, con la vida real de la gente, porque ahí hay una herida y las instituciones no logran tapan los desbordes.
«Entonces, si se llegara a perforar esa diferencia, yo creo que habría una mejor condición para las mujeres, que son las que no están teniendo hijos, que están haciendo algo, por algo resisten, no están dando hijos a la patria, no están abasteciendo el discurso patriótico, no le están obedeciendo a la iglesia…
«Hay una desobediencia a ciertos discursos muy colonizadores que está haciendo la ciudadanía. Y lo hace porque la mujer necesita más autonomía, no se va a llenar de hijos, va a vivir una vida más plena de lo que se vivía hace 50 años, aunque eso no está recogido en los discursos públicos.

«Hay, por lo tanto, una distancia entre la representación  “mujer” que se trata de imponer, en este caso desde el gobierno, con lo que es la realidad de las mujeres en Chile, en su diversidad.

 

Pero no sólo el gobierno….
—El fascismo popular que es muy fuerte, o sea, ése que es católico  y despreciativo… (…) Ellos odian todo lo que odian las élites. Inculcaron esas cosas capilarmente en la población más pobre chilena, sino cómo te explicas que un país vote por Piñera, no se entendería en un país más sensato, porque está votando por un capital.

 

—¿Las instituciones?

—Las instituciones. Además, prácticamente  todos los discursos públicos están liderados por hombres; los políticos, los empresarios. En Chile no ha habido una mujer rectora de una universidad pública, aunque en México  y Argentina sí hay.
«Si prendes el televisor o escuchas la radio, son hombres, y ellos tienen razón, porque ellos evidentemente van a hacer este panorama social regido desde lo que Bourdieu llamaba la dominación masculina. El punto es cómo perforar. Los estudiantes lo hicieron a través de la deuda, entonces, habría que ver cómo la mujer reclama para sí espacios protagónicos. Los estudiantes dijeron ‘las deudas de mi familia, mi futuro endeudado’. Faltaría ver que las mujeres protagonicen, que armen su propia historia…»
 

 

—¿Cómo hacer eso, cuando hay una institución tan compleja que es la culpa? Por ejemplo esta idea de anteponer un proyecto propio  por sobre  la crianza y el cuidado de los hijos es culposo, y eso inevitablemente la limita. ¿Cómo superar esa  disyuntiva?
—La maternidad es lo más complejo porque una cosa es orgánicamente tener un hijo y otra es la maternidad como discursividad. Creo que es muy complejo para la mujer, porque ahí precisamente se inocula un destino entero, y si a los hijos les va bien es mérito de los hijos, pero si les va mal es culpa de la madre. Hay una operación muy miserable en contra de las madres.
«Pienso que la vida concreta de las mujeres y sus condiciones de vida deberían incorporar ese sufrimiento… efectivamente es un sufrimiento, pero hay que incorporarlo como un lastre cultural, porque no es real, es un discurso. Yo recuerdo a una psicoanalista francesa muy importante que preguntaba, con respecto a la maternidad, qué era ser una madre lo suficientemente buena, en circunstancias que el discurso dice que tiene que ser una madre excelente y total. Pero eso no existe, eso no es posible. Por lo tanto, ser una madre suficientemente buena implica también asumir su propia historia de la mujer.
«Ese es un punto, pero otro más complejo es que los mercados del trabajo están más bien cerrados para las mujeres, y eso no es culpa de las mujeres».

