El terrorismo occidental que alumbra terrorismo yihadista

2.002

Desde el asesinato del periodista James Foley no he dejado de leer análisis parciales del incremento del yihadismo en Occidente y, más concretamente, en Europa. En buena parte de estas lecturas se describe el proceso de manipulación de las mentes de jóvenes musulmanes de familias desestructuradas que viven en suburbios y encuentran en el yihadismo una suerte de integración, de pertenencia a un grupo, equiparando el proceso al que siguen las redes de captación de sectas.

Algo de verdad hay en esta teoría, pero no podemos olvidar que en la raíz del problema se encuentra Occidente y la impunidad con que éste actúa en el contexto internacional. EEUU, por supuesto, se encuentra en punta de lanza, pero sus palmeros europeos siempre están al quite para respaldar sus acciones. Ese ente al que solemos llamar “Comunidad Internacional” y que, por lo general, únicamente se nutre de EEUU y sus acólitos. Con demasiada frecuencia se toma  la justicia por su mano, pisoteando a conveniencia los Derechos Humanos más esenciales y, lo que es peor, sin castigo alguno.

El yihadismo es como un fuego y estas acciones impunes, pura gasolina, que no sólo avivan las llamas, sino que producen deflagración. Hace tiempo, durante la realización de un reportaje sobre drones, tuve oportunidad de entrevistar a víctimas de estos bombardeos ilegales.  ¿Qué efectos creen que tienen estos asesinatos de mujeres y niños inocentes en la población islámica? ¿De veras alguien puede creer que el odio y desprecio que generan esta matanza por control remoto no alimentan a la bestia del yihadismo? Por supuesto, pero en los análisis del terrorismo islámico se olvida eso, del mismo modo que tendemos a pensar que detrás de la inmigración no están las prácticas neocolonizadoras de los países desarrollados.

Nuestro ministro del Interior, incluso, planea arrancar un Plan Estratégico Nacional de Lucha contra la Radicalización implicando a profesores y asistentes sociales para combatir los argumentos sobre los que crece el islamismo radical. En ese plan, ¿se explicará que una de las fuentes del argumentario yihadista está escrita “en cristiano”? ¿Se contará que EEUU y Europa han cometido “terrorismo occidental” justificando guerras inventando para ello armas de destrucción masiva y no juzgando después a quienes promovieron el conflicto aun sabedores de la mentira? yihadista cabezas

Este texto no es una defensa del terrorismo yihadista; nada más lejos de la realidad. Es una condena a otro terrorismo, el occidental, que solemos justificar con pasmosa desfachatez por el único hecho de que no nos agrede. Por unos segundos, imagine que usted es hijo de inmigrantes libios en España. Piense que buena parte de su familia aún viven al otro lado del Mediterráneo y que, un mal día, con el pretexto de llevar la democracia —aún cuando las libertades de los países acostumbran a ser menores tras el paso occidental— se bombardea con aviones no tripulados dejando una larga lista de víctimas civiles, entre ellas, sus primos pequeños. Imagine que la democracia nada tenía que ver con ese bombardeo, que lo que realmente importaba era la posición geoestratégica y las reservas de petróleo. ¿Hablaría o no de terrorismo occidental?

Es hora de cambiar ese odioso discurso tras el cual ocultamos nuestra responsabilidad, bajo el que enterramos nuestra culpa por cometer actos terribles que engendran violencia, muerte y destrucción. Es hora de atajar el terrorismo en todas sus dimensiones.

*Publicado en Público.es

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Adenddo

Gaza: saldos de la barbariegaza nazis
(Editorial de La Jornada de México)

Después de 50 días de bombardeos israelíes sobre Gaza, que arrojaron un saldo preliminar de 2 mil 100 palestinos muertos (entre ellos, más de 500 niños) y daños materiales aún incuantificables, el gobierno de Israel y Hamas, el grupo que ejerce el control de la franja, dieron a conocer la concreción de un alto al fuego de largo plazo”.

