De animales y humanos

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A través de gran parte de la historia la mayoría de las religiones, las filosofías y parte de las ciencias han tenido la preocupación casi desesperada de la salvación humana. Hoy día la acción política pasa a ser el sustituto de esta salvación. Un error y una ilusión producto de la autoconsciencia.

El escándalo de Darwin, en aquellos días, fue la revelación de que el humano es parte del reino animal, conclusión a la que, con un poco de observación, no es tan difícil llegar. Digamos, no una creación divina, sino el producto de un arreglo de genes interactuando al azar entre si y su cambiante contorno en el que nadie es amo de su destino. Si esta nueva provocó tanto escándalo y controversia es porque surgió en una tradición cristiana que coloca al humano más allá de todo ser viviente. Qué es la evolución? - Tendenzias.com

Expulsados del Paraíso se encuentran ahora arrojados en un mundo extraño del que no son parte. El conflicto entre cristianos y no creyentes de la época, se repite hoy entre humanistas y los que comprenden que el animal humano no puede ser más dueño de su destino que el perro o el gato con el que vive.

El humanismo puede ser diferentes cosas para diferentes personas, pero lo común es la creencia en el progreso, la idea de que usando los nuevos poderes que el avance científico nos da podemos liberarnos de los límites que marcan la existencia. Si Darwin mostró que los humanos son como los otros animales, los humanistas insisten en que somos diferentes. Con nuestros conocimientos podemos controlar el ambiente y florecer como nunca.

Lo que los humanistas traen de vuelta con la fe en el progreso, como nota el filósofo inglés John Gray, es la versión secular de la dudosa promesa del  cristianismo de que la salvación está disponible para todos. Para el cristianismo, los humanos son creados por Dios y poseen libre albedrío. Para los humanistas, los humanos son seres autodeterminantes. Lo que aquí perdemos es el hecho de que somos uno con los otros animales en nuestra esencia más íntima. La ciencia puede que nos capacite para satisfacer nuestras necesidades. Pero no las cambia. Ellas no son diferentes hoy día de lo que siempre han sido.

En los últimos dos siglos la filosofía ciertamente se ha desprendido de la fe cristiana, pero no de la creencia de que los humanos son radicalmente diferentes de los animales. Las imágenes religiosas de la humanidad son renovadas en el humanismo con las ideas del progreso y destino final. Ni siquiera Nietzsche, con la absurda idea del Superhombre, se escapa de la promesa cristiana de la redención, y lo mismo Heidegger que todavía mantiene el prejuicio humanista de que los humanos somos necesarios en el esquema de las cosas, en tanto que los animales no.

Día Mundial de los Animales: ¿Qué puedes hacer para protegerlos?Ratones y conejos, chimpancés y gallinas no son diferentes de los gusanos o mosquitos. Todos ellos son “pobres de mundo”, ninguno tiene el poder de revelar el Ser… ¿No es ésta la vieja creencia bíblica del poder humano para nombrar las cosas, expresada ahora en el idioma secular? ¿Últimos eslabones de una larga cadena de pensadores para quienes el mundo sólo adquiere sentido cuando la conciencia humana aparece en él?

Desde Platón hasta el presente ha sido una verdad axiomática que el conocimiento presupone la conciencia. Pero, si volvemos a pensar, la sensación y la percepción no dependen realmente de la conciencia y menos aún de la autoconciencia. Ellas existen a través de todo el mundo animal y vegetal. Los sentidos de las plantas, por ejemplo, son sofisticados y pueden detectar el toque más ligero. Los microbios más antiguos y simples tienen sentidos que se asemejan a los humanos. Pueden detectar y responder a la luz gracias a la rodopsina, el mismo compuesto que está presente en los ojos humanos.

El viejo dualismo de la materia y mente dice que hay conocimiento sólo cuando hay mente. Pero, lo que los biólogos han encontrado es que el conocimiento no necesita de la mente o, incluso, del sistema nervioso. Se encuentra en todos los seres vivos. Los sistemas vivos son sistemas cognitivos. Vivir es un proceso de cognición, con o sin sistema nervioso. Según Margulis, los “pequeños mamíferos comunican el próximo terremoto o tormenta. Los árboles liberan volátiles sustancias que advierten a sus vecinos que las larvas de la polilla gitana están atacando sus hojas”.