 

—Claro, es culpa del mercado.
—Allí hay una operación política en que a las mujeres se les paga menos, se les contrata en peores condiciones, por darles trabajo les pagan menos y eso no tiene nada que ver con eso de la maternidad que persigue a las mujeres en otro orden. Y eso se une al capitalismo, ¿no? el capitalismo busca y persigue a las mujeres por empleos más devastadores y devastados, y ahí se unen psiquis y cuerpo, y con eso está la ecuación perfecta para mantener grados más o menos considerables de subordinación.
«Pero eso no pasa en todas partes. Hay  otros países que han saldado, con mayores cuotas de equilibrio, este tipo de problemas. Curiosamente mientras se avanza tecnológicamente, hay por abajo una cuestión muy primitiva, y  hay una complicidad además, de las izquierdas…»

 

—¿Cómo defines esta situación “primitiva”, qué hay en esto primitivo?
—Pienso que habiendo aumentado la cuota de modernización del país —aunque no tanto como dicen los discursos públicos—, la situación de la mujer es muy precaria. Siendo numéricamente tan significativa, yo creo que está más o menos en el estadio que estuvo en los años 40.
«Desde el punto de vista de lo que era lo público en los años 40, entonces hay más de 50 años de rezago —todo el pinochetismo y en cierto modo la misma Unidad Popular, que tampoco logró llegar a ese momento, porque su cuestión liberadora estaba más bien en la cuestión masculina en ‘el obrero’, no en ‘la obrera’—. Tal vez con la escolarización de los gobiernos radicales es donde se llega más lejos, con más representación de mujeres».

 

—Hubo partido, incluso, partido feminista.
—Sí, eso en los años 20. Ahí se detiene y se reordena. Y sin duda alguna El golpe va a ser devastador para la mujer, por los criterios militaroides, y después la transición que se pacta un ‘club de Toby’, que es más bien creciente, y todos los grandes diálogos son entre políticos. Incluso ellos hablan de Bachelet como una sombra que revolotea, pero es una metáfora de todo lo que es el espectro social.
«No hay mujeres poderosas, porque desgraciadamente hubo solo una, que era interesante, Laura Rodriguez. Recuerdo que me quedé asombrada cuando ella hablaba del aborto en el año 90, con claridad. Y decía aborto, no abortito. Tal cual, tal como suena la palabra.  Después no ha habido una mujer que tenga vuelo…»

 

—Entonces, ¿cómo tiene que ser hoy una mujer política?

—No es que piense que la mujer tiene que especializarse en mujeres, sino que una mujer tiene que ser una mujer que hace política, que reivindique su ser mujer también, no tiene que ocultarlo como hombre. Yo pienso que el ser mujer no garantiza nada, hay mujeres escalofriantes. No soy mujerista, pero sí me interesa la democratización, quiero que esa mujer escalofriante también se pueda ver, que aparezcan en el escenario público la escalofriante, la talentosa, la menos talentosa y que de esta manera se democratice.
ç»Tal como hay dirigentes sociales muy extraordinarios, otros son muy mediocres. Y uno los detecta, porque los ve, pero las mujeres no se ven. Es el momento de buscar la democratización y que las mujeres no tengan que pasar por esa cuestión espeluznante de negarse como mujeres para poder ser en el espacio público, para ser, entre comillas, un hombre más débil…»

 

“Cuando hablo de Bachelet hablo más bien de una mujer dura”

 

—¿Las mujeres hacemos política de manera distinta?
—Deberían. Las mujeres no deben esconder su condición de género de mayor opresión, no deberían hacerlo porque la única manera de romperlo es asumirlo y remontarlo. Hay mujeres potentes, poderosas. Lo que no entienden es que en esa alianza con los hombres siempre van a ser subordinadas, es bueno hacer alianzas con hombres, pero si tú eres la única chica que se va a juntar con hombres, te van a hacer pebre. No he visto nunca que de ahí salga algo positivo.
«La mujer tiene que estar con todas sus fuerzas en los espacios pero no escondiendo su condición de mujer, ni menos su condición de  oprimida porque la mujer es una oprimida del sistema.

 

—A propósito de la figura de Bachelet, se han resaltado algunas características femeninas en la política: la empatía, la posibilidad de ponerse en los zapatos del otro. ¿Cuál es tu opinión?

