Drogas prohibidas: la inútil guerra perdida

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Un asunto que despierta consenso en la clase política es la lucha contra las drogas. Extrañamente se usará una estrategia y toda una semántica propia de la guerra contra sustancias inanimadas, como son algunas plantas y sustancias prohibidas. El periódico El Ciudadano revisa los efectos de esta extraña guerra que, como si fuese un mantra, concita adhesiones y tiene el carácter de una cruzada en nuestras sociedades.| MAURICIO BECERRA R.*

 

Hace algunos años un escritor colombiano, Luis Carlos Restrepo, vislumbró que “dentro de algunos años, cuando se hayan aplacado los ánimos y olvidado la procedencia de los capitales acumulados, la guerra contra las drogas será recordada como una de las grandes guerras estúpidas de la humanidad, de igual manera como hoy recordamos las guerras religiosas de siglo anteriores”.

 

La sentencia da pistas para entender la cara de los políticos cuando hablan de sus éxitos en dicha extraña guerra al incautar unos kilos de cocaína o que las carreteras y hasta los boletos de micros lleven el mantra de ‘No a las drogas’.

 

La guerra a las drogas fue balbuceada por Nixon en los setentas [siglo XIX] e iniciada por el gobierno de George Bush, a principios de los noventas. Si el primero intentó con ello controlar el disenso que cobró fuerza a fines de los sesentas a un Estado terapéutico que intenta maximizar el rendimiento de los ciudadanos, el padre del presidente norteamericano que despertó más rechazos necesitó instalar un nuevo enemigo a la caída del comunismo.

 

Pero luego de décadas de dicha cruzada el consumo de drogas prohibidas aumentó. Estimaciones de Naciones Unidas acusan que el número de personas en el mundo que consumen narcóticos ilícitos al menos una vez al año alcanza los 208 millones: el 4,9 por ciento de la población del planeta entre 15 y 64 años.

 

Dichos usuarios de sustancias hoy no sólo están estigmatizados, sino que también están obligadas a recurrir al mercado negro para adquirirlas y su consumo está marginalizado.

 

El negocio más rentable —y aumenta la producción de esas drogas

 

Al igual como ocurrió con la Ley Seca que clandestinizó el consumo de alcohol en Estados Unidos en la década de 1921/30, la prohibición de las drogas terminó por convertir el tráfico de éstas en el negocio ilícito más lucrativo del orbe. Estimaciones de Naciones Unidas reconocen que dicha industria ilegal maneja cifras del orden de 320.000 millones de dólares cada año. Y es que los cultivos de las plantas prohibidas, sean la coca, el cannabis o el opio han aumentado.

 

Cifras de la Organización de Naciones Unidas para las drogas y el delito (ONUDD), reconocen que en los últimos diez años, la producción mundial de opio se ha doblado, y la de cocaína aumentó un 20%. El diario inglés The Guardian acusa que alrededor de 750 millones de dólares en cocaína se exportan anualmente desde lo Andes.

 

La producción de cocaína se ha mantenido prácticamente igual en la última década, alrededor de las 900 toneladas anuales, a pesar de haberse reducido la superficie cultivada.

 

Se ha doblado la producción de opio respecto a 1998, según la propia ONU, debido a que las plantaciones de amapola en Afganistán se han disparado. Sólo el 2008, la producción fue de 7.700 toneladas.

 

En ese país, donde se produce el 90% del opio destinado a la fabricación de heroína, el 38% de los policías dio positivo en test de consumo de drogas.

 

Nuevas rutas para la distribución

 

Las rutas del narcotráfico se han expandido a continentes antes ajenos a esta dinámica, corrompiendo gobiernos, policías y dejando una secuela de nuevos adictos. África occidental se ha convertido en uno de los principales pasos de cocaína hacia Europa.