Ayer, al comentar el hecho, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, dijo que “Hamas fue duramente golpeado y no obtuvo ninguna de sus demandas para firmar el alto el fuego”; calificó de éxito la operación Borde Protector; señaló que la organización islámica “no había sufrido tal derrota desde su fundación” y advirtió que, en caso de que se reinicien los lanzamientos de misiles palestinos hacia territorio israelí, “nuestra respuesta será aún más dura”.

Las afirmaciones de Netanyahu resultan cuando menos cuestionables: en efecto, Hamas podrá no haber conseguido la construcción de un aeropuerto en Gaza y la liberación de prisioneros palestinos, pero el hecho de que haya sobrevivido al más reciente intento de Israel por exterminarla dista mucho de ser la peor derrota posible, como afirmó Netanyahu. En cambio, queda claro que la gran derrotada durante la reciente agresión israelí a Gaza fue la población palestina de esa cárcel al aire libre, cuyas múltiples bajas humanas y materiales agravan un panorama de por sí marcado por la miseria, el desempleo, el hacinamiento, la falta de servicios más elementales, que persistirá a pesar del alto el fuego.

Es claro, por otra parte, que los 50 días que duró el más reciente bombardeo a Gaza y a sus habitantes representaron una derrota moral y política para Tel Aviv, que volvió a evidenciarse ante el mundo como un régimen que recurre al terrorismo, que atropella la legalidad internacional y los principios y valores humanos básicos,y que no reconoce más ley que la de la fuerza. Particularmente significativas resultaron, durante estas semanas, las muestras de rechazo hacia la conducta de Israel por parte de comunidades judías de todo el mundo, lo que puso en evidencia que el añejo conflicto de Medio Oriente no es producto de diferencias de índole confesional ni cultural, sino resultado de la proyección regional de una potencia militar que ha perdido toda noción de ética.israel natanyahu

Por su parte, en contraste con el repudio al régimen israelí expresado por amplios sectores de la sociedad civil en todo el mundo, las potencias internacionales y los organismos multinacionales quedaron exhibidos de nueva cuenta como cómplices de la barbarie, por participación o por omisión, en la medida en que se negaron a adoptar medidas severas para contener la atrocidad cometida por Israel: es paradójico que mientras gobiernos como Estados Unidos y organismos como la ONU se escandalizan por las acciones cometidas por el llamado Estado Islámico, al cual acusan de crímenes de lesa humanidad, no hayan hecho otro tanto frente a los atropellos de Tel Aviv contra los pobladores inermes de Gaza.

Finalmente, tras las siete semanas que duró el infierno desencadenado por los gobernantes israelíes sobre los palestinos atrapados en Gaza, ha quedado claro, por enésima vez, que el poderío militar del Estado israelí puede causar un sufrimiento humano de proporciones monstruosas y una enorme devastación material, pero no puede poner fin al añejo conflicto en Medio Oriente, y que Tel Aviv ni siquiera puede lograr, por la vía del aplastamiento bélico, la seguridad de los habitantes de Israel. Por el contrario, además de evidenciarse como un régimen violatorio de las consideraciones humanitarias más elementales, el encabezado por Netanyahu refrenda su falta de contención y de lucidez para entender que cada nuevo ataque sobre ese territrio conlleva la siembra de nuevos factores de rencor, exasperación y odio que nutrirán la base social y las filas de combatientes de Hamas.

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1 comentario
  1. Antonio Casalduero Recuero dice

    Sin duda que Israel perpetra impunemente estos asesinatos porque se sabe respaldado por los Estados Unidos, el uno es el arquetipo del otro. La economía y la banca norteamericana está en manos de judíos, por lo tanto, se sienten en el deber de amparar a Israel, ¿pero qué dicen los países desarrollados de Europa? ¿Sucederá lo mismo que ocurrió con España entre 1936 y 1939, cuando los principales países europeos dieron vuelta la cara cuando Hitler y Mussolini probaban sus mortíferas armas contra los republicanos y los masacraban? No olvidemos la peor masacre ocurrida en Europa en un solo país: con un saldo oficial de un millón de muertos y extraoficialmente de dos millones de muertos. Palestina y los países árabes muestran gran similitud con la tragedia española.

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