—Bachelet es una mujer que viene de las estructuras militares, yo creo que si alguien piensa que Bachelet viene de una clase de bordados, está equivocada, porque ella efectivamente es hija de un general de Aviación, estuvo de regimiento en regimiento por todo el país, incluso salió al extranjero. No hay  poder más extremo que el militar y ella está criada ahí, si la miras en los desfiles, ella marcha como militar. Ella viene de ese saber militar, del disciplinamiento jerárquico, ella es una mujer completamente disciplinada porque viene del máximo.
«Hay una mala lectura de Bachelet con esto de que es como una niña que jugaba a las rondas, yo creo que esta niña cuando chica jugaba más bien a marchar con soldaditos de plomo, no creo que haya jugado con muñecas. Su padre es un general y para alcanzar un escalafón debes ser completamente disciplinado en el sentido de lo que habla Foucault: el disciplinamiento social. Ella crece ahí y llega a ser ministra de Defensa.

 

—Y por algo llega a ser ministra de Defensa…

—Hay una lógica ahí: para ser ministra debe saber hablar con esa gente y puede hablar porque viene de ahí. A Chile se le olvida que es una mujer de alto nivel de disciplina, muy jerarquizada, y que tiene muchos méritos, porque además es médico pediatra, de hospitales. Para llegar a ser presidenta de la República Bachelet soportó bastante y no lo hubiera logrado si no tuviera una disciplina para soportar el peso masculino del porte de un buque, y que debió seguir soportando en el gobierno.
«Ella fue devorada por los  poderes masculinos. Iba con un proyecto muy interesante, de hacer cosas del tipo asambleístico, de participación social, ciudadana… y los políticos, sus compañeros, se rieron de ella. La descalificaron esos días, públicamente. Entonces, tuvo que deshacerlo, porque es disciplinada. Y bajó la guardia. Puso paridad y le dijeron que no, fue disciplinada y dijo, no, no hay paridad. Porque ella obedece a los sistemas, si no, no habría sido ni cantando presidenta de la República».

 

—Se dice que eres de las pocas mujeres de izquierda que es bacheletista. ¿Por qué?

—Soy en un punto bacheletista, porque pienso que, de todas maneras, para los imaginarios sociales, es interesante tener a esta mujer que es secretista, milica, por decirlo de alguna manera, y también por este hecho de que no saben cómo leerla:  como la madre, la buena, y yo no creo que sea así en ningún punto.
«Cuando hablo de Bachelet hablo más bien de una mujer dura, que no va a ir más allá de lo que hay. Nunca  va a hacer un golpe del estilo de Cristina Kirchner que es bastante más loca y más audaz. Bachelet es la medida chilena… su físico y todo eso tiene que ver con el imaginario de lo femenino que le da seguridad a los chilenos. Cualquier otra cosa sería fatal.
«Ella se hace un rulo y el país cae muerto. Entonces ahí hay toda una serie de cosas muy complejas, simples por un lado, interesantes por otro… En ese  sentido no me pierdo, entre Frei y Bachelet no me voy a perder. Entre Lagos y Bachelet, el Lagos autoritario, que siempre está mirando para el futuro, yo no me pierdo».

 

—¿Ves algún contrapeso a Bachelet desde la izquierda?
—La izquierda chilena es una izquierda mediocre en cuanto a lo cultural, cuando hablo de cultural no estoy hablando de literario, sino de cuestiones del cuerpo, de prácticas sociales… Con todo eso, con lo que hay, con lo que veo, prefiero a Bachelet. Ponme un líder de izquierda, ponme un nombre para confrontar… no conozco a ninguno en este país, salvo Jorge Arrate, que fue un momento excepcional.
«Con todo el respeto que le tengo al Partido Comunista, a la militancia (mi mamá era militante comunista, yo vengo de esa formación bastante histórica), no creo que Guillermo Teillier tenga la capacidad de leer las prácticas del cuerpo, las prácticas sociales, identitarias. Ahí yo prefiero a Bachelet, con toda su paradoja, con todos los chicos que la invaden, que la tuercen, que la golpean. Yo la prefiero cuando viaja con la presidenta de las empleadas domésticas a Nueva York, a diferencia de la pompa de Lagos, viajando con el no sé cuánto y no sé qué.
«Y creo que hay un lado de Bachelet que es muy interesante,  pero lo van a golpear y manosear. Bachelet viene por primera vez, y por segunda vez viene una Bachelet más de izquierda un rato, pero un ratito…»

 

—Como mujeres de izquierda, ¿qué tendríamos que hacer, cuáles son nuestras proyecciones, por dónde debería ir nuestro quehacer?

—Creo que hay que mantener un diálogo más intenso, más propositivo y más audaz con las izquierdas, para empezar. Vale decir, con sus dirigentes, porque no están democratizados. A mí lo que no me gustaría es ser la tonta útil ya de nadie. Entonces, mi participación social tendría que ser en igualdad de condiciones, porque yo no soy para llevar al apa a nadie.
«Yo creo que las mujeres de izquierda tienen que plantarse en una posición igualitaria y tener más. Por ejemplo, ¿por qué ustedes no son candidatas a concejalas? No entiendo. Hay mujeres como ustedes que han transitado duramente, trasnochando, corriendo pa’cá y pa’llá, y dime tú, ¿por qué no son candidatas a concejal, si además se lo merecen?
«Yo estoy pasando por un momento muy refractario a la política, porque sus salidas me parecen muy mediocres, precarias; la Concertación me parece un desastre… Bachelet me parece más interesante, por esta cosa loca de cápsulas, encapsulada… un repollo ella, llena de capas. Su emergencia, su historia, es bien compleja. Es muy complicado y más interesante, más tenso. Pero yo no tengo ninguna esperanza en su gobierno, porque la van a obligar a hacer cosas, y como es disciplinada, se va a disciplinar, porque ya, en cierto modo ella es milica y no lo digo en mal sentido.
 “Hay una operación política en que a las mujeres se les paga menos, se les contrata en peores condiciones, por darles trabajo les pagan menos y eso no tiene nada que ver con eso de la maternidad que persigue a las mujeres en otro orden. Y eso se une al capitalismo, que busca y persigue a las mujeres por empleos más devastadores y devastados, y ahí se unen psiquis y cuerpo, y con eso está la ecuación perfecta para mantener grados más o menos considerables de subordinación”.

 

“Un segundo gobierno de derecha podría llevar a la restitución parcial de Pinochet”

—Yo en este momento estoy tratando de participar en los espacios públicos, pero en los que son más igualitarios, ya no quiero trabajar por nadie que me niegue como sujeto, no me parece.  Yo me he abierto duramente camino en este país, desde el punto de vista literario. Dificulto que haya habido una figura más atacada, de entre mis compañeros de generación, por los jóvenes, por el gato. Pero no me quise apegar al discurso y empezar a hablar de mi vida, de mi maternidad, de pololos, del día de la mujer. 
«Me negué a renunciar a mi saber. Puse los saberes que tengo sobre la mesa y no quise caer en el discurso que se me pedía, que era lo femenino y la redención de lo femenino, para arrinconarme.

 

—¿Eso que estas diciendo es un paralelo con lo que dice  Evelyn  Matthei?

—No. Porque nunca renuncié a la mujer, o sea, nunca me hice pasar por hombre. Ellos querían que yo dijera el discurso de la dueña de casa que escribía, y que hablara de los pololeos, de los vecinos, de cómo yo vivía, cómo cocinaba, cuál era mi plato favorito, y que no dijera que había leído de postestructuralismo, de psicoanálisis, que había leído Marx a los 18 años y los textos más complejos de la literatura a los 19.
«Eso era lo que me dio mucha hostilidad, más bien como una tipa medio monstrona y pesada también… pesadita, la pesada… pero yo prefiero eso, ser más bien pesada que caer en ese discurso que finalmente me va a destruir. Y no he aflojado en esa presencia más densa, y si no, pues no. Y se acabó el cuento».

 

—Una medio hermana de tu papá es detenida desaparecida. Qué te parece que este año hayamos visto dos homenajes a genocidas, Miguel Krassnoff y Augusto Pinochet, y nos hayamos enterado de que Alvaro Corvalán el año pasado salió más de 80 veces “al dentista” en el Hospital Militar, sin que haya habido una condena transversal y potente de los partidos.
—Me parece que la UDI completa, que es el partido más grande de Chile, es un partido pinochetista, es un partido que no piensa que Pinochet vulneró los  derechos humanos, sino que había un estado de guerra, que los muertos bien muertos están, y esa es la realidad real.
«Andrés Chadwick ha hecho un mea culpa, pongámoslo así, y da este discurso escalofriante de que él no sabía, siendo cuñado de José Antonio Viera-Gallo, quien salió al exilio, y teniendo un contingente muy cercano afiliado al MAPU, partido que tuvo muchos muertos. Entonces, yo creo que hay un porcentaje importante de este país que esperaría que los militares salgan de la cárcel, que pensarían rehacer la historia, lo que está pasando en el Museo de la Memoria. Es una realidad que piensa mucha gente, que esto no es una cuestión de generales en retiro nomás, sino de una porción de la sociedad, lo que produce estupor afuera.
«Piñera no quiere contestar la pregunta de la BBC sobre el homenaje a Pinochet, y efectivamente Pinochet no es una figura chilena, es una figura mundial, Pinochet es un paradigma de una forma de violencia. El mundo no entiende bien que se haga un homenaje a Pinochet. El gobierno de derecha iba a llevarle un homenaje a  Pinochet. Un segundo gobierno de derecha podría  llevar a la restitución parcial de Pinochet, porque es un proyecto político.
«Entonces, más allá de que nosotros pensemos que se debió impedir, no creo que sea posible,  porque Pinochet es un emblema de la derecha. La UDI se genera en el pinochetismo, RN se ha generado durante el pinochetismo, esa es la realidad real. Más bien hay que estar atentos hasta dónde se van a restituir esas figuras.
«Yo creo que esa es la visión que hay que tener, cuál es la dimensión de esa restitución, y hasta dónde es posible hacerla. Porque yo creo que sí están en ese proyecto de manera más multifocal, que uno no lo ve con claridad. ¿Cómo no iban a hacer este homenaje, si la UDI es pinochetista y tienen más de la mitad del poder?, ¿por qué no iban a hacer el homenaje a Pinochet? Yo considero que mientras más claro quede eso, mejor.
«La otra cosa es un engaño al ojo, pensar que no hay pinochetismo donde lo hay. Recordemos que cuando murió Pinochet, fueron miles de personas a su entierro…

 

—Cuatrocientas mil…
—Sí, pues. Eso hay que recordarlo. Entonces ¿por qué no pasaría lo que está pasando? Si en este país hay un sector pinochetista, golpista…

 

—Y no eran todos de la clase acomodada.

—No, y está el fascismo popular, que es muy fuerte. Ese que es católico  y despreciativo… odian todo lo que odian las élites. Inculcaron esas cosas capilarmente en la población más pobre chilena, si no cómo te explicas que un país vote por Piñera, no se entendería en un país más sensato, porque está votando por un capital.
«Y ahora entiendo, yo hablo con gente, por ejemplo con un taxista que creía que Piñera y él eran lo mismo, emprendedores. Eran iguales. Es decir que internalizan en ellos esa cosa dominante.
«La verdad es que también es interesante que se lean los signos pinochetistas que están latentes en este país y que van a seguir apareciendo, y que es pinochetista toda esta intervención de no al aborto, es pinochetista no sacar buenas leyes, todo eso es pinochetista, es militar., entonces, es bueno que veamos esto antes. Pensemos que el de Krassnoff es uno de los alcaldes más votados.

 

—Labbé.
—Claro, y seguramente va a seguir siendo. Entonces, cómo derrotar esas cosas autoritarias y demoledoras para mucha gente…
——
* En http://lamansaguman.cl.

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1 comentario
  1. IRENE dice

    Interesantisimo y lo analizare

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