 

Cerca del 27% (40 toneladas) de la cocaína que se consume al año en Europa llega de América del Sur por la ruta abierta a través de Nigeria, Ghana, Liberia, Sierra Leona, Guinea, Guinea-Bissau, Cabo Verde, Senegal, Malí y Mauritania.

 

Al otro extremo del continente, África oriental es la principal ruta de la heroína asiática a través de Etiopía y Kenia.

 

Un informe de la Junta Internacional para la fiscalización de estupefacientes (JIFE), publicado en febrero, reconoce que el precio de la cocaína  en Europa Occidental está en su nivel más bajo en 10 años (cayó en un 50%) y que aumentó la producción de falopa en  América Latina.

 

Colombia es el primer productor, con 600 toneladas anuales, pese a que desde que se implementara el Plan Colombia, Estados Unidos ha puesto US$ 6.000 millones para erradicar los cultivos de coca. Entre 2006 y 2007, el área de cultivos de coca pasó de 78.000 a 99.000 hectáreas. Hoy en Londres una línea de cocaína es más barata que una taza de café o una copa de vino.

 

En México sólo en 2008 hubo 5.000 muertes asociadas al narcotráfico. En los primeros meses de este años fue ultimado el general antinarco en Cancún. Se estima que a comienzos de esta década los negocios de los carteles movieron 50.000 millones de dólares. Si es tráfico desapareciera provocaría una contracción económica del 60%.

 

Rusia, donde se castiga a los usuarios, es el país con más enfermos de VIH por el uso de drogas inyectables. Silvia Icháurraga, de la Red Latinoamericana para la Reforma de las Politicas de Drogas  (REFORMA) comentó a El Ciudadano que “no podemos desconocer que más del 22% de la población mundial con VIH/SIDA se inyecta drogas. Ni hasta qué punto las condiciones en que las personas consumen drogas las expone a mayores riesgos y daños que los que pueden causar las drogas en sí: desinformación, pobreza, desigualdad, ilegalidad, encierro, estigmatización y  criminalización”.

 

En Estados Unidos se gastan US$ 40.000 millones al año en combatir el tráfico y se arresta a millón y medio de personas por violar las leyes de drogas. En muchos estados de dicho país el consumo es un delito y se puede llegar a la cárcel al ser sorprendido fumando un pito de marihuana.

 

La desarticulación de los carteles de narcotráfico y de sus rutas en la práctica no ha significado su fin, sino que nuevos carteles toman el lugar de los extintos y se abren nuevas rutas para el tráfico, corrompiendo países y dejando una estela de nuevos usuarios.

 

Hoy el tráfico es desde América Latina a través de países de África Occidental para llegar al mercado europeo.

 

Distribuidores cada vez más jóvenes

 

En Santiago de Chile la obsesión de los fiscales de la zona Sur de la capital por desarticular las bandas que abastecen de cocaína y pasta base ha provocado que —luego de los «éxitos» obtenidos— nuevas bandas reemplacen a las desaparecidas y que sean cada vez más jóvenes los integantes de dichas bandas.

 

Así ocurrió con la intervenida población La Legua Emergencia de San Joaquín, en Santiago, intervenida desde 2003 por el gobierno de Ricardo Lagos, acción que implicó la formación de un grupo de elite de la Policía de Investigaciones, denominado Brigada Metropolitana Sur y que cosechó sus éxitos al anular a bandas como Los Car’e pelota, Los Cocina y La Oficina, cuyos integrantes están casi todos presos. Pero la publicitada acción policial terminó por trasferir el suculento negocio a bandas de jóvenes, muchos de ellos adolescentes, como Los Gálvez, Los Polacos y Los Cochinos.

 

También los efectos de dichas políticas se hacen sentir sobre los más pobres. Un 63% de las mujeres recluidas en el país están por infracción a la ley de drogas, mujeres que en su mayoría no tenían ningún compromiso delictual anterior; y un 73% de los detenidos por dicha ley son menores de 30 años.
——
* Periodista.
En El Ciudadano (www.elciudadano.cl).

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