En los seres vivos altamente desarrollados como los humanos la percepción conciente es sólo una fracción de lo que conocemos a través de los sentidos. En su mayor parte lo que recibimos es percepción subliminal. Lo que aparece en la conciencia “son sombras que se desvanecen de cosas que ya conocemos”. El mejor artesano, por ejemplo, puede que no sepa cómo trabaja y el pianista más virtuoso no es el que más conciente está de sus movimientos.25 años de la matanza de Srebrenica, el único genocidio europeo desde la Segunda Guerra Mundial

A pesar de que el conocimiento, la tecnología, la capacidad creativa y el poder humano continúan creciendo a pasos agigantados, no ha ocurrido lo mismo con nuestro sentido moral. Somos la única especie que practica el genocidio en la misma forma en que practicamos el arte mural o los ritos a los dioses. El crimen masivo es el efecto colateral del progreso tecnológico que procura un tremendo poder tóxico. Desde el comienzo de la edad de piedra, los humanos hemos venido perfeccionando las armas para matarnos unos a otros. Las guerras de la antigüedad tenían un fin común: la matanza o esclavitud de los derrotados, independientemente de su sexo o edad.

En los tiempos modernos el genocidio, al igual que en el pasado, continúa con la misma crueldad. Entre 1492 y 1990 han habido por lo menos treinta y seis genocidios que cobraron decenas de millones de vidas. Desde 1950 contamos cerca de veinte genocidios y al menos los últimos tres, Bangladesh, Cambodia y Ruanda, con sobre un millón de victimas cada uno. Progreso y crimen masivo van uno al lado del otro. A medida que la ciencia y la tecnología avanzan, también lo hace la competencia para el asesinato. Puede que ambas disminuyan la pobreza y alivien las enfermedades, pero, sin lugar a dudas, seguiremos usándolas para refinar las tiranías y perfeccionar el arte de la guerra. La historia, en el fondo, no es progreso ni declive, sino continuas ganancias y pérdidas.

Por debajo del avance del conocimiento, las mejoras en el gobierno y la sociedad y las sutilezas del pensamiento ético, seguimos siendo el animal más depredador y destructivo que ha existido en la historia de la naturaleza, capaz de disturbar el equilibrio de Gaia. Las especies están desapareciendo a un promedio que sobrepasa la última gran extinción y la causa no es una catástrofe cósmica, como la que hizo desaparecer a los dinosaurios, sino la plaga humana dirigida por imbéciles con propósitos insanos. La historia del genocidio camboyano escrita en los huesos de las víctimas. | Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano

La destrucción del mundo natural, en verdad, va más allá del capitalismo, la industrialización y el globalismo. Es la consecuencia del suceso evolucionario de un primate excepcionalmente rapaz. Basta mirar la historia y la prehistoria para descubrir que el avance y la expansión humana siempre han coincidido con la devastación ecológica.

Una utopía verde de alta tecnología en la que unos pocos humanos vivan felices y en equilibrio con el resto del planeta es científicamente posible, pero humanamente inimaginable. Si ocurre no será por nuestra voluntad.

¿Con que nos quedamos, entonces, si renunciamos a las esperanzas vacías del cristianismo, el humanismo y las utopías tecnológicas verdes? ¿Si renunciamos a la ilusión de que podemos liberarnos de nuestra dimensión animal? Una vez que dejamos atrás el parloteo acerca de Dios, la inmortalidad y el progreso, una vez que dejamos atrás la idea de que la historia humana tiene un significado trascendente, en breve, una vez que renunciamos a la escatología … ¿qué sentido le podemos dar a nuestras vidas?

Al igual que otros animales, algunas vidas son felices, otras miserables. Ninguna tiene un significado que vaya más allá de sí misma.

Si recordamos, los primeros filósofos buscaban la tranquilidad y la paz interior bajo el disfraz de la búsqueda de la verdad. Tal vez laConéctate con la Naturaleza - Gaia Psicologia búsqueda de hoy día sea la de descubrir qué ilusiones podemos abandonar y de cuales nunca podremos prescindir. La búsqueda de la verdad continuará, pero sabiendo que no podemos renunciar a una vida sin ilusiones. La cuestión es, entonces, ¿con qué falsedades nos quedamos?

Por largo tiempo, en el pasado, los humanos no se vieron a sí mismos como seres diferentes de los otros animales con los que vivían. En la época de la caza y la recolección el humano era tan rapaz como lo es ahora, pero, como dicen los antropólogos, con una diferencia: ellos veían la presa como su igual. El sentimiento de ser parte de la naturaleza era la norma. Tenue como pueda ser hoy, el sentimiento de compartir un destino común con los otros seres vivos es parte de la psique humana. La lucha por la defensa de la naturaleza esta inspirada en el amor a los seres vivos, un sentimiento frágil que nos une nuevamente con la Tierra. Esta fugitiva empatía con los otros seres es la última fuente de la ética